Adicción, falta de desconexión durante los días libres y el sentimiento de culpa por la no asistencia durante los días de vacaciones son los síntomas premonitorios de una persona que puede ser víctima de karoshi. El primer caso considerado como muerte por exceso de trabajo data de 1969. Un joven de 29 años, empleado del departamento de ventas de un importante periódico japonés, murió de un infarto debido a la presión laboral y a jornadas de 12 horas diarias durante varias semanas, sin descansar un sólo día. Sin embargo, no fue hasta 1987 cuando se reconoció el fenómeno y el Ministerio de Salud empezó a recopilar estadísticas.
La realidad de este drama está tan asentada que si un juez determina que alguien murió por karoshi, su familia debe recibir una indemnización de 18.678 euros por parte del gobierno y pagos de hasta 1’5 millones de euros de la compañía. “El estrés laboral puede tener consecuencias en la esfera fisiológica, como por ejemplo el aumento de la tensión arterial, una reducción del tiempo de coagulación sanguínea, una frecuencia cardíaca que puede aumentar o hacerse irregular; tensión muscular (con sus correspondientes rigidez de la nuca, dolor de cabeza y de hombros) o hiperacidez gástrica. Prácticamente todos los órganos o sistemas pueden verse afectados y, si estas manifestaciones se cronifican, es probable que la salud se deteriore como consecuencia de ello”, explica Manuel Velázquez Fernández, Inspector de Trabajo y Seguridad Social y miembro del Observatorio Vasco sobre el Acoso.
En Japón se mueren por hacer draconianas jornadas laborales de hasta 110 horas a la semana
La mala imagen que proyecta un país que permite dichas prácticas lleva a que no haya una estimación exacta del número de víctimas. Según cifras del Ministerio de Trabajo de Japón, en 2015 alcanzaban las 2.310. Sin embargo, estadísticas extraoficiales recogidas por el Consejo Nacional en Defensa de las Víctimas de Karoshi apuntan a 10.000 anuales. Es decir, casi tantas como las provocadas por los accidentes de tráfico. Esta batalla enfrenta a los familiares de los difuntos, que intentan demostrar que sus parientes murieron por estas causas, con las empresas que pretenden ocultar los casos más mediáticos.
Para que cuente como un caso de karoshi el fallecido tiene que haber acumulado 80 horas extra en dos o más meses consecutivos o 100 horas en un solo mes. Aunque en ocasiones estos yonquis del trabajo no fallecen por un colapso físico, sino por voluntad propia, siendo Japón uno de los países con mayor índice de suicidios de todo el mundo. Este tipo de muertes inducidas también tienen su propio término en japonés: karoshisatsu.
¿Por qué trabajan tanto?
Para entender esta obstinación por supeditar la salud al trabajo debemos remontarnos al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón emergió en pocos años de la devastación a la que fue asolada gracias al esfuerzo de sus habitantes. Este milagro económico, que se tradujo en una tasa de crecimiento que llegó a alcanzar un 8% anual en 1980, fue gracias a que las empresas lograron ser ultra eficientes. Este caldo de cultivo fue propicio para asentar unas condiciones laborales que premian la intensidad, motivando así la realización de horas extra y alimentando un culto desproporcionado al trabajo.
“La cultura de cada entorno psicosocial genera una exigencia distinta. El karoshi es relativamente frecuente entre los japoneses, para quienes trabajar es un honor. Tratarán de cumplir con las directivas como una manera de sentirse dignos o valorados. Y lo harán hasta caer rendidos”, apunta Gabriel Schwartz, profesor de Psicología del Trabajo en la Universidad de Belgrano (Buenos Aires, Argentina) y director de la consultora Psicología Laboral.
La mayoría de los casos se concentraron en la asistencia sanitaria, los servicios sociales, el transporte y la construcción
La larga recesión que sufre Japón desde hace siete años se ha trasladado a un mercado laboral que exige producir más con menos empleados. En 2015, año en el que por quinta vez desde hace siete se contraía la economía nipona, las demandas de indemnización por karoshi se elevaron a un récord de 1.456, según datos del Ministerio de Trabajo. La mayoría de los casos se concentraron en la asistencia sanitaria, los servicios sociales, el transporte y la construcción, sectores con un problema crónico de escasez de personal.
Es evidente que esta obsesión enfermiza deja poco hueco para la vida social, por eso no es de extrañar el grave problema demográfico que padece Japón. La población envejece a marchas forzadas y la tasa de natalidad está en 1’41 hijos por mujer. Esto ha provocado que la población se haya contraído casi en un millón de personas. El último sondeo entre japoneses de entre 18 y 34 años de edad mostró que casi el 70% de hombres y el 60% de mujeres no tienen pareja. Y, de ellos, el 42% de los hombres y el 44’2% de las mujeres han manifestado que nunca han mantenido relaciones sexuales.
Vacaciones por ley
Esta dramática realidad ha encendido las alarmas de las autoridades después de décadas permitiendo abusos. Para reducir el estrés laboral que acaba en la tumba, el Gobierno ha aprobado una serie de medidas encaminadas a supervisar de forma más estricta los excesos cometidos por las empresas. Una de ellas llama bastante la atención: obligar por ley a los trabajadores a disfrutar de sus vacaciones pagadas. La mayoría recibe 20 días libres al año, pero las víctimas de karoshi llegan a estar tan imbuidos por la espiral de trabajo que deciden de motu proprio no cogerlos. Una autodestrucción alimentada por una cultura en la que disfrutar está visto como un signo de debilidad o de falta de compromiso. Además, los elevados incentivos que están asignados a las horas extra inciden en este bucle. Por ello, para evitar que la meritocracia se fundamente en pasar el mayor número de horas en el puesto de trabajo, el Gobierno nipón también ha limitado por ley la remuneración por horas extra que pueden recibir los trabajadores asalariados.
Hay personas que tienen una relación tan perniciosa con su trabajo que incluso renuncian a vivir en casa para no perder tiempo en el traslado
Pero los excesos del mercado laboral nipón van más allá. Hay personas que tienen una relación tan perniciosa con su trabajo que incluso renuncian a vivir en casa para no perder tiempo en el traslado. Esa es la razón por la que empezaron a surgir los hoteles-cápsula, una suerte de habitáculos que tienen pinta de nicho, una apariencia muy premonitoria de cómo acabarán alguno de sus huéspedes. Estas bizarras estancias son muy frecuentadas por los empleados de las conocidas black companies, empresas explotadoras capaces de destruir la vida de sus trabajadores. La amenaza del despido siempre planea sobre la plantilla, llegando a generar una especie de auto esclavitud para satisfacer las exigencias y librarse de la purga. “Un mercado laboral restringido genera temor a la pérdida de trabajo”, puntualiza el doctor Schwartz.
Entre las empresas señaladas como “compañías negras” se lleva la palma Watami Foodservice Co., una popular cadena de restaurantes que, por segundo año consecutivo, ha obtenido el ‘galardón’ de la empresa con peores condiciones laborales del país. En ella trabajaba Mina Mori, de 26 años, que en 2013 decidió acabar con su vida después de haber estado haciendo 140 horas extra al mes.
Estrés laboral fuera de Japón
Pero los problemas derivados del exceso de trabajo no son monopolio exclusivo de Japón. En 2015 el ranking mundial lo lideraba México. Y según estadísticas oficiales, en China mueren 600.000 personas al año por lo que ellos llaman guolaosi. “Las organizaciones tienden a pasar por alto los indicios e, inconscientemente, a “aprovecharse” de la disposición de quienes trabajan más de lo que pueden ya que, a corto plazo, generan beneficios. Las tareas se cumplen pero, a medio plazo, habrá enfermedades y ausencias, además de un deterioro del clima laboral porque los compañeros perciben el descuido y el desgaste de la persona estresada”, detalla el doctor Schwartz.
“Evitar el estrés no depende de lo que pueda hacer cada persona individualmente sino de la forma global de organizar el trabajo, una tarea que solo corresponde hacer a cada empresa”, Manuel Velázquez Fernández, miembro del Observatorio Vasco sobre el Acoso
En el caso de España, no hay constancia de muertes derivadas del exceso de trabajo, “pero es muy probable que pueda haber casos en colectivos de trabajadores por cuenta propia no sujetos a ningún control de horario laboral ni estadística laboral al uso”, aclara el Inspector de Trabajo Velázquez Fernández. La solución a esta problemática no debe partir únicamente del trabajador. “La cuestión en la que se debe hacer hincapié es que evitar el estrés no depende de lo que pueda hacer cada persona individualmente sino de la forma global de organizar el trabajo, una tarea que solo corresponde hacer a cada empresa”, aclara Fernández.
Si después de leer esto te han entrado sudores, lo mejor es que desconectes y disfrutes de unas merecidas vacaciones.
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