Ibai Llanos: “Ser viral lo llevo bien, pero a veces noto demasiada presión en cada cosa que digo o hago”

A este chico no se le calla ni pagando. El caster bilbaíno Ibai Llanos, conocido por sus alocadas retransmisiones de e-sports, se ha convertido, con 25 años, en toda una celebridad del show business. Nosotros charlamos con él durante la cuarentena y pudimos conocerle un poco mejor.

Escrito por
Lectura: 8 min

Tras darse a conocer en la Liga Profesional de Videojuegos (LVP) y lanzar su popularidad a cotas que ni él mismo imaginaba gracias a las redes sociales, podemos asegurar que Ibai Llanos (1995, Bilbao) tiene el don de convertir todo lo que narra en oro. Y cuando decimos todo, es absolutamente todo. Desde una carrera de canicas, hasta un concurso de tortazos entre tiarrones rusos. No hay competición, por extravagante que sea, que se le resista. Nos colamos en su habitación —el templo con el que sueña todo streamer— para ver, en pleno confinamiento, si el caster —que, para quien no lo sepa, es el que “dirige” la partida— tiene tanta soltura respondiendo a nuestras preguntas como narrando videojuegos. ¡Comienza la partida!

Se podría decir que a Ibai eso del confinamiento le ha pillado de lujo. En febrero anunciaba su fichaje por el club G2 Esports, uno de más importantes del mundo, y a los pocos días se mudaba a una mansión espectacular en las afueras de Barcelona junto a varios amigos streamers. Una especie de casa de Gran Hermano de los videojuegos, financiada y patrocinada por G2, que tiene como fin servir de decorado para fiestas, challenges, emisión de programas y todo tipo de contenido que el bilbaíno y sus compañeros hacen para sus diferentes plataformas virtuales. “La casa en la que vivía antes es un poco más grande que mi habitación de ahora. Puede parecer un poco tontería, pero tener un chalet tan grande está muy bien para lo que hacemos, queremos que forme parte del contenido que creamos. Además, aquí no hay vecinos, así que no hay riesgo de que venga la policía por culpa de nuestros gritos. G2 es un club muy exitoso y quería invertir en nosotros”, nos cuenta acomodado en su lugar habitual de retransmisión.

Tras casi dos meses encerrado, Llanos asegura que ha hecho directos —así es como llaman los streamers a sus retransmisiones jugando a videojuegos—, prácticamente, todos los días. Tiene absoluta libertad a la hora de trabajar, nadie le dice cuándo ni cuánto tiempo deben durar. Y así es como disfruta y se divierte. “Una de las cosas que más me gusta de los directos es lo de charlar con la gente. Me gusta mucho que sepan lo que pienso y que podamos debatir sobre ciertas cosas. Además, aunque yo trabaje para G2 puedo hacer lo que quiera. Haré unas 200 horas de directos al mes, lo hago porque me apetece y me hace feliz”, comenta con una seriedad absoluta.

“La casa en la que vivía antes es un poco más grande que mi habitación de ahora”

Sorprende, que alguien tan dicharachero y extrovertido en sus conexiones, charle con tanta concentración, casi como si estuviera en un examen o, peor, en un interrogatorio. Achaco el tono a la frialdad de la videollamada, un sistema de comunicación que se ha revelado como imprescindible en época de pandemia. Aunque Ibai asegura que es por el “respeto” que guarda a los periodistas o gente que no conoce. Y, también, porque, a pesar de las apariencias, es un chico bastante tímido. “Si, a día de hoy, mi madre se pone a mi lado a ver cómo hago un directo, me muero de la vergüenza. Pero si me ve desde casa, mi percepción varía. Mucha gente alucina porque cuando comentaba la LVP me volvía loco y luego, en persona, era totalmente diferente. Con quien no tengo confianza me gusta estar tranquilito”, explica.

Precisamente, ahora que mencionas a tu madre, ¿cómo vive tu fama?
Llevo cuatro años en Barcelona y, al principio, lo pasé un poco mal porque trabajaba gratis y no entendían lo que hacía. Sin embargo, ahora lo llevan fenomenal porque saben que me gano la vida holgadamente y he salido hasta en los periódicos locales de Bilbao —ríe—. Es más, a veces se meten en algún directo. Mi madre, por ejemplo, ve ‘Sálvame’ y el otro día le comenté que Kiko Rivera me había escrito por WhatsApp y lo flipó. Ese tipo de cosas le hacen entender más lo que hago y que diga: “Bueno, el chaval al menos se está ganando la vida”.

Entonces,  sabrá que durante el confinamiento ha habido dos momentos virales: tu susto en ‘La Resistencia’ y la pillada de Alfonso Merlos.
Ser viral impacta mucho —ríe—. Cuando sucede da un poco de miedo y respeto, porque ya llegas a audiencias que no saben quién eres. Lo llevo bien, pero es cierto que a veces noto demasiada presión en cada cosa que digo o hago. Tiene una parte buena, que es que a la mayoría de personas les mola lo que hago y me lo paso muy bien el 95% de los días. Pero, también, tiene una parte negativa, que es pensar en toda la gente que hay siguiéndote. Da un poco de pánico.

“Al principio, estaba muy jodido. Pensaba, literalmente, que me iba a morir. No sentía los brazos, las piernas y no podía caminar”

Estar en el ojo del huracán implica tener una presión que no todo el mundo puede soportar. Justo antes de mudarse a Barcelona, y durante los meses siguientes, Ibai sintió en sus propias carnes el significado de la ansiedad. “Al principio, estaba muy jodido. Pensaba, literalmente, que me iba a morir. No sentía los brazos, las piernas y no podía caminar. Soy una persona bastante nerviosa y estar expuesto añadía más tensión. Me estuve tratando con psicólogos y, afortunadamente, a día de hoy no me afecta prácticamente en nada. He aprendido a convivir con ello por mí mismo”, relata a través de la pantalla.

De caster a narrador

Desde su habitación, con un gran micrófono negro que recuerda a los que se utilizan en los estudios de radio, Ibai habla, sin perder el rictus serio, sobre su verdadera pasión: la narración. Aunque su camino ahora pase por el streaming con G2, el bilbaíno no olvida qué es lo que le ha convertido en una celebridad de las redes sociales. Se crió escuchando las narraciones de ‘Carrusel Deportivo’ de la Cadena Ser y así, imitando a sus locutores y practicando sin descanso, logró hacerse un hueco en la LVP con apenas 19 años. Hoy, es una de las voces del FIFA junto a Manolo Lama. “A mí, realmente, lo que me gusta son las narraciones deportivas. Soy un enfermo del deporte. Sin embargo, no quiero arrastrarme a hacer el ridículo porque ya hay profesionales buenísimos. En el futuro, seguro que haré colaboraciones, pero tengo bastante claro que me quiero quedar en los videojuegos. Este mismo año iba a narrar los Juegos Olímpicos y, por culpa del Covid-19, se han cancelado”, apunta el caster —nombre con el que se conoce al que guía la partida, define la acción y es capaz de llenar los momentos vacíos—.

¿Qué es lo más raro que has narrado nunca?
Narro muchas cosas extrañas porque me entretiene mucho. A la gente le gusta y encima lo puedo hacer en Twitch —la plataforma de streaming de Amazon—. Te diría que lo más raro es el concurso de tortazos en Rusia, algún juego japonés con banderas o las carreras de canicas con constructores de la Fórmula 1. Me entretiene mucho y me hace gracia que la gente lo siga y viva con pasión. Es surrealista.

“Da la sensación de que cuando te lo pasas bien o haces lo que te gusta parece que no tienes derecho a quejarte nunca”

¿Te molesta que haya gente que no lo considere un trabajo?
Me molesta mucho. Da la sensación de que cuando te lo pasas bien o haces lo que te gusta parece que no tienes derecho a quejarte nunca. Detrás de cada directo hay una idea y una reunión. Me gustaría que los que dicen eso probaran a enchufarse una cámara con dos focos, tres pantallas y estar así dos o tres meses seguidos.

El negocio de los likes

Sea por las narraciones o por los streamings, Ibai es una de las personalidades más seguidas de España. Entre todos sus perfiles, acumula algo más de cuatro millones de seguidores. Una realidad que se traduce en ingresos, puesto que a más visibilidad, más facturación. Él mismo reconoce que, en cuestión de dos años, ha pasado de tener 3.000 a 100.000 euros en el banco. “Empecé cobrando un sueldo normal en la LVP de poco más de 1.000 euros. Pero, a día de hoy, lo que me da más beneficios es Twitch, donde si tienes mucha audiencia, la propia app inserta anuncios en tu cuenta y te genera ingresos. Aparte está el servicio de suscripciones, gente que se suscribe a tu canal por cinco euros al mes, del mismo modo que se suscriben a una revista. Ya, en otro nivel, está el apoyo de marcas conocidas o no. Ahí me han llegado a ofrecer auténticas barbaridades de dinero”, explica sin dar cifras.

En cuestión de dos años, Ibai, ha pasado de tener 3.000 a 100.000 euros en el banco

Llegados a este punto, con dinero, fama y una mansión que, de no ser por el coronavirus, nada hubiera tenido que envidiar a la de Playboy, no dejo de encontrar paralelismos entre las pasiones que levanta el mundo gamer y el rock. Es como si, por arte de clic, unos hubiesen sustituido a los otros. “No somos superestrellas, estamos muy por debajo. Pero la gente que está entre los 18 y 24 años te conoce. Ser conocido hace que algún amigo te deje un reservado de discoteca y cosas así, pero poco más. Afortunadamente, me puedo tomar un café por la calle tranquilamente”, bromea.

¿Has dejado de hacer cosas por el hecho de ser famoso?
No. Ahora estamos confinados y no tengo una sensación real de lo que ocurre, pero más allá de eso mi vida no ha cambiado nada. Sin embargo, a veces puede agobiar. Durante unas fiestas de Bilbao llegué a hacerme 3.000 fotografías y se me hacía un poco desagradable por las personas que me acompañaban. Sin embargo, luego lo pienso: “Joder, es que a mí me mola conocer gente”. Si alguien te pide una foto y le puedes arreglar mínimamente el día, yo encantado. Solo tengo problemas en lugares concretos, como centros comerciales, discotecas o sitios de ese tipo.

Un ordenador, una webcam y mucho talento. Eso es lo único que ha necesitado Ibai para convertirse en un referente entre los de su generación. Un camino no exento de mucho trabajo y dolor, pero también repleto de logros y éxitos. Precisamente, a través de la cámara del bilbaíno, veo una pequeña vitrina de trofeos que da buena cuenta de ello. El confinamiento tiene estas cosas, se ve solo aquello que queremos mostrar. Una novedad a la que nos hemos tenido que adaptar improvisadamente pero que nos ha permitido, por paradójico que pueda resultar, conocer un poco más a Ibai Llanos sin ningún tipo de filtro.

*Artículo original aparecido en el número 38 de Mine. Descarga la edición digital interactiva para iOS o Android o el PDF de #Mine38. 

VÍDEO: Raúl Díaz