Carlo D’Ursi (Italia, 1978) es un animal cinematográfico que vive por y para la cultura. Italiano de nacimiento pero español por elección, es uno de los hijos adoptivos de nuestra industria cinematográfica. De hecho, fue elegido como Producer on the Move 2017 en el Festival de Cannes en representación de España. Ya sea como actor, productor o director lo suyo es contar historias. Con su cortometraje ‘Tabib’, sobre el último pediatra asesinado en Alepo, ha ganado, entre otros, el premio Nastri D’argento de la crítica italiana. El 6 de Julio estrena la comedia ‘Jefe’ en la que, además de producir, forma parte del elenco junto a Luís Callejo y Juana Acosta.
En ‘Jefe’ se critican, con humor, muchos tópicos del machismo. ¿Qué papel tienen los hombres en la causa feminista?
Muchos hombres son ellos mismos víctimas de los estereotipos del machismo y del modus operandi impuesto para un hombre. Por ello, nosotros mismos somos parte del movimiento feminista porque un mundo donde las mujeres estén puestas en valor, nos pondrá también en valor a nosotros como seres humanos. Al final, dejaremos de diferenciarnos por lo que llevamos entre las piernas –ríe–.
Esta es la cuarta vez que compaginas el ser productor con actor dentro de una cinta. ¿Tu labor de productor te facilita tu trabajo como actor?
Ser productor no me facilita acceder a papeles, pero me permite entender mejor el ecosistema de un rodaje cuando trabajo de actor. Yo nazco como actor, pero me hago productor cuando entro en El Deseo, la productora de Almodóvar. Luego en 2004, tras pasar por Alta Films, monto mi propia productora, Potenza Producciones. Sin embargo, aunque están muy cerca, las dos cosas son paralelas y no se superponen. Ser productor me da, como actor, la conciencia de qué está pasando en el rodaje, pero un productor no consigue enchufar a un actor. En España, dentro del mundo del cine hay mucha meritocracia.
Creo que para que la comedia sea efectiva debe ser libre. Debe ser provocadora, pero provocar ahora es muy difícil porque estamos muy sensibilizados y sensibles.
Supongo que estarás al tanto de la liberación de La Manada la semana pasada. Cuando la gente no está conforme con la justicia, ¿se puede hacer desde el cine o la cultura?
A ver, está claro que la cultura es un motor de desarrollo, tanto social como económico. Y el cine como tal tiene un abanico enorme que comprende desde el entretenimiento hasta lo social. El entretenimiento más puro apunta más hacia la industria y lo más social va hacia lo educativo. En todo este abanico hay múltiples opciones y todas son válidas. Por ejemplo, ‘Jefe’ es una película que lucha contra el machismo, pero no es la típica película dramática y aburrida que tiene mucho peso pero que nadie ve en el cine. En cambio, hemos hecho una comedia con la que, a través de la risa, consigues despertar algo. Como dijo Molière: el deber de la comedia es cambiar al ser humano divirtiéndolo.
Pero últimamente hay que ir con mucho cuidado para no herir sensibilidades y convertirse en carne de cañón en las redes. ¿El humor debe tener límites?
Creo que para que la comedia sea efectiva debe ser libre. Desde luego en una época de autocensura como la que vivimos, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice para dormir por las noches –bromea–. La comedia debe ser provocadora, pero provocar ahora es muy difícil porque estamos muy sensibilizados y sensibles.
Libertad como forma de vida
A lo largo de tu vida profesional, ¿cómo ha sido el peor jefe que te has encontrado?
El peor jefe que he tenido ha sido una mujer con quien tuve un fuerte caso de acoso laboral, no sexual. Tuve un periodo muy malo de mi vida y tuve que ir a análisis, y al final lo superé yéndome.
¿Y cómo es el jefe ideal para ti?
El jefe ideal soy yo –bromea–. Lo que yo intento ser cada día más es un jefe motivador, transparente, participativo. Ya se ha terminado la época de las estructuras piramidales dentro del mundo laboral. Ahora mismo lo que yo busco son colaboradores y no empleados. Gente que sea proactiva, que me aporte cosas.
“Volver al pueblo ignorante e impulsivo es la técnica que han usado los regímenes totalitarios del siglo pasado”.
Recientemente se levantó el secuestro del libro ‘Fariña’. ¿La cultura debe tener censura?
¡Ya era hora de que lo levantaran! La censura como tal es un concepto del siglo pasado que ya no tiene cabida en la actualidad. Con la Ley Mordaza todo esto se ha exasperado. Ahora estamos en un periodo donde lo importante no es la verdad, sino quién grita más fuerte. Y espero que este sea el primero de muchos fallos judiciales en los que la cultura deje de ser un enemigo para ser lo que siempre ha sido: un bien público.
Y en este sentido, ¿el cine ha de tener color político?
El cine es cultura y la cultura, como tal, es un patrimonio nacional y, por tanto, una cuestión de estado que no tiene color político y la protegemos todos. Y hay que ser muy ciego o muy listo para intentar borrar la cultura de un país. Y digo muy listo porque volver al pueblo ignorante e impulsivo es la técnica que han usado todos los regímenes totalitarios en el siglo pasado. Y es la táctica que usa el presidente de Italia, por ejemplo, para encender a todo el país en contra de los inmigrantes.
Tu cortometraje ‘Tabib’ sobre un médico de Alepo ha cosechado multitud de premios. ¿Qué te ha aportado personalmente el proyecto?
Me dignificó mucho como cineasta y me dio la posibilidad de concienciarme sobre una causa que desconocía antes de ver la noticia del último pediatra de Alepo asesinado en 2016. Y también me ha hecho conocer una faceta mía como director que no conocía en absoluto y que, de repente, a golpe de premios me ha hecho plantearme si me apetece contar alguna historia más.
¿Crees que la gente es consciente del horror que allí se vive o que lo ven como algo lejano y hasta puede parecer irreal?
El público general está anestesiado entre lo que es real, lo que es falso y lo que es verdad elaborada. La gente ha tenido que anestesiarse visualmente por pura supervivencia. Por esta razón ‘Tabib’ es un corto sin música donde la violencia no es explícita. Con ello se crea un espacio de reflexión donde el silencio da la posibilidad de pensar.
“He vivido toda la vida pensando que era un ser humano de serie B”
¿Se puede conseguir un cambio social mediante el cine?
Hace cinco años, cuando produje ‘Diamantes negros’, tenía el sueño de conocer al Mandela español que para mí es Rodríguez Zapatero porque me ha dignificado mucho como ser humano –el ex presidente aprobó la ley del matrimonio homosexual–. La gente joven tiene asumido que se puede casar, que es igual a los demás. Yo con 40 años he vivido toda la vida pensando que era un ser humano de serie B, que siempre tenía que justificarme por un defecto. Y, cuando lo conocí, le pregunté cómo lograr un cambio social. Él me respondió que a veces lo más importante en un mundo de griterío es saber susurrar a la gente. Por eso, ‘Tabib’ es un corto que susurra al espectador.
Tus producciones han cosechado más de 200 premios. ¿Qué es más importante: los premios o tener muchos seguidores en redes sociales y arrastrar un fenómeno fan?
La clave es una mezcla entre las dos cosas. Tu valor real, desde luego, es tu arte, tu capacidad y el reconocimiento en la industria. Pero en un mundo donde manda el mercado y todos somos productos, de poco vale tener algo muy valioso si no sabes venderlo. Las dos cosas deben ser compatibles.