Puede que algo tengan que ver las meigas, aunque lo cierto es que Tamar Novas (Santiago de Compostela, 1986) afronta con holgura los vaivenes de una profesión a ratos tormentosa. La constancia y la pasión por la interpretación son dos atributos que le definen y le ayudan a sufragar las pequeñas mermas de un oficio que no es para todos. Con 13 años tuvo su primer papel en el cine, junto al eterno Fernando Fernán Gómez, y con 17 recogió su primer y único Goya hasta la fecha. Planea sobre el cine español la ‘maldición’ del cabezón a la mejor interpretación revelación, pero en su caso fue una bendición que le ha abierto las puertas del éxito. El éxito de seguir trabajando de esto.
Desde aquel 2005, Tamar no ha dejado de engrasar su trayectoria a base de pequeños y grandes papeles, y de formarse para llegar a ser tan bueno como los actores que admira. Se siente un eterno estudiante y muy agradecido por seguir en pie en la profesión. Algo tiene para que las meigas no dejen de asistirle.
La incertidumbre laboral va incorporada a una profesión como la de actor, ¿tú cómo la llevas?
Me da un poco de cosa decirlo, pero yo no he tenido nunca esa sensación, quizá porque desde muy joven vi que esto no es un trabajo de lunes a viernes de 8 a 16 horas. Tengo muy asumido que hay etapas o meses en los que uno tiene que administrarse para vivir con la posibilidad de que no se trabaje. Yo empecé como actor sin considerar que era mi oficio y desde hace unos años creo que ya lo es. Ser actor implica surfear con la incertidumbre, o sea que lo tengo muy incorporado. Hay momentos que sí lo piensas, pero nunca me he planteado dejar la interpretación. Al contrario, siempre pensaba que ojalá me deje espacio para probar más con la música y la dirección.
Es cierto que vienes de un 2018 de mucho trabajo y este 2019 has hecho la obra ‘El jardín de los cerezos’, estrenas una película y una serie en Netflix y dos papeles pequeños en el cine. ¿Siempre ha sido así?
Esto va por rachas, a veces da la sensación de que uno no para y a veces se están estrenando cosas que se hicieron hace un tiempo. Este año sí que he estado trabajando, he estado con teatro y grabando la segunda temporada de ‘Alta Mar’. Una de las cosas que más me gusta, igual es puro capricho, es estar haciendo audiovisual y teatro. Estar en los tres lenguajes me gusta, pero no siempre es así. Considero que mi carrera aún está empezando, pero he pasado etapas de más trabajo y otras de dedicarme más a la formación. Tengo muchas ganas de trabajar y tengo la suerte de poder hacerlo. Toco madera.
“He llevado un tipo de vida en la que he intentado, en la medida de lo posible, no tener que trabajar sólo por ingresar dinero”
¿De qué se vive mejor: del cine, la televisión o el teatro?
El tópico creo que aún se cumple, de la televisión. Pero, vamos, sería hipócrita por mi parte no decir que en el Centro Dramático Nacional vivo muy bien, es un gusto trabajar en teatro.
Como decías antes, tu trabajo no es de lunes a viernes y tampoco tienes una nómina a final de mes. ¿Alguna vez lo has pasado mal económicamente?
No, pero porque siempre me he organizado. Odio la frase “vivir por encima de nuestras posibilidades”, porque creo que es una imposibilidad. Vives con las posibilidades que tienes, sino estarías muerto. Pero llegué a Madrid con carácter de provisionalidad para terminar Comunicación Audiovisual, con una beca universitaria, y me fui quedando porque me salió trabajo. Lo que me ha dado mi forma de vivir es ser actor y llevo casi doce años aquí. También he llevado un tipo de vida en la que he intentado, en la medida de lo posible, no tener que trabajar sólo por ingresar dinero.
¿Podríamos decir que no has sufrido la temida maldición del Goya a mejor actor revelación?
En mi caso fue más una bendición, yo tenía 17 años. Se supone que no ocurren así las cosas, incluso el premio revelación muchas veces recae en gente que no ha sido reconocida pero que lleva un montón de años trabajando. Yo lo tomé como un regalo, pero también como una responsabilidad. Me tomé en serio que si quería trabajar como actor necesitaba herramientas, me apetece tener la sensación de dominar un oficio. Y a eso me he dedicado y me sigo dedicando.
“Me tomé en serio que si quería trabajar como actor necesitaba herramientas, me apetece tener la sensación de dominar un oficio”
Habiendo ganado el mayor galardón del cine español tan joven, ¿cómo ponderas el éxito?
Es muy personal, en mi caso es un éxito sobrevivir de esto, pero no siempre tiene que darte eso la felicidad. Me gusta mucho el cambio de proyectos, me parece que esta vida te permite viajar, cambiar de familia, de trabajo y es una forma de vida que me gusta. Tengo la sensación de reto y es lo que me parece un éxito. Y luego tengo una sensación de estar haciendo algo que me gusta y eso me parece la mayor fortuna.
En 2005, una cámara de televisión te grabó entre bambalinas cuando hablabas con tu madre tras recibir el cabezón. ¿Has cambiado mucho desde entonces?
Se mantiene un amor por la familia absoluto, lo del Goya me pasa hoy y no reacciono así, yo creo que es inconsciencia. Pero sí que intento recordar por qué me fascinaba entonces trabajar en el cine y por qué los actores me causaban muchísima admiración. Siempre me he encontrado intentando aprender de gente que tiene algo que enseñarme. Me pasa con Carmen Machi, intento mirarla todo el rato, o con Chema Adeva, que es un actor que lleva cincuenta años en el teatro. Hay algo de eso que no sé si conservaré con 50 años, pero a día de hoy aún me gusta.
El destino y las meigas
Tu primer compañero de reparto fue el gran Fernando Fernán Gómez, supongo que eso te marca un camino.
Ahora, con perspectiva, soy consciente de una línea constante, un hilo que tiene que ver con él y que mantengo a día de hoy. Hace unos años me acuerdo que hice una prueba del Centro Dramático Nacional para ‘El viaje a ninguna parte’ –película dirigida por Fernando Fernán Gómez–. Yo interpretaba a un chaval gallego de 16 años que llega a Madrid porque le ha mandado su madre y se incorpora a una compañía, aunque no se le da muy bien la interpretación. Ahora sí que lo veo como tú y digo: ‘las meigas decidieron que tenía que estar en esto’. Me hace gracia pensar que hay como una conexión y ojalá sea así, porque eso te da una confianza de que algo te ha ido guiando y cuidando.
¿Eres muy supersticioso?
Creo que sí. Me digo que no porque veo a otra gente más supersticiosa, pero sí que tengo cosas para darle sentido a aquello que le falta explicación, que dices qué casualidad. Prefiero pensar que no lo es, que hay algo ahí que maneja para bien las cosas.
“Me encantaría vivir en Nueva York un tiempo, es algo que no abandono como fantasía”
¿Trabajar en una serie como ‘Fariña’ te ha removido la idea de trabajar fuera de España?
Sí que me apetece, es algo con lo que sigo, tanto con los idiomas como con la agencia fuera. Pero también ha cambiado esta cosa de cruzar el charco, ahora es una cosa como rancia. Ahora llegas más fácil desde aquí a cualquier sitio y tal vez eso es una oportunidad, en mi caso no se ha dado todavía. Además, tiene que ser muy estresante pensar en dejar tu hogar y empezar de cero. Pero me encantaría vivir en Nueva York un tiempo, es algo que no abandono como fantasía.
¿Has tenido algún feedback internacional?
Por redes sociales la gente reacciona de sitios bastante recónditos y te mandan mensajes. Yo creo que llegar a más público siempre es positivo. Tener la posibilidad de que alguien de otro lugar se fije en ti para una historia y poder rodar fuera me encantaría.
En Instagram tienes stories cantando y tocando la guitarra, ¿vas a dar el salto a la canción?
Me encantaría, pero me da un poco de pudor teniendo a mi alrededor a gente tan profesional como mi amigo Pablo Seijas. Me cuesta mucho ver algo serio saliendo de mí viéndole a él. Siempre lo veo como algo adyacente para aplicar en el teatro o en algo audiovisual. Supongo que algún día me tocará probar, porque es una pulsión que tengo.
¿Sientes que estás pagando cierto precio por la fama?
No tengo la sensación de vivir mal, ni creo que tenga un nivel de fama como alguna gente que no puede salir a la calle. Al principio sí resultaba muy llamativo porque era un terreno desconocido y la sensación era muy extraña. Tuve algún incidente que incluso me dio por pensar no dedicarme a algo que me pudiera exponer tanto, pero me he ido acostumbrando. Lo veo como una parte de esto e intento no exponer mi vida íntima, separar y decidir a qué quiero que se preste atención y a qué no.
*Artículo original aparecido en el número 37 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.