Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la carrera espacial. El multimillonario Elon Musk vuelve a ser la personas más aplaudida del planeta, después de que su empresa aeroespacial SpaceX consiguiera enviar astronautas al espacio. Se trata de la primera vez en la historia que una empresa privada logra este hito espacial. Y estos dos tipos sonrientes de aquí son los capitanes de la misión financiada por el fundador de Tesla.
Pero, aunque Musk y su empresa sean los más punteros hasta la fecha, hay otras entidades privadas que se están apuntando a esto de conquistar el espacio exterior. Veremos qué multimillonario se lleva el ansiado título de Rey del espacio.
Blue Origin: envíos prime al espacio
Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo según la lista Forbes y jefazo absoluto de Amazon, es otra de las grandes mentes que persiguen con ahínco alcanzar las estrellas. Al igual que SpaceX, su empresa Blue Origin pretende abaratar los costes de los viajes al espacio reutilizando cohetes y ofreciendo exclusivos pasajes. Tras su fundación en 2002, la empresa de Bezos también ha conseguido diseñar un cohete orbital capaz de despegar y aterrizar por sí mismo, su propia cápsula reutilizable y un módulo lunar denominado ‘Blue Moon’. Estos dos últimos están aún en fase pruebas.
Para financiar su particular pique espacial con Musk, se estima que Bezos está vendiendo alrededor de unos 900 millones de euros anuales de su cartera de acciones de Amazon. Un montante que, además, está acompañado de pequeños contratos con la NASA y el apoyo económico procedente de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos por valor de 160 millones de euros. Y, aunque por el momento, SpaceX le toma la delantera, el dueño de la mensajería tiene previsto anunciar próximamente un proyecto tremendamente ambicioso del que no se saben más detalles que su nombre, New Armstrong. Efectivamente, como el primer hombre que pisó la Luna, Neil Armstrong. ¿Será ésta una pista sobre su próximo envío prime?
Virgin Galactic: vuelos espaciales de capa caída
A los mandos de Virgin Galactic se encuentra otra de las grandes fortunas del mundo –será que la Tierra se les queda pequeña a los grandes bolsillos–, el magnate Richard Branson, dueño del imperio de más de 360 empresas que conforman Virgin Group. Podría decirse que fueron los primeros en impulsar, a través del marketing y la parafernalia mediática, la idea de que los viajes espaciales turísticos eran posibles y asequibles. De hecho, en 2018 la NASA reconoció que la prueba realizada por el prototipo SpaceShipTwo de Virgin fue el primer vuelo comercial tripulado al espacio después de alcanzar un altura de 82,7 kilómetros.
Por el momento, ya han anticipado la venta de más de 600 billetes –un pasaje cuesta en torno a los 224.000 euros– para orbitar alrededor de la Tierra, aunque eso no significa que lo hayan conseguido aún. Desde que la empresa salió a bolsa en 2017, atraviesa turbulencias económicas que le han hecho perder potencia en relación a sus competidores, llegando incluso a perder un 50% de su valor en pocos meses. Quién sabe si con el impulso de SpaceX, Virgin Galactic vuelve a retomar el vuelo.
Space Adventure: viajes por 18 millones de euros
Es hasta el momento la única empresa de turismo espacial que ha enviado a personas reales al espacio a bordo de las cápsulas rusas Soyuz. Para ello, somete a sus clientes a un intensivo entrenamiento, similar al que realizan los astronautas profesionales y se aprovecha de las instalaciones de la NASA y de Roscosmos –la agencia espacial rusa–. En 2001, Dennis Tito -es de la izquierda de la foto-, un empresario estadounidense, pagó la friolera de 18 millones de euros por pasar siete días y 22 horas en la Estación Espacial Internacional. Convirtiéndose así en el primer turista espacial de la historia.
Desde entonces, hasta cinco personas en el mundo pueden presumir de haber sido turistas espaciales. En 2009 Space Adventure realizó su último viaje, sin embargo, la empresa tiene previsto ofertar en los próximos años viajes alrededor de la Luna e, incluso, paseos espaciales utilizando el traje espacial ruso Orlan. No hay fronteras, ni tan siquiera espaciales, que el bolsillo de un multimillonario no pueda traspasar.
Orion Span: un spa en el espacio
Mientras la mayoría de empresas se centran en el transporte y en cómo conseguir el vehículo espacial más económico y durarero, la startup Orion Span pone todos sus recursos en lo que puede ser el resort del futuro. En ese sentido, han diseñado ‘Aurora’, un hotel de lujo formado por módulos similares a los de la ISS que se situarán a 320 kilómetros de altura, según todas las predicciones, en 2021. De lujo sí, pero en pequeñas dimensiones, ya que el habitáculo de la cabina no superará los 13 metros de largo por 4 de ancho y en él tendrán que convivir hasta seis personas.
Estar con la cabeza en las estrellas durante una semana y media tendrá un precio de 8,5 millones de euros y será necesario una reserva de 71.000 euros antes de comenzar el viaje y superar un entrenamiento a baja gravedad de tres meses. No vaya a ser que te lo pienses mejor y prefieras mantener los pies en tierra, cerca del chiringuito y tostándote al sol. Ya en órbita, los clientes pueden disfrutar de las espectaculares vistas, flotar libremente, practicar hidroponía –cultivar mediante disoluciones minerales en lugar de tierra– o jugar a juegos de realidad virtual. Sin lugar a dudas, una experiencia de otro mundo.
SpaceX: el alumno aventajado
Se ha convertido en la gran triunfadora en lo que a la comercialización del espacio se refiere. De hecho, Musk, ha conseguido que hasta los coches oficiales de la NASA sean sus eléctricos de Tesla –marca de la que también es propietario–. El primer goal de Space X fueron los cohetes Falcon 9, capaces de despegar y aterrizar de forma autónoma. Y el más reciente es la cápsula Crew Dragon, que ha transportado por primera vez a dos astronautas –Doug Hurley y Bob Behnken– hasta la Estación Espacial Internacional (ISS) dentro de la misión Demos 2.
¿Y por qué la empresa privada se mete en estos fregados? Pues, además de por ambición megalómana, porque hace unos años que el Gobierno de Estados está recortando en inversiones que no tienen que ver con la Tierra. Desde que finalizó el programa de transbordadores, la NASA, y más concretamente el Congreso de los Estados Unidos, andan con el puño cerrado y sin medio de transporte propio. Si hay que gastarse la pasta en la conquista del espacio, los congresistas deben pensar que mejor que no sea la del contribuyente. Puestos a gastar, mejor que lo haga SpaceX. Se estima que esta alianza público-privada le ha supuesto a la agencia un ahorro cercano a los 30 mil millones de euros. Y, como siempre, este generoso gasto tiene una contraprestación. Esta inversión privada se da a cambio de promover los viajes comerciales al espacio exterior. De hecho, se ha llegado a especular que el mismísimo Tom Cruise estaría dispuesto a protagonizar la primera película rodada en el espacio con la ayuda de SpaceX.