En la década de los 50, la Segunda Guerra Mundial acababa de concluir y muchos ex combatientes estadounidenses acostumbrados a conducir motos por Europa durante el conflicto estaban como locos por hacerse con una y reconstruirla a su gusto. El entretenimiento de muchos jóvenes americanos pasó a ser la decoración de su moto o coche. Cualquier adorno, por extravagante que fuera, valía con tal de impresionar al equipo de cheerleaders. Nacía la cultura custom y, con ella, una nueva forma de conducir y entender la velocidad. Compañías como Harley Davidson o Indian, proveedoras del ejército durante la contienda, se frotaban las manos con el auge de sus ventas y el rugir de las bandas de moteros.
Hoy, la cultura custom se ha extendido y son muchos los constructores en todo el mundo que aspiran a crear joyas sobre ruedas más propias de museos que de talleres. En Madrid, Nitrocycles trabaja desde hace más de seis años en lo que podríamos considerar motos de autor. Piezas únicas sobre ruedas, inimitables y con muchas horas de artesanía. Entre llantas oxidadas, chasis a medio montar y los acordes de The Black Keys sonando a todo trapo nos recibe Antonio Testillano, su fundador. “A raíz de la muerte de mi abuelo se me ocurrió comprar una Honda CB900 Bol Dor hecha trizas, restaurarla y adaptarla para rendirle un homenaje. Tras acabar el proceso, el resultado fue tan satisfactorio que mi padre y yo nos aventuramos a abrir un taller e ir a por más. Yo había estudiado Publicidad y Relaciones Públicas, pero lo que siempre me había gustado era la gasolina. Abandoné todo y me dediqué a mi pasión”, concluye.
En Madrid, Nitrocycles trabaja desde hace más de seis años en lo que podríamos considerar motos de autor
Huele a aceite de motor, metal fundido y goma de neumático. Entre las cuatro paredes que forman el taller hay congregadas en torno a 30 motos; algunas con media carrocería desmontada, otras sin ruedas esperando su turno y, de forma excepcional, cuatro modelos completamente acabados que brillan con luz propia y posarán como modelos para nuestra cámara. El tiempo de trabajo invertido en cada una de ellas es muy relativo, entre los factores que lo determinan están las exigencias del rider, la dificultad del proceso o la preparación del motor. “Es muy difícil de medir, todo depende de lo loco que te quieras volver. Pero, por establecer una media, si quieres una cosa más o menos normalita, en tres o cuatro meses puedes tener una moto personalizada a tu gusto, homologada y lista para circular”, nos explica mientras observamos alguna de las piezas más icónicas.
En la cultura custom las motos son una extensión de la personalidad de quien las conduce, es ahí donde reside la magia de este movimiento. Contra las cadenas de producción fordianas que solo fabrican réplicas idénticas y exactas, los constructores como Nitrocycles defienden lo único y excepcional. “Lo que yo intento transmitir a través de las motos es que sean únicas y tengan mucho de la persona que las lleva. La parte más difícil de mi trabajo es la parte emocional, necesito conocer al rider lo suficientemente bien como para saber qué quiere que le evoque la moto”. En un mundillo donde lo que prima es el talento por lo diferente, copiar, nos cuenta Antonio, es inadmisible. “A mí no me gusta plagiar motos. Muchas veces me viene gente con fotos de Instagram para que haga lo mismo, pero me niego”.
“Lo que yo intento transmitir a través de las motos es que sean únicas y tengan mucho de la persona que las lleva”, Antonio Testillano (fundador de Nitrocycles)
Precios con sorpresa
Suena Little Black Submarines en el altavoz que hay junto a un panel de herramientas ennegrecidas por el uso. En una parte de la canción, justo cuando la guitarra ruge como si fuera un motor de cuatro cilindros, el cantante entona en inglés: “Oh, ¿puede ser verdad? Las voces llamándome se pierden y hablan a destiempo”. Una estrofa perfecta para hablar de cómo es el proceso de creación de este tipo de vehículos. Contra la creencia popular, Antonio explica que el trabajo de personalización custom muchas veces se rige por la improvisación, las voces que él escucha en su cabeza hablan de horquillas, suspensiones, carenados y siluetas espectaculares. “Al principio dibujaba a mano el boceto de la futura moto, pero llegué a la conclusión de que no tenía sentido hacerlo. Una vez que empiezas a construir la moto, esta te habla, te pide cosas que no estaban planificadas. Me ha ocurrido en el 90% de los casos, imagino una moto con diferentes formas y colores y, al final, sale por la calle una cosa completamente diferente”, reflexiona el máximo responsable del taller.
Llegados a este punto, es imposible no preguntarse cuánto supone para el bolsillo de un mortal tener una de estas piezas de coleccionista. Suponemos que el desembolso quitará el hipo, pero nos cuentan que hay de todo. Teniendo en cuenta las horas de trabajo que conlleva su diseño y que el proceso de fabricación —más del 70% es artesanal— está más cerca de la escultura que de la mecánica, su precio, como es obvio, va en relación. “Todo depende de tus expectativas, pero una moto bastante modificada —sin incluir el precio de compra del vehículo— puede rondar desde los 7.000 y 8.000 euros hasta el infinito. Hay un montón de técnicas a mano que son muy caras. Al principio, la gente no se fija y dice: ‘Ponme esto, ponme lo otro’. Luego, ven la cuenta y se sorprenden porque es un dineral”.
“Una moto bastante modificada —sin incluir el precio de compra— va desde los 7.000€ hasta el infinito. Al principio, la gente no se fija y quiere todo. Luego, ven la cuenta y se sorprenden porque es un dineral”
Mientras preparamos el fondo de papel, los flashes y demás cachivaches para realizar las fotografías, reparamos en una moto Triumph con estética Mad Max que Nitrocycles rescató de Marruecos, restauró y reconvirtió imitando los modelos que disputan las carreras de aceleración de cuarto de milla. Un caprichito de más de 10.000 euros que un rider ha pagado para decorar el salón de su casa. Al escuchar el precio, nos preguntamos cómo es el perfil de la gente enganchada a esta cultura. ¿Locos del motor, adictos a la gasolina o, simplemente, enamorados de todo aquello que tenga que ver con la personalización? “Te encuentras desde el quemao de toda la vida que quiere hacerse la moto de sus sueños al que disfruta de la cultura custom y quiere un capricho que hable de él”, explica Antonio, mientras repasa con la mirada el proyecto que ahora ocupa su mente y la de sus otros dos compañeros. Es una BMW completamente artesanal en la que llevan trabajando más de un año y para la que hay, según dice, cheque en blanco. Entre cables y un chasis semidesnudo apenas se atisba lo que algún día será una moto de gran cilindrada.
Tal es la creatividad que venden constructores como Antonio Testillano, que las marcas oficiales en lugar de considerarlos competencia, los tratan como aliados. “Hay muchas compañías que se dedican a coger a constructores como nosotros, cederles una moto y dejarles vía libre para diseñar. Después las usan para hacer tours o exhibiciones por Europa. Aunque parezca que nosotros somos sus enemigos, es todo lo contrario, están bastante vinculadas al mundo artesanal”. Y es, precisamente, gracias a estas exhibiciones donde los diseños de Nitrocylces y demás constructores rugen con más fuerza. Festivales como el Wheels and Wave de Biarritz son una oportunidad para que miles de moteros presuman de burra. “Hay gente muy buena por todo el mundo, podría decirte uno o dos constructores top de cada país. Sin embargo, de lo que yo conozca, creo que lo mejor viene de Reino Unido y Francia”, opina Antonio.
Sin duda, una forma de vida. Una manera de sentir las motos que no para de ganar adeptos a miles de revoluciones y que traspasa la carretera para trasladarse al estilo de ropa o la forma de hablar. “Digamos que hay un nicho muy fuerte de gente que empieza a empaparse de expresiones, ropa o tipos de moto. La cultura racer, scrambler, food trucker está pegando muy fuerte, pero aún queda un último empujón. El boca a boca funciona muy bien, es algo old school total, pero Instagram también ayuda muchísimo”, bromea el dueño de Nitrocycles justo antes de despedirnos y volver, entre aceite de motor y piezas desguazas, a conversar con un amasijo de hierros que se convertirá en su próxima creación.
*Artículo original aparecido en el número 38 de Mine. Descarga la edición digital interactiva para iOS o Android o el PDF de #Mine38.