Menudo cambio de look, de barba de leñador a bigote hipster.
La verdad que sí –ríe–. Para mí es un piropo que la gente me diga que no me reconoce porque eso significa que tengo la posibilidad de ser camaleónico y ofrecer otro tipo de registro. Quería algo que me diferenciara del personaje de Iñaki (‘Allí Abajo’) y con la oportunidad de colaborar en el programa ‘Zapeando’ (LaSexta) vi la ocasión perfecta. Cogí la cuchilla y no dejé absolutamente nada.
¿Tienes miedo a que se te encasille en el personaje de Iñaki?
No, para nada, porque considero que ojalá esto solo sea el principio de una larga trayectoria. Para mí, esto es una carrera de fondo, entonces vamos a ir poco a poco. Creo que tengo muchísimo que aprender en comedia y ya no te digo en drama. Me gustaría probar en todas las disciplinas y experimentar nuevos proyectos. Si me encasillan y me siguen llamando pues bendito encasillamiento. Si no, pues ya me ocuparé yo de hacer otros proyectos con características diferentes.
Recientemente hemos conocido que Antena 3 ha renovado por una quinta temporada ‘Allí Abajo’. ¿Cómo te mantienes fresco tras cuatro temporadas?
‘Allí abajo’ todavía tiene muchas cosas que contar, es verdad que la pareja de Carmen e Iñaki ha pasado por todos los estados de enamoramiento, pero todavía se pueden dar otras perspectivas más modernas, solo hay que fijarse en la vida real. Los guionistas tienen mucho que explorar todavía. Por otra parte, se ha construido una gran familia, una piña que por el momento parece irrompible. Los rodajes han pasado a ser algo muy personal, sabemos que cada temporada es un reto nuevo, es un doble mortal con tirabuzón y medio cada vez más difícil –ríe–. Los años nos dan responsabilidad y también tranquilidad porque ya no tenemos que demostrar.
Estamos viviendo una época en que los bufones, es decir nosotros, estamos siendo censurados no por el poder sino por el pueblo
Con las plataformas digitales, ¿pasarán las series en abierto a mejor vida?
Es bonito ser testigo de una cosa que está pasando en la televisión y vivirlo en primera persona. Hay un tsunami que creíamos que iba a tardar un poquito más en llegar y de repente nos hemos visto surfeando la ola. En ese sentido, vemos que muchas series buscan su cobijo en las plataformas digitales antes que en la televisión convencional. Nosotros, por otro lado, somos los dignos sucesores de ‘Farmacia de Guardia’, ‘Médico de familia’ o ‘Los Serrano’, no me da ninguna vergüenza decirlo –ríe–. Son series familiares, blancas y comedias generalistas que todavía enganchan a la gente que tiene el mando de la televisión en la mano. A las personas de 20 o 30 años no le puedes decir que una serie es el lunes a las 22:40, el capítulo es cuando a ellos les de la gana.
Las contraprogramaciones, imagino, tampoco ayudarán.
Desgraciadamente, hay cosas que escapan de nuestro control, nosotros no podemos entrar en lo que es el negocio puro y duro, en la guerra de las audiencias, los porcentajes por los que luchan una y otra cadena. Por suerte, ‘Allí Abajo’ ha ido bien y no hemos sufrido muchos cambios de día. Es verdad, que eso también ayuda al espectador a identificar la serie. Cuando ocurre lo contrario y las cadenas cambian en ocho semanas dos o tres veces el día de emisión, sí que te preguntas qué ocurre, por qué hacen eso con algo que tanto trabajo ha costado. La sensibilidad que uno tiene con su trabajo es normal que otros no la tengan. Los productores o ejecutivos de la cadena están pendiente de tu producto y veinte más.
Tras rodar en el País Vasco, Madrid y Andalucía, ¿sientes que hay tantas cosas que nos diferencian como nos hacen pensar nuestros políticos?
No, para nada. Si algo nos ha enseñado ‘Allí Abajo’ y vivir en Sevilla es que las diferencias son mínimas y son sobre todo culturales, que es lo que le da ‘vidilla’ a todo. Los contrastes culturales son lo que le dan chispa a todo, conocer las diferencias entre unos y otros y adoptar lo mejor de cada uno es la salsa. Una de mis aficiones es viajar y conocer sitios, ideologías, características y gastronomías nuevas. Hablar de lo que nos diferencia no me interesa. Un político no puede separar a la gente diferente entre sí, ni meterlos en un saco de total igualdad. Ni somos todos iguales, ni hay diferencias insalvables en este país.
Ahora, cambias las cámaras por las tablas del teatro con ‘Mandíbula Afilada’.
El teatro te ofrece algo que no ofrece la ficción grabada, que es la respuesta inmediata del público, la adrenalina que da estar encima de un escenario. Ahora, mientras hago la obra, según se desarrolla la temporada, estoy sintiendo mucho eso. El teatro tiene un algo, una magia, un feedback con el público que otras disciplinas interpretativas no tienen. Lo estoy disfrutando mucho.
Una obra, que definís, para antes del WhatsApp, ¿cualquier tiempo pasado fue mejor?
Tiene mucho que ver con eso. Una de las características de la obra es que tiene mucho contenido nostálgico ochentero y noventero. Trata de unos personajes que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, sobre todo, el personaje de Juan, que es el que yo interpreto y está golpeado fuertemente por un síndrome de Peter Pan. Además, se habla sobre sueños de la adolescencia perdidos y metas que dejas de querer alcanzar.
¿Antes era más fácil hacer comedia que ahora?
No debería ser así, porque la comedia es un arma realmente importante desde que se creó. Es algo que el poder siempre ha rechazado porque la comedia bien hecha pica mucho y hace pupa. Pero de pronto, por las redes sociales, estamos viviendo una época en que los bufones, es decir nosotros, estamos siendo censurados no por el poder sino por el pueblo y eso me parece realmente triste. Vivimos en el no automático, el rechazo y la ofensa. Algo estamos haciendo mal para que la gente tenga que volcar su frustración en una pantalla y de forma anónima.