A estas alturas de confinamiento ya debes de estar subiéndote por las paredes y buscando ideas para matar el tiempo. Sabemos de sobra que es duro estar todo el día en casa pero ¿te imaginas esto mismo si tu hogar fuera de 10 metros cuadrados incluyendo tu dormitorio, la cocina, el aseo y el salón? Puedo imaginarme tu cara, seguramente, la misma que se me quedó a mí cuando Marc Olivé, el ideólogo de los pisos colmena, me contó su descabellada propuesta para hacinar hasta a 40 personas en un mismo inmueble. Y, aunque la primera impresión que me dio el empresario fue la de alguien con las ideas muy claras, a medida que fuimos avanzando con las conversaciones, vi que estos planes eran mero humo y que, como las mentiras, tienen las patas muy cortas. Esta es la historia.
Con unas medidas de menos de 3 metros cuadrados por habitáculo y zonas comunes compartidas, los pisos colmena que oferta Haibu 4.0 recuerdan a los polémicos pisos ataúd de Hong Kong. Desde la empresa, sin embargo, los vendían —y siguen haciéndolo a la fecha de publicación de este artículo— como una alternativa a los desmesurados alquileres. Eso sí, por ahora, solo se ha podido llevar a cabo uno, y de forma clandestina, en un local de un municipio cercano a Barcelona.
En Mine, tras el anuncio de su expansión por todo el país, quisimos saber qué pasaba con estos cubículos tan claustrofóbicos. Incluso, queríamos pasar una noche en uno de ellos y contacté con la empresa. Marc Olivé, el director de Haibu, respondió al email de la web y no dejó de sorprenderme desde el minuto uno —primero con nuestra charla telefónica y, después, con la conversación de días y días vía WhatsApp—.
Enseguida se mostró encantado con que le prestáramos atención y empezó a mandarme artículos, fotografías —selfies y emojis incluidos y que reflejo tal cual en este artículo— y links del proyecto. Y, pese a toda la polémica que arrastraba por aquel entonces, Olivé, lejos de amedrentarse, aseguraba que su proyecto era viable. “Nuestras casas las puedes comparar con lo que quieras. Si las comparas con un piso de 100 metros cuadrados son pequeñas, si las comparas con un cajero automático son el paraíso🤷🏻♂😊”, me escribía sin escatimar en todo tipo de emojis. En este vídeo promocional puedes ver a partir del minuto 4:12 el interior de estas ‘viviendas’. Saquen sus propias conclusiones.
Se me presentó como una especie de Robin Hood batallando contra los gobernantes y los desorbitados alquileres. “A cada persona le tocan 10 metros cuadrados repartidos entre el habitáculo de madera aglomerada y las zonas comunes”, me aseguraba este “héroe” que piensa que a cualquiera de nosotros 10m² le bastan para vivir. “No nos estamos aprovechando de nadie. Hemos estudiado pisos como los de Japón que son depresivos y dañinos, por eso en Haibu minimizamos las zonas privadas y maximizamos las comunes para generar una sinergia entre las personas de la casa”.
Cuando planteé este reportaje en la revista, mi idea era comparar esos diminutos cubículos con otros habitáculos. Desde habitaciones de hotel o salas vip privadas de aviones a baños o cárceles. Todo para debatir acerca de si ese espacio se podría considerar una vivienda digna o no. Pero pronto comencé a ver que la realidad no cuadraba con lo que nos vendía su creador y decidí seguir preguntando. Esta vez a inquilinos y futuros inquilinos. ¿El resultado? Ni un ahorro de dinero tan rápido como dicen ni cooperación entre sus miembros.
“Te puede sacar de apuros económicos, pero estuve más tiempo del que hubiera querido. Solo estás ahí para dormir. Cada uno está a lo suyo y no se interactúa mucho con los otros inquilinos. Es una opción muy decente”, confiesa Santiago Ortega, que vivió en la colmena barcelonesa. Es colombiano, repartidor en bicicleta, tiene 32 años y lleva un año en Barcelona; casi todo ese tiempo en la colmena, aunque hace tres meses acabaron cerrándola y le dijeron que debía marcharse. Durante el tiempo que pasó en la colmena pagaba 200 euros al mes y llegó a convivir con 12 ocupantes. “Opté por vivir aquí por los precios exagerados de los alquileres. Lo peor es el factor humano, por el tema de la limpieza de los baños y, en general, el orden”. Una realidad que contrasta con los servicios que Haibu dice ofrecer, como limpieza tres veces a la semana y un couching que controla la salud mental de la casa y evita los conflictos.
Antes de que se la cerraran, Olivé presumía de “haber ganado la batalla” al conseguir abrir de forma ilegal su colmena barcelonesa en la trastienda de un local. Y, aunque el Ayuntamiento de la Ciudad Condal les ha negado cualquier tipo de licencia al considerarlas “infraviviendas ilegales”, Olivé sigue asegurando que todo saldrá adelante. Incluso me anima a enfocar este reportaje como “una batalla contra el Ayuntamiento”. “Ada Colau es una corrupta y quiere su parte del pastel. Como no sobornamos a nadie, nos ha declarado la guerra. No nos asustan los alcaldes corruptos 😎👌🏼”, me escribe por WhatsApp Olivé –insisto, los emojis son reales–, mientras se anunciaba la expansión de sus colmenas en ciudades como Bilbao, Baleares, Madrid y una versión sénior destinada a inquilinos de entre 64 y 75 años. “Verás las residencias de la 3ª edad como se nos tiran al cuello 😅😅” me comentaba con guasa.
El enjambre vuela a Madrid
Tras los desencuentros con el Ayuntamiento de Barcelona, Marc Olivé decidió llegar a Madrid causando el mismo revuelo. En total, Haibu planea erigir diez colmenas con capacidad para más de 1.000 personas repartidas en zonas como Vicálvaro, Plaza de Castilla y San Blas. “😅 Estas primeras las montamos sin permiso 😎🤫🤫” –los emojis no tienen desperdicio, creatividad visual de Olivé–. Lo cierto es que ninguna de ellas tiene licencia y ya le cerraron la que pensaba abrir en Vallecas. Sin embargo, él seguía afirmando que pronto abrirá una en Vicálvaro. “Hay mucha gente que está acojonada porque los ayuntamientos dicen que ninguna casa se va a abrir oficialmente. La de Vicálvaro no la podrán cerrar 😊 tenemos 4 🃏🃏🃏🃏 preparados”. Entre esos misteriosos ases –los emojis de cartas son jokers, aunque imagino que Olivé querría decir ases– se encuentra el alto nivel de demanda. Hasta el momento en el que perdí el contacto con él, decía que tenían 35 de sus 42 plazas ya reservadas.
La futura colmena de Vicálvaro está siendo construida en lo que era un antiguo gimnasio, según me contaba entre bromas y quejas, y presenta unas condiciones que son una réplica de las colmenas catalanas. Consisten en tres tipos de habitáculos —uno básico de 1,2 metros de altura en el que no puedes ni ponerte de pie; otro medio de 2,5 metros de altura por 1,2 metros; y un tercero doble para parejas donde caben dos camas o una cama junto a una cuna— con acceso a áreas comunes como cocina, aseos y salón, y con un precio que parte de los 225 euros e incluye todos los suministros e internet. Eso sí, no se pueden traer visitas y es necesario tener un contrato de trabajo para poder alquilar una. Además de tener entre 22 y 64 años con una nómina superior a 450 euros, también están prohibidos los fumadores, el consumo de alcohol y drogas en altas dosis, las mascotas y practicar sexo entre residentes.
En esta colmena es donde le propuse pasar una noche y Olivé se mostró encantado. Pero lo cierto es que día tras día recibía un mensaje nuevo en el que me daba largas. Aseguraba que el proyecto avanzaba a un ritmo imparable mientras me daba justificaciones para cada uno de los retrasos que surgían. Algunas veces es porque los propietarios de los locales acababan enterándose de que estaban allí. “Los locales y naves se alquilan desde otras empresas que tenemos, los propietarios no saben nada”, admitía sin un ápice de remordimiento. Otras, porque aquellos propietarios que sí eran conscientes de ello acababan echándose para atrás.
Lamentablemente, no soy el único que recibía las largas y los retrasos por parte de Olivé. Carlota Canaveris es una joven venezolana, que junto a su pareja, pagó 315 euros por reservar un habitáculo doble. La opción de reserva da prioridad para conseguir plaza y consiste en pagar por adelantado un mes de alquiler, aunque también se puede reservar sin hacer ningún ingreso, pero eso no garantiza que luego se pueda entrar a la colmena. Carlota hizo el pago en enero y todavía –lo confirmé antes de publicar este artículo– espera para entrar a la de Vicálvaro. “Viviendas indignas no son. Yo me he llegado a quedar en la calle y es duro. Infrahumano es que llegue la noche y tengas que buscar sitio para dormir”.
Con Carlota continué hablando durante semanas. Las primeras se mostraba confiada al pensar que sería imposible una estafa con la atención mediática que arrastra Haibu. Pero, de un tiempo para acá, ya se ha cansado de la espera. “Estoy pidiendo mi reintegro desde el 28 de febrero pero me dicen que está en el departamento de reintegros en proceso. Recomendaría no reservar con dinero. La gente de Haibu no me ha devuelto nada y ya no contestan mis mensajes. Terminaron jugando con la necesidad de la gente”. Y, con todo ello, Haibu ha perdido la credibilidad que les quedaba. “Me han estafado 315 euros que no es mucho, pero para mí era un monto que podía utilizar en enviarle a mis hijos a Venezuela. Marc termina cagándola al defraudar a la gente que lo apoyaba, eso es desleal y muy bajo. Toca denunciar y ellos verán si por 315 euros les vale la pena un problema más“, es lo último que me contó Carlota en plena cuarentena.
Durante todo este tiempo, le pregunté a Olivé reiteradas veces por todo esto y, sencillamente, se excusaba en problemas internos de la empresa. “Vamos haciendo las devoluciones sobre la marcha. No es un problema de liquidez, es de organización. El exsocio ha hecho unos estropicios”. Se refiere a Eduardo Jausí, quien fue administrador único de Haibu 4.0. y acabó abandonando este castillo de naipes cuando se dio cuenta de que Olivé comenzó a actuar sin permiso en nombre de la empresa.
Un proyecto con pies de barro
Los problemas legales con los partidos políticos —solo VOX les apoya, según Olivé— y los continuos retrasos no son los únicos frentes que tiene abiertos. Nomo Studio, un estudio de arquitectura, le acusó de utilizar fotos de sus lujosas viviendas como herramienta de promoción en la web de Haibu y Eduardo Jausí, su ex socio, fue noticia en los medios por acusarle de estafa mientras le tachaba de narcisista y mentiroso compulsivo. El propio Olivé tuvo que intervenir en varios programas de televisión en directo donde se hacían eco de ello y, mientras esperaba para conectar, entre selfie y selfie con la reportera me escribía que su ex colaborador buscaba la manera de parar el proyecto por rencor. “Nos ha pedido una elevada suma de dinero como finiquito y, como no ha obtenido nada, se ha molestado mucho. Unos compañeros ya le han puesto las cosas claras. Encima, le vamos a pedir daños y prejuicios y le vamos a montar un buen ‘pitote'”.
Poco después, como si las acusaciones no fueran con él, me cambió de tema y comenzó a enviarme noticias y supuestos complots del PSOE contra él. “Una periodista nos tumbó la primera colmena y tuvimos que activar todos los protocolos anti trols y gracias a eso pescamos a la concejala del PSOE”. Olivé se refiere a la edil socialista que se infiltró registrándose en las reservas y acabó denunciando por presunta estafa y publicidad engañosa a la empresa.
¿Y el dinero?
Esta es la gran pregunta. ¿Cuánto dinero pueden estar haciendo? Y, sobre todo, ¿de dónde sale el dinero para montar todo esto? Lo he intentado, pero la vaguedad en las respuestas del propio Olivé no permiten aclarar el origen de la financiación. Olivé nunca me aclaró de dónde sale el dinero para poner en marcha sus cacareadas ideas. “Estamos un poco tocados, pero estamos activando más fondos que tienen que llegar para el mes de abril. Estamos intentando acelerar mucho las trasferencias y, directamente, abrir las casas a saco”. Según me contó, estos fondos, que no especifica cuáles, vienen tanto de dentro como de fuera de España y están a la espera de que las cosas se calmen para recibir más –quizá estés pensando al leer esto lo mismo que yo–. Lo cierto es que si confiamos en que tenía 35 reservas más los 12 inquilinos de Barcelona con una media de 250 euros por pago, el dinero de todas estas reservas adelantadas rondaría los 12.000 euros. Un montante insuficiente para poder lanzar un proyecto de esta envergadura.
Pese a todo, Olivé ni se replantea parar y sigue con su plan para abrir las colmenas. “Las pequeñas las abrimos sin licencia y las grandes con licencia. Los residentes han de hacer la entrada urgente de tal manera que cuando ya esté llena no nos puedan hacer nada. Esa es la estrategia que siempre seguimos, porque si nos enganchan la colmena mientras está montándose, pues evidentemente la pueden precintar, pero si ya está llena de gente los trámites son muy diferentes“. Antes de publicar este reportaje intenté varias veces contactar con Olivé, pero, al igual que Carlota, no recibí respuesta alguna. Lo que esta claro es que, pase lo que pase, Marc Olivé siempre dice tener todo bajo control y lo arregla con 🙂👍🏼🐝.