Sucedió en Nueva York, en la borrascosa noche del 8 de diciembre de 1980. John Lennon y su mujer Yoko Ono volvían a casa en limusina después de una sesión de tarde en el estudio de grabación Record Plant. Cuando la pareja llegó al edificio Dakota, alrededor de las 22.50 horas, un fanático los abordó con una pistola de calibre 38 de Charter Arms. Aquel tipo era Mark Chapman, un joven texano de veinticinco años que llevaba varias horas esperándolos y que disparó cinco balas a John sin inmutarse.
Varios agentes de policía llevaron rápidamente al hospital Roosevelt al fundador de los Beatles, quien moriría apenas unos minutos más tarde. Su cuerpo fue incinerado en el cementerio de Ferncliff, estado de Nueva York y, tan solo seis días después de lo ocurrido, cuatrocientas mil personas se congregaron en Central Park para mantener diez minutos de silencio en recuerdo de John. Su verdugo, por su parte, se declararía culpable de asesinato en segundo grado y sería sentenciado a cadena perpetua revisable. La muerte del artista lo elevó a la categoría de mito, tal y como Lesley-Ann Jones expone en ‘¿Quién mató a John Lennon?’ (Libros Cúpula), una exhaustiva biografía donde la periodista presenta un retrato completo del hombre, de su vida, sus amores, su música y su increíble legado.
“Iba a por todas en su intento de inspirar a gente de todas las clases sociales, de todo el mundo y de trascender barreras de cualquier tipo. Tenía sentido, pero era idealista hasta el extremo”
Lesley-Ann Jones (biógrafa musical)
Jones —que ha pasado varios años entrevistándose con las personas cercanas que mejor conocían a Lennon— tiene claro que, aunque aquellas balas disparadas en el cuerpo del artista acabaron con su vida hace ahora cuarenta años, los tiros fueron solo el último clavo al que fuera el miembro más irritable, ingenioso y espabilado de los Beatles: “Se pasó media vida pagando un precio demasiado alto por su vulnerabilidad y construyéndose una coraza. Descubrió su don para escribir sobre sus emociones muy pronto. Compuso Help! cuando solo tenía veinticuatro años, por ejemplo, dejando al descubierto su frágil mente, pero empaquetándola en forma de canción pop alegre”.
Quienes conocieron a Lennon aseguran que fue el miembro de los Beatles más politizado. De hecho, el de Liverpool —que seguiría su trabajo como solista una vez que la banda se disolvió— era un antibelicista convencido. No tenía problema en denunciar la corrupción y el egoísmo de la flor y nata, y era de los que pensaban que la música popular debía servir para algo más que el mero entretenimiento. “John, el misil en busca de la paz, proclamó la imaginación humana como la clave para la salvación tanto colectiva como individual”, señala en el libro la biógrafa musical. No en vano, su tema más conocido —Imagine— era según Jones “la síntesis de su luminosidad personal y de todo lo que le había preocupado hasta la fecha”. Una canción antirreligiosa, antinacionalista, anticonvencional y anticapitalista, en palabras del propio Lennon.
“Iba a por todas en su intento de inspirar a gente de todas las clases sociales, de todo el mundo y de trascender barreras de cualquier tipo. Tenía sentido, pero era idealista hasta el extremo”, añade la periodista, quien tiene claro que había más de un Lennon. La biografía definitiva del músico, donde se pinta un retrato compasivo pero franco de la superestrella, lo retrata además como un tipo complejo y contradictorio. Un hombre que, según sus allegados, podía pasar de ser un divertido chismoso a ser un estúpido amargado en apenas unos instantes.
Asimismo, la corrección política nunca fue el punto fuerte de Lennon, quien disfrutaba añadiendo mensajes subliminales a sus canciones y llegó a declarar en una ocasión que su banda era más popular que Jesucristo, lo que generó una enorme controversia en Estados Unidos —aunque lo cierto es que nunca le preocupó lo que la gente pensara de él—.
Según sus allegados, Lennon podía pasar de ser un divertido chismoso a ser un estúpido amargado en apenas unos instantes
No es un secreto que con los años, tras alcanzar el olimpo de los dioses musicales, Lennon se reinventó como activista musical y pacifista. “En el punto más culminante de la fama y la relevancia de los Beatles, alimentó una conciencia aterrorizada de su vacío interior”, explica su biógrafa. “Lo perseguía un profundo sentido de desilusión y descontento con las cosas materiales que la fortuna le había permitido tener. Ni el reconocimiento ni la gratificación le proporcionaban las respuestas a las preguntas que lo habían atormentado desde que era un niño”. De hecho, asqueado de sentir miedo a ‘esto es todo lo que hay’, el músico llegó a plantearse recurrir a la religión —en algún momento, llegó a pedirle a Dios que le mandara una “señal”—.
De seguir vivo, Lennon continuaría siendo una figura pública con gran presencia en las redes sociales
Michael Watts (redactor y editor de Melody Marker)
El redactor y editor de Melody Marker Michael Watts tiene claro que, de seguir vivo, Lennon continuaría siendo una figura pública —”Hubiese expresado su opinión sobre los asuntos importantes”—, con gran presencia en las redes sociales. No sería de extrañar, por lo tanto, que continuara grabando discos, que le hubiese dado caña a Trump y que manifestase su profundo pesar por un mundo, el que nos rodea actualmente, tan ecológicamente destrozado y políticamente condenado. “El mundo gira”, apostilla en su libro Jones. “Las décadas se aceleran. ¿Ha quedado John reducido a palabras y melodías que proceden de canciones incrustadas en nuestro ADN y que nunca dejaremos de escuchar? No, y nunca será así. El John narcisista, autodespectivo, que se conoce a sí mismo, que perteneció al planeta, pero que existió sobre todo en su propia mente, sigue entre nosotros”.