Quitarlo de donde sobra para devolverlo al sitio de donde nunca debió irse. Podríamos estar hablando de la exhumación de los restos de Franco y su regreso al Pardo, pero en realidad nos referimos a un mundano trasplante de pelo. La democracia y la estética capilar necesitan unos retoques cada cierto tiempo y, últimamente, no pueden estar más de moda.
El imaginario nos lleva enseguida a las hordas de hombres de todas partes del mundo viajando a Estambul en un pack exclusivo que incluye hotel de lujo y visita a la ciudad por menos de tres mil euros. En el aeropuerto de la ciudad anteriormente conocida como Bizancio se han cambiado los carteles de LLEGADAS por fotos de hombres sin pelo y los de SALIDAS por hombres con la cabeza ya vendada. Así, todo el mundo se entiende mejor. Asia a un lado, al otro Europa, y allá en su frente… alopecia.
El pack es inmejorable teniendo en cuenta el doloroso drama que supone para millones de hombres la caída prematura del cabello coincidiendo, en muchos casos, con la llegada a la madurez. La calvicie ha sido talón de Aquiles incluso para buena parte de los hombres más ricos y poderosos de la historia, capaces de conquistar continentes o poner el pie en la Luna y, sin embargo, sentirse frustrados e impotentes ante la irremediable precipitación folicular. La de calamidades que se habría ahorrado el pueblo judío si Sansón hubiera dispuesto en su época de una oferta de trasplante capilar más visita al Gran Bazar y al estadio del Galatasaray pagada en cómodas mensualidades y cero por ciento de interés que le hubiera mantenido la melena y el vigor.
La calvicie ha sido talón de Aquiles incluso para buena parte de los hombres más ricos y poderosos de la historia
Sin embargo, la película podría estar cambiando en los últimos tiempos y la vanguardia del injerto de pelo viajaría de la antigua Constantinopla a la península ibérica. Desde hace años, el portugués Paulo Ramos desarrolla una nueva técnica en sus cinco clínicas del país luso con resultados más que satisfactorios. Uno de sus clientes tan felices por poder volver a visitar la peluquería sin sentir que va al matadero resultó ser familiar cercano de alguien. Ese alguien se interesó por la revolucionaria técnica, contactó con Ramos y le ofreció una alianza que llevara las clínicas Saúde Viável (Salud Viable) más allá de las fronteras de Portugal. Ese alguien montó la clínica Insparya en una zona noble de la capital madrileña hace apenas un año y algunos meses y, a día de hoy, no da a basto para hacer frente a todas las solicitudes recibidas. Ese alguien es Cristiano Ronaldo, lo cual ayuda a entender gran parte de este fenómeno. Desde su propia clínica señalan que la alianza entre Paulo y el futbolista portugués les llevará al número uno mundial ya que “Cristiano es el número uno en todo lo que hace”. Como no tenemos referencias de que Messi haya montado ninguna clínica de tratamiento capilar no estamos en disposición de decir lo contrario.
El proceso para el paciente es menos traumático de lo que a simple vista podría parecer. Juan García —nombre ficticio— llega a la clínica el lunes a las ocho y media de la mañana. Tiene su intervención programada desde hace más de un mes, pero hasta que en Insparya consigan más personal y hagan operativos la otra mitad de sus dieciocho quirófanos, la lista de espera no para de aumentar. Entra nervioso con su mujer, pero en el hall nada hace pensar que vaya a someterse a una operación. Por los sofás, música y flores parece que esté en un spa. Y, quizá, en parte, lo sea.
Juan tiene todavía algo de pelo en la parte superior de la cabeza que le permite disimular la alopecia peinándoselo tácticamente hacia arriba. La inseguridad que genera la alopecia en hombres —y cada vez más en mujeres, nos comentan— hace que muchos opten por intentar ocultarlo antes de decidirse a iniciar un tratamiento. El remedio es casi peor que la enfermedad y los resultados de cortinillas y demás embrujos no siempre son los deseados. Hace falta un nuevo Bruce Willis en nuestra generación que restablezca el equilibrio de la fuerza y reponga el autoestima de cientos de millones de hombres.
Vete ahorrando
El tratamiento medio en Insparya se sitúa a partir de los 4.000 euros, lejos de los precios de los packs multiaventura que ofrece Estambul. No tratan de competir en precios, afirman, “con la salud no se juega”. Juan se pone el pijama de paciente, besa a su esposa y se adentra en el quirófano donde ya le esperan cuatro enfermeras, dos de ellas portuguesas procedentes de las clínicas de Ramos. Javier Pedraz, Director Médico de la clínica madrileña, saluda cariñosamente a Juan, a quien le han entrado los siete males al verse dentro del quirófano. El director médico le tranquiliza con la naturalidad del maestro que va a oficiar una sesión de taichí. Nada en la clínica invita nunca a la tensión. Solo falta poner un disco de Enya y encender un poco de incienso.
El tratamiento medio en Insparya se sitúa a partir de los 4.000€, lejos de los precios de Estambul
Juan se tumba bocabajo en la camilla. La primera parte de la intervención consiste en extraerle entre dos mil y tres mil unidades foliculares de la nuca, lo cual dura unas tres horas. Dos enfermeras a cada lado de la cabeza le sacan pelo a pelo con una pinza quirúrgica y se los dan a sus compañeras para que los guarden hasta la fase del injerto. Con los minutos, Juan parece más tranquilo. La labor es anodina y el paciente tiene poco que hacer salvo mirar al suelo. Podrían ponerle una revista sobre las baldosas al menos. Mine, por ejemplo. La camilla es similar a las que usan los fisioterapeutas para sus masajes. Viendo el trato exclusivo que ofrece la clínica y que las enfermeras solo necesitan del paciente su parte más septentrional, cabría imaginar entre los extras disponibles la posibilidad de contratar un servicio de masajes durante la intervención. Recuperar el cabello está bien, pero los años tampoco pasan en balde para las lumbares
Con el paso de los minutos, la intervención se hace un tanto aburrida y poco emocionante, lo cual imagino que es bueno en cualquier operación. Es verdad que salvando el asunto de la anestesia (local) y algunos glóbulos rojos que se pierden por el camino, la intervención dista mucho de parecer peligrosa. El riesgo debe ser similar al de una manicura venida a más y desde el equipo de la clínica tratan de que el paciente lo sienta así. Juan no llora, ni grita, ni se enfada, ni le duele, así que le abandonamos un rato sospechando que es sumamente probable que opte por pasarse la primera parte de la operación en modo fácil quedándose dormido.
Conocemos el resto de las instalaciones de la mano del doctor Pedraz. Todo es bonito e incita a la paz y a la tranquilidad. Aquí podría grabarse hasta una sesión de chill out. Observando, desde hace años, las pobladas cabezas de mis abuelos intuyo que no requeriré de los servicios capilares de Insparya, pero durante el paseo no desaparece de mi mente la idea de que si algún día tengo que ingresar en una clínica de desintoxicación, sea por el motivo que sea, ojalá sea tan elegante y relajante como esta.
Llega el mediodía y el director médico nos informa de que el paciente ya ha concluido la primera fase y ahora dispone de una hora en su habitación para almorzar y descansar antes del implante. Nosotros hacemos lo propio en una sala de reuniones, mientras el doctor nos detalla las revolucionarias técnicas creadas por Ramos para alcanzar la vanguardia mundial de la cirugía capilar. Todo parece sencillo y fácil de aprender. Sacar pelo, poner pelo. Tras un par de sándwiches me entran ganas de coger una bata y unas pinzas y ayudarles a relajar la lista de espera. Lo cierto es que me siento preparado y con confianza, que es lo más importante.
Second round
Por la clínica han pasado un gran número de personalidades, aunque nos resulta imposible conocer cuáles. Está en la calle que hay varios famosos que se lo han hecho y otros que ojalá no. En Insparya tienen claro que si eres un personaje público, con esas cosas no se juega. Cristiano no deja nada al azar y seguro que cuando enciende la tele y ve ciertos destrozos en conocidos suyos piensa que ha tardado demasiado en montar la clínica.
Por la clínica han pasado un gran número de personalidades, aunque nos resulta imposible conocer cuáles
Tras reposar el almuerzo toca la segunda parte del proceso. Juan vuelve al quirófano —por llamarlo de alguna manera, tiene ventanas— con una predisposición diferente. Los nervios de la mañana dejan paso a la confianza de la tarde. Ahora, la camilla tiene forma de sofá y está sentado bocarriba para colocar los folículos en la parte superior de la cabeza. Esto permite que, si el paciente quiere, pueda poner su clave de Netflix —que seguro que gorronea a alguien— en la tele del quirófano. Sí, aquí los quirófanos tienen tele. Puedo imaginar las dramáticas escenas que esto ha debido provocar. Enfermeras horrorizadas al ver cómo el paciente seleccionaba el capítulo final de la última temporada de ‘Peaky Blinders’ cuando ellas tan solo iban por el tercero. Año y medio esperando a conocer las últimas perrerías de Tommy Shelby para que se te fastidie todo mientras tratas de focalizarte aún más sobre un cuero cabelludo ensangrentado.
Tras un rato observando cómo los folículos de la nuca encuentran un nuevo hogar, dejamos tranquilo al bueno de Juan. Le quedarían todavía otras tres horas de jardinería capilar sin sobresaltos. ¿Qué pasó después? Pues que a las seis de la tarde regresó a su casa como si se tratara de su jornada laboral habitual y, en unos días, pudo retomar de nuevo sus quehaceres habituales con un impacto sobre su imagen perfectamente asumible.
Para poder lucir su nuevo cabello aún pasarán algunos meses, pero está claro que si la alopecia había causado en él una inseguridad o molestia tal que ha decidido ponerle fin, bienvenido sea. Los complejos de nuestros conocidos les afectan negativamente a ellos pero también acaban repercutiendo en los demás. Quién sabe la de desdichas que se habría ahorrado el mundo si inseguridades como la calvicie prematura masculina hubieran sido fácilmente remediables mucho antes. Y ahora puede que sí que estemos hablando de la exhumación de Franco.