Dos minutos y 45 segundos es, por imposible que parezca, el mismo tiempo que se emplea en leer este artículo y en descender y ascender 84 metros de profundidad bajo el mar. Eso es lo que tardó Sofía Gómez Uribe (Colombia, 1992) en superar el récord del mundo impuesto por la eslovena Alenka Artnik. Un desafío en el que la colombiana tuvo que llevar su cuerpo y mente hasta el límite de sus posibilidades. “Los meses previos al récord fueron muy estresantes, sentía la obligación de superarlo. Después de conseguirlo me quedó un gran alivio y felicidad”, afirma. Un reto para el que la apneísta se preparó durante más de un año con una disciplina puramente espartana. “Le dedico al entrenamiento entre tres y seis horas diarias, combinando rutinas de ejercicio en el gimnasio y apnea en piscina para adaptar mi cuerpo a la presión del agua”, explica.
La apnea es un deporte de riesgo. Las posibilidades de sufrir lesiones en tímpanos, pulmones e incluso la pérdida de conciencia son muy altas si no se practica con las convenientes precauciones. Pero esta mujer de récord no tolera que se le recuerde continuamente los peligros que la apnea puede tener en su salud. “Es irrespetuoso decir que me enfrento a la muerte porque eso quiere decir que no soy profesional en lo que hago. Sería muy irresponsable por mi parte hacer inmersiones si hay un peligro inminente”, sentencia.
Sofía es titulada en Ingeniería Civil y una persona muy comprometida con la naturaleza y el entorno donde entrena, la isla caribeña de Dominica. Alcanzar los 100 metros de profundidad es su nuevo reto para este año. Un desafío con el que escribir otro capítulo en la historia del deporte y una oportunidad para demostrar que los récords están para romperse.
*Artículo originalmente publicado en el número 35 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.
