Laura Yustres o Lala -como le gusta que le llamen- es una chica normal, es decir, como tú y como yo. Vive en Fuenlabrada (Madrid) junto a su pareja y cerca de sus padres y de su hermana. Antes de la pandemia trabajaba de administrativa en una empresa de construcción, en atención al cliente y reponiendo las fotocopiadoras de la oficina. Pero la magia inusitada de las redes sociales le arrebataron su anonimato y pasó a ser lo que se conoce como influencer, aunque ella se sienta más cómoda en la etiqueta de cómica. Lala Chus hace reír casi diariamente a sus más de 155 mil seguidores en TikTok y 245 mil en Instagram, una audiencia que arropa, pero que también exige. Charlamos con ella durante la celebración del Festival Desalia, que organiza Ron Barceló y que este año tuvo lugar en un increíble resort en Benidorm.
Cuando pones “Lala Chus” en Google, el primer artículo que encabeza la búsqueda es uno que se titula ‘¿Quién hay detrás del fenómeno Lala Chus?’. ¿Te consideras un fenómeno?
No, me considero una chica que ha tenido un poco más de viralidad, pero no un fenómeno como tal. Hacemos mucha gente lo mismo en redes sociales. He tenido más foco en este momento y he caído mejor a la gente, pero un fenómeno tampoco.
No hace falta ponerse tanta presión, ¿no?
Una cosa que estoy aprendiendo, que hablo mucho con mis amigos, es que siempre estamos con el momento de “que todo sea perfecto y me exijo mucho a mí mismo”, y a mí me pasa que cuanto más me exijo más me bloqueo y si me bloqueo, no estoy haciendo contenido, no creo nada, estoy parada. Entonces, es contraproducente para mí, porque tampoco vas a subir contenidos haciendo pedos con el sobaco —risas—, hay que tener un poco de criterio.
¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con las redes sociales?
Mi momento fue en pandemia, me acuerdo que subí un vídeo que se hizo viral cuando un chico preguntaba en TikTok si a las chicas nos gustan los chicos sin sentimientos y yo me grabé diciendo “Nos gusta el robot Emilio“. Fue una tontería como un piano, pero eso caló.
En ese momento estabas trabajando en una empresa de construcción, ¿no?
Sí, en el departamento de atención al cliente, era administrativa, llevaba 10 años en una recepción. Y cuando empecé a coger vacaciones para hacer trabajos de redes, llegó un punto en el que me planteé un cambio. Pero me daba mucho miedo, porque la rutina del trabajo la echo bastante de menos. Ahora si se me ocurre una idea a las diez de la noche y me levanto, miro a mi novio y me dice “¿qué haces friki?”. No tengo horarios y para mi cabeza procrastinadora eso es fatal, porque soy bastante volátil. Pero, por otro lado, estoy viviendo unas experiencias en este ámbito laboral que son una pasada.
¿Cuál fue la oportunidad o la propuesta que te hizo dejar el trabajo rutinario?
Me surgieron varias campañas a largo plazo y estaba muy estresada y hablando con mi representante me dijo “por experiencia, creo que estás en el momento de poder dejarlo”. Y, también, que estamos hablando de que no era el trabajo de mi vida. Esto es un mundo muy amplio para descubrir y a la recepción siempre puedo volver, en ese sentido no tengo miedo.
“La gente que hace comedia está más traumatizada”
Lo que empezó siendo una moda, ahora es un negocio. ¿Para ti es un trabajo?
Cien por cien, siento que nunca he estado tan estresada. En este curro hay mucha carga mental, porque todo depende de ti. A veces siento que me viene grande y creo que le pasa a todas las personas del mundo de las redes sociales, porque muchas veces no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo. Es un trabajo muy cansado, porque tengo mucha energía mental y fluctúa mucho y, a veces, no me apetece hacer contenido.
¿Qué haces cuándo tienes esos días?
Si me pasa, lo comunico. Hubo una etapa en la que estaba muy triste por unos motivos, porque a veces la vida te supera y no quería hacer nada, y me forzaba a mí misma y lo veía y decía “¿qué estoy haciendo?”. Pero una vez se lo sitúas a la gente y lo comunicas, todo el mundo te dice “ponte mejor”. Y es muy bonito, porque eso quiere decir que tienen en cuenta cómo estás.
Esa es la eterna disyuntiva de la gente que hace comedia, intentar hacer reír a los demás cuando uno mismo no está bien, ¿no?
La gente que hace comedia está más traumatizada, porque cuando estás triste por motivos de la vida te tienes que tomar las cosas con humor, porque sino te hundes. Dicen que “el humor es igual a tragedia más tiempo” y es así, pasado el tiempo ves las cosas con perspectiva y lo puedes convertir en comedia. Lo que pasa ahora, también, es que con el móvil es todo tan instantáneo y conoces a la gente. Antes veías ‘Cruz y Raya’, apagabas la televisión y no sabías cómo era la vida de esa gente. Y, ahora, me ves en la televisión en el ‘Showriano’ y luego ves que estoy mal porque tengo unas goteras en mi casa y te lo estoy mostrando, vas creando un mundo expandido.
Una de las principales críticas hacia los influencers es que todo lo que se ve es postureo y muy poca verdad. Sin embargo, tu vida en redes es pura naturalidad y risas. ¿Tienes más credibilidad que Dulceida, por ejemplo?
En el caso de Dulceida, yo la veo muy natural, hay otras influencers bastante más posturetas. Hay que saber qué mostrar, si estás todo el rato mostrando que estás en los mejores restaurantes y haciéndote los mejores tratamiento de belleza que te cuestan una millonada y lo ve gente en su casa mientras se está comiendo unos Risketos dirá “esto no lo voy a poder hacer en mi vida”. Hay que dar las gracias por poder disfrutar de estos privilegios y también quiero mostrarme en mi casa barriendo, me gusta mostrar esa dualidad. Por ejemplo, me da mucha vergüenza mostrar cuando me he comprado algo de marca, me da apuro, supongo que será porque tengo esa conciencia de pobre, de barrio y no me gusta alardear de esas cosas.
“Siento tanta carga que no estoy disfrutando de las cosas que me están pasando y me da miedo”
¿Cómo de heavy fue el salto desde que empezaste a ver que tus vídeos estaban siendo virales?
Cuando me contactaron para hacer un papel en la serie de ‘La Veneno’, me acuerdo que estaba en la recepción y mis compañeras de trabajo pensaban “pero si es la chica que me rellena la fotocopiadora” —risas—. Ahora me pasa que siento tanta carga que no estoy disfrutando de las cosas que me están pasando y me da miedo. Tengo que apuntarlas, porque siento que se me olvidan. El otro día me preguntaban “¿dónde estás, qué estás haciendo?” y dije “no lo sé…”. Estoy como en muchos programas y muchas cosas.
¿Las apuntas como si fuera un diario?
Si, es como hablarle a mi yo del pasado, necesito apuntarlo para ser consciente de lo que me pasa. Por ejemplo, que esté haciendo una sección en un programa y esté Joaquin Reyes riéndose a mi lado, tengo que apuntarlo porque para mí ‘La hora Chanante’ ha curtido mi humor. Imagínate no acordarme y que luego no se lo pueda contar a mis nietos —risas—.
Ese frenetismo y agobio, ¿te ha llegado a generar ansiedad?
Sí, mucha, y está disparada desde que estoy en este mundo. Pero, sobre todo, lo que me genera más ansiedad es no estar más presente en mi vida off. Sentir que no puedo quedar con mi mejor amiga a tomarme un café, porque tengo un evento o un programa ese día; o que queden mis amigos porque tú nunca puedes quedar, me genera ansiedad y tristeza. Por eso voy al psicólogo desde que estoy en este mundo…
¿Hasta entonces no ibas?
No, pero lo necesitaba, pensaba que no, pero sí. Desde que trabajo en esto soy más consciente de mí que antes.
“Si no me recargo de esa cosa terrenal, no tendría sentido nada”
Te pasa lo mismo con tu familia, ¿ahora ves menos a tu madre que antes?
No, porque me he ido a vivir al lado, vivo entre mi hermana y mi madre. Siento que si no me recargo de esa cosa terrenal, no tendría sentido nada. Otro factor importante es mi pareja, que me relativiza todo, él no se dedica a nada de esto y es lo mejor. Pero, a veces pienso que si tuviera que gestionar una boda ahora, no puedo elegir fecha, no entra dentro de mi organización mental pensar en cosas que van a pasar más adelante. Y me cuestiono, porque al final es mi vida y siento que no le doy prioridad.
¿Sientes que pierdes el control de tu propia vida?
Eso es, cien por cien, pero no pasa nada, lo comunico y no es un drama. Pero, por ejemplo, sí tengo clara una prioridad, mi padre tuvo un accidente y tiene necesidades especiales, si necesita que le lleve al hospital y coincide con algo de trabajo, digo que no.
¿Tus padres cómo gestionaron todo este boom?
Mis padres decían “¿cómo vas a dejar un trabajo de una nómina por esto? y ahora mi padre es el que más me gestiona y me avisa si me suben los seguidores, me lleva la cuenta al dedillo —risas—. Y mi madre que tiene un gracejo natural y cada vez que la saco, la gente se vuelve loca, le paran por la calle. Aunque me diga que le da vergüenza, sé que le da una vidilla.
Tus redes están plagadas de referencias de los 90 y 2000. Si jugásemos al ‘1,2,3 responda otra vez’, dime quiénes fueron influencer para ti.
Leticia Sabater era súper influencer. Las Spice Girls eran unas mega influencers y conforme vas creciendo, vas viendo que han marcado un camino y te decían que fueses la tía más molona y pasando de todo. En ese momento no lo veíamos, pero te estaban dando un mensaje. Cualquier personaje de los 90, los que hemos crecido ahí, toda nuestra personalidad está basada en eso.
Para cerrar la entrevista tengo que preguntarte por el final de ‘Salvame’, tú que interpretaste a Lydia Lozano en ‘La Veneno’, ¿qué opinas?
Estoy triste con esto, estoy mal, pero me da pena porque mucha gente mayor que se entretiene todas las tardes viendo a esta gente ya no tendrán ese microclima. Yo lo veo cuando tengo un día malo y lo pongo de fondo, cuentan una parida como un piano y te entretienen.
Ahora verán a Ana Rosa…
Ufff, qué cuadro.