Podríamos decir que ha mamado la aviación desde que nació. Hijo de piloto, siempre tuvo claro que su destino estaría a mil metros de altura. “De pequeño veía vídeos de aviones e imaginaba cómo sería sentirse dentro de uno de esos aparatos”, nos dice. Desde el año 2014 participa en la máxima competición de aviación, la Fórmula 1 del aire: aviones de medio millón de euros volando a más de 400 kilómetros por hora y a tan solo 100 metros del suelo dentro de un circuito de obstáculos hinchables. “No hay tiempo para pensar en nada. Las pilonas están separadas entre 150 y 200 metros unas de otras; cada segundo y medio tienes que cambiar de trayectoria. Además, a esa velocidad, tu visión periférica desaparece, debes estar muy concentrado”, asegura el piloto madrileño, Juan Velarde.
La Red Bull Air Race se compone de ocho pruebas repartidas por Europa, América y Asia. Cada fin de semana de carrera, 14 pilotos dentro de la categoría Master Class –la más importante– compiten en duelo directo por ser los más rápidos del planeta. “Es un deporte muy exigente, tanto en lo físico como en lo mental. Aguantamos aceleraciones de hasta 12G y eso tiene consecuencias claras en el organismo, por lo que debemos entrenar mucho el sistema cardiovascular y tener un buen tono muscular. Aparte, practicamos métodos de concentración para manejar la presión. La competición exige precisión absoluta ya que las diferencias entre pilotos son mínimas”, aclara Velarde que, actualmente ocupa la octava posición de la clasificación general tras disputarse cinco pruebas del mundial. Y es que, para más dificultad, el español es de los pocos que compagina la alta competición con su trabajo en Iberia. La gran mayoría de participantes vive únicamente de exhibiciones de vuelo acrobático y de las propias carreras. “Afortunadamente, la empresa me da muchísimas facilidades para compaginarlo. Les gusta tener un piloto de competición de alto nivel entre sus empleados”, asegura el comandante.
“Después de tantos años, solo he tenido un percance y fue entrenando. Tuve un blocaje de uno de los mandos de vuelo y tuve que aterrizar con el avión de lado, sin embargo no me pasó absolutamente nada”
A lo mandos de un Airbus 330 –modelo que pilota para la compañía aérea– se muestra, obviamente, mucho más comedido. “El vuelo manual poco a poco se está perdiendo y los pilotos de línea aérea cada vez tenemos menos entrenamiento. Gracias a la competición yo sí que noto que tengo más facilidad”, nos cuenta. Al referirnos a los riesgos de la competición, el madrileño se muestra tranquilo. Él los conoce mejor que nadie y los acepta como parte de su vida. “La seguridad es una verdadera obsesión en la organización y en los equipos. Negar que existe riesgo en cualquier deporte del motor, y más volando, sería absurdo. Después de tantos años, solo he tenido un percance y fue entrenando. Tuve un blocaje de uno de los mandos de vuelo y tuve que aterrizar con el avión de lado, sin embargo no me pasó absolutamente nada”, afirma entre risas.
Lo cierto es que Velarde tiene alas para rato. A sus 43 años se encuentra en su plenitud como piloto de acrobacias y velocidad. Seguirá, por tanto, volando a pocos metros sobre el suelo, rozando los límites, entre loopings y acrobacias. Observándonos al resto, como él mismo dice, “pequeñitos e insignificantes”.
*Artículo originalmente publicado en el número 35 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.