Lleva colgada al cuello una pata dorada de jamón en honor a Teruel, el lugar de donde proviene su familia y tanto significa para él. No porque sea un enamorado del jamón, sino por aquello de no olvidar nunca las raíces. Álvaro Lafuente (Benicasim, Castellón, 1997) es conocido por los lares musicales como Guitarricadelafuente. Así, todo junto y sin coger aire. Un mote que empezó siendo un simple apodo de Instagram y ha terminado por convertirle en una de las voces más prometedoras de la música de nueva generación. Tras varios singles de éxito y unas cuantas colaboraciones de renombre —incluida una junto al Niño de Elche en el disco ‘Tributo a Sabina’—, este chico de rizos incontrolables y timidez casi adolescente prepara su primer disco en solitario. Él, que empezó cantando delante del micrófono de la Play, ahora, unas cuantas covers y quejíos después, agota las entradas de todos sus conciertos. Además de la entrevista, puedes disfrutar de este mágico acústico que nos regaló de su canción Desde las alturas.
Comenzaste tocando delante de un micrófono de la PlayStation cuando a los chavales de tu edad les da por el FIFA o el Call of Duty. ¿No era extraño para ti?
No, nunca he sido muy gamer, de pequeño jugaba al FIFA y poco más —ríe—. El primer micrófono que tuve para grabar me lo compré en MediaMarkt. Conseguí un kit de 20 euros que servía para jugar al Fortnite y me fui apañando. Luego mejoré y empecé a usar uno del Singstar, que es lo único que tenía —ríe—.
¿Lo tuyo con la música es algo innato?
Nunca me había imaginado dedicándome a la música, pero ha sido un proceso muy natural. En mi casa siempre se ha tocado mucho la guitarra, mi familia está muy unida a la música y eso se pega. Un día cogí la guitarra y empecé a tocar. Al principio solo lo hacía para mí y mis amigos más íntimos, pero llegué a la conclusión de que no tenía sentido ocultarme.
¿Quién te enseñó a tocar la ‘guitarrica’?
Aprendí por Youtube. Empecé tocando covers y memorizando los acordes. Cuando te apuntas a una academia no aprendes a sacarte las castañas del fuego. Hace poco empecé con clases de guitarra, pero fui solo a dos. Si te fuerzas a hacer algo acabas tomándotelo como una obligación y no como algo natural que sientes por pasión. Si quieres algo debes lanzarte a por ello y valerte por ti mismo.
¿Formación de canto tampoco has recibido?
No. ¡Joder! La voz que tengo no considero que sea la de un cantante estándar —ríe—. Ahora mismo escuchamos tantos tipos diferentes de géneros musicales que mucha gente se atreve a cantar. Hay voces estupendas de personas completamente autodidactas.
“La gente critica a Rosalía, pero ella está innovando con el flamenco y llevándolo a un lugar totalmente desconocido”
¿Te atreverías a hacer algo lejos del flamenco?
Para mí es una referencia y una enorme fuente de inspiración, pero no considero que la música que haga sea flamenco. Cualquier artista de cualquier género podría inspirarse en este mundo. Lo que mola es poder ponerte en situaciones en las que no estés cómodo o acostumbrado. Eso es lo que hace que el camino sea emocionante. Me encantaría colaborar con gente que hiciera un estilo totalmente diferente al mío pero que, al mismo tiempo, fuera complementario. Una fusión en español de la que saliera algo bonito.
¿Algún nombre que se te pase por la cabeza?
Es jodido decirte solo uno porque hay muchos. Siempre me pasa que cuando respondo a este tipo de preguntas luego me arrepiento y pienso otra respuesta. Prefiero no decirte nadie en concreto —ríe—.
Ahora que está de moda hablar de la apropiación cultural, ¿el flamenco es un género solamente reservado a los andaluces?
El flamenco va más allá de la música. Es un estilo de vida y una forma de expresarse y de ver el mundo. Es lógico que los andaluces tengan una sensibilidad más desarrollada para vivir el flamenco ya que lo maman desde pequeños, y originariamente es el canto y el sufrir de un pueblo. Yo no soy andaluz, pero hay canciones en las que pongo el acento. El debate sobre la apropiación cultural me parece una auténtica gilipollez. La gente critica a Rosalía, pero ella está innovando con el flamenco y llevándolo a un lugar totalmente desconocido. Lo bonito de la música es poder aprender de otras culturas y llevarte sus matices a otros territorios. Es pura evolución. Pensar en su exclusividad es un poco egoísta.
Gajes del oficio
¿Tienes la sensación de estar perdiéndote otras cosas propias de tu edad?
No creo que me esté perdiendo nada como tal, es más, creo que estoy viviendo cosas que de otro modo no podría vivir. Sí me ha ocurrido de ir a alguna discoteca en mi pueblo y sentir que la gente me reconoce más. Pero, en líneas generales, estoy muy agradecido de que la gente se acerque y aprecie mi música.
¿Te ha tocado lidiar con mucho hater?
No, pero en redes sociales, por ejemplo, prefiero no leer nada de comentarios porque quiero estar centrado en otras cosas más importantes. Siento que las redes sociales me hacen perder un tiempo valiosísimo y no me dejan concentrarme en la música o en la compañía de las personas con las que estoy.
¿Cómo se pasa de subir covers a Instagram a protagonizar portadas de revista?
No lo sé, decídmelo vosotros, ha sido todo muy repentino —ríe—. Me mola porque es el resultado del trabajo y el esfuerzo y de que haya mucha gente entusiasmada con mi música.
¿Te ha cambiado mucho la vida?
No ha cambiado mi entorno, cambia el hecho de que la gente te pare por la calle o te pida una foto. Pero es algo que va en el pack. Antes vivía en Benicasim con mis padres, pero desde hace unos de meses vivo con un compañero de piso en Madrid y sigo manteniendo la misma relación de siempre con mis amigos de toda la vida. Es más, creo que en estos momentos estoy más unido a ellos que nunca.
“Cuando estaba en el sótano grabando canciones mi madre me decía: ‘Álvaro, tú sabes que esto no da dinero, déjalo’. Tres meses después me pedía perdón”
¿Siempre has confiado en el proyecto Guitarricadelafuente?
Cuando estaba en el sótano grabando canciones mi madre me decía: “Álvaro, tú sabes que esto no da dinero, déjalo”. Tres meses después me pedía perdón —ríe—. Es normal que mis padres desconfiasen al principio, pero a día de hoy son los que más me apoyan. Oyes comentarios de todo tipo desde “no me gusta tu voz” a “no vales para tocar la guitarra”, pero al final te la tiene que resbalar lo que piense la gente. Si no sale bien, siempre puedes probar otra cosa.
¿Alguna vez te has planteado cambiar de nombre artístico?
No. De hecho, cuando abrí el canal y me iba conociendo más gente, mis amigos me decían: “Tío, ese nombre te quita un poco de credibilidad” —ríe—. Además, en redes sociales he llegado a leer cosas del tipo: “Menuda mierda de nombre”. Pero es la forma en la que he empezado y quiero seguir.
Tu plan B fue comenzar la carrera de arquitectura, ¿continúas estudiando?
Empecé arquitectura y lo dejé, después quise hacer cine y ahí se quedó. Siempre he querido hacer algo artístico y arquitectura era de las carreras que más me llamaban la atención. Lo que pasa es que cuando llegué a la facultad me di cuenta de que tenía poco de artística, era toda una puta ingeniería —ríe—.
“Los talent show son programas que tienen un punto de ganadería. Hay discográficas detrás de estos concursos que, aparte de talento, buscan un producto que explotar”
También probaste suerte —sin mucho éxito— en los castings del concurso ‘La voz’. ¿Qué opinión tienes de estos programas?
Creo que son una gran ventana para gente que no tiene el modo de darse a conocer, especialmente para aquellos que están empezando. Sin embargo, considero que este tipo de programas tienen un punto de ganadería. Hay discográficas detrás de estos concursos que, aparte de talento, buscan un producto que explotar.
Deduzco por tus palabras que el disco que vas a lanzar no irá de la mano de ninguna gran discográfica.
Estoy en un punto en el que me gusta hacer las cosas más despacio y al ritmo que yo mismo me imponga. Lo que en ocasiones también supone un problema porque no te pones fechas concretas. De momento, me vale mucho más crear de forma independiente que de cualquier otro modo. Mi idea ahora mismo es sacar varios sencillos hasta tener el disco físicamente. Me cuesta hablar de ello porque es llevar mi música a un nivel más elaborado. Estoy muy ilusionado, pero también siento mucho vértigo.
Sacar un disco en plena era de lo digital son palabras mayores, ¿no?
Es cierto, se sigue considerando como algo más serio, te da seriedad como artista —ríe—. Pero, si lo piensas fríamente, es una tontería, porque hoy en día la música se consume rapidísimo y la gente no para de sacar single tras single. Particularmente, saco el disco porque me hace ilusión y quiero dar un sentido y un estilo determinado a todo un trabajo.
Estando en el punto que estás, ¿recuerdas la primera vez que te pagaron por tocar?
Hacía música de forma totalmente inocente —ríe—. Jacobo, mi actual repre, me llamó estando en clase y me comentó que me ofrecían 400 o 600 euros por tocar y dije: “¡Hostia, cuánta pasta!”. Me parecía súper guay que se valórase lo que hacía. Sin embargo, una semana antes de eso estaba cobrando en cervezas y tenía que pagar yo mismo la mesa de sonido para poder tocar.
*Artículo original aparecido en el número 38 de Mine. Descarga la edición digital interactiva para iOS o Android o el PDF de #Mine38.