Pese a ser un tipo tremendamente luminoso, que no iluminado, nos asegura que le chifla experimentar con la oscuridad. Al menos, en el sentido más metafórico de la palabra. De ahí que defina sus películas como viajes extenuantes a lo más profundo del ser humano. Amante de lo poco convencional, David Victori (Manresa, 1982) se lanzó a la taquilla en plena pandemia con ‘No Matarás’ (2020), su segundo largo, y consiguió que la crítica lo alabara, que las salas resucitaran y que Mario Casas, su protagonista, lograra al fin, su tan ansiado primer Goya a Mejor Actor Protagonista. Un éxito compartido por una amistad que nos augura muchas más películas juntos y que nos demuestra que aquí hay director para rato. Ahora, el catalán se la juega todo al mismo color en la nueva gran producción de Netflix en España, ‘Sky Rojo’.
Estabas terminando de rodar ‘No Matarás’ cuando te llegó la oportunidad de ‘Sky Rojo’. ¿Es complicado cambiar el chip de un proyecto a otro?
‘Sky Rojo’ me pareció una oportunidad increíble para aprender. Es cierto que, en un primer momento, tuve que dar un paso atrás y entender cuál era mi rol en el equipo. Sin embargo, fue todo muy natural. Enseguida me nombraron productor ejecutivo y comencé a tomar más responsabilidad en el proyecto. Álex Pina y Esther Martínez –creadores de la serie y de ‘La casa de papel’– son gente a la que admiro profundamente porque tienen una visión increíble de la narrativa. Aparte, todos los directores y actores del proyecto con los que he coincidido han demostrado ser súper empáticos y sensibles al trabajo en equipo.
¿Cuánto de alargada es la sombra de ‘La casa de papel’?
Más que una sombra, es una luz que ilumina el camino. Gracias a su éxito hoy la industria audiovisual española puede trabajar a nivel global. Trabajamos con unos recursos, equipos y tiempos que hace unos años era impensable. Antes si querías trabajar en un proyecto con alcance global te tenías que ir a Estados Unidos y rodar en inglés, ahora lo puedes hacer desde Colmenar Viejo. Se trata de algo histórico.
Y, sin embargo, las televisiones generalistas prefieren apostar por las novelas turcas.
Mi madre está enganchada a las series turcas –ríe–. Ando un poco perdido en cuanto a programación, pero si mi madre me dice eso es porque algo tienen que estar haciendo bien. Tiene que ser rentable a nivel televisivo. No hay nada que juzgar. Ellos están ahí por méritos propios. Imagina lo felices que estarán los turcos sabiendo que se les ve en España –bromea–.
“Antes si querías trabajar en un proyecto con alcance global te tenías que ir a Estados Unidos, ahora lo puedes hacer desde Colmenar Viejo”
Todo al rojo
Precisamente, el guion de ‘Sky Rojo’ gira en torno a un problema, el de la trata de mujeres y la prostitución, que se da en todo el mundo. En Turquía y en España.
La serie se planteó como un Caballo de Troya. Su máxima ambición es entretener y conectar con un público muy diverso. Pero es cierto que, desde la Biblia del proyecto, se diseñaron varios golpes de realidad en el estómago para que quedara bien reflejada nuestra posición e hiciera reflexionar al espectador. Sin la ambición de ser cine social pero tampoco de evadir el tema, queríamos ser breves y contundentes para, rápidamente, volver al entretenimiento puro. La gente no quiere que les expliquen más problemas de los que ya tiene en su vida.
“Nuestra máxima aspiración es conseguir que en 25 minutos de episodio no mires el teléfono”
A nivel visual, ¿hubo alguna limitación a la hora de mostrar desnudos integrales, escenas de sexo o escenas con drogas?
Queríamos llenar los salones de la gente de luz, neones y purpurina. Hay que entender la serie como un producto de entretenimiento global, por lo que retratamos todo de la forma que nos pareció más poderosa visualmente. En ese sentido, no nos volvimos locos porque ni pretendíamos ni queríamos ser una serie erótica.
El hype está por las nubes a lo largo de los 25 minutos que dura cada capítulo. ¿Por qué optasteis por esta duración?
La idea de Álex Pina y Esther Martínez era que fuera un tercer acto constante con capítulos muy cortos. Este formato se adapta mucho a los tiempos que estamos viviendo. Nos guste o no todos somos víctimas de nuestros teléfonos móviles, estamos reduciendo nuestra capacidad de atención hasta límites muy complejos y nocivos. Nuestra máxima aspiración es conseguir que en esos 25 minutos de episodio no mires el teléfono.
¿Crees que va a ser la tónica habitual en las series del futuro?
No te digo que se convierta en un estándar, pero seguramente sí se irá diversificando. En Netflix ya hay proyectos así. También se irán haciendo según el consumo. No es lo mismo coger el metro y de casa al trabajo verte un par de capítulos, que ver una serie que dura 50 minutos mientras cenas. Estamos diversificando la oferta para que se adapte a las demandas del consumidor.
Silencio, se rueda
¿Cómo has vivido la resaca de ‘No Matarás’?
Ha sido un año intenso porque empalmar dos proyectos tan importantes en mi carrera ha sido una experiencia fuerte. De hecho, ahora las ganas que tengo es de parar un poco y digerir la experiencia. También dejar que mi mente coloque los aprendizajes en el lugar adecuado. Siento que me he vaciado mucho y es el momento de volver a leer, ver cine y tener un poco de tiempo para absorber.
¿Te has encontrado con muchas diferencias en relación a tu primera película?
Lo que más ha cambiado entre ‘El Pacto’ y ‘No matarás’ soy yo. A la primera no llegué de la mejor manera posible porque se me habían caído muchos proyectos por el camino y tenía mucho dolor emocional y tensión por no conseguir levantar mi primer largo. Con ‘No Matarás’ me he sentido mucho más representado. Ha sido un viaje de transformación porque entré en la peli dejándome llevar sin saber donde iba a terminar.
“Siento que me he vaciado mucho y es el momento de volver a leer, ver cine y tener un poco de tiempo para absorber”
Da la sensación de que te has resarcido de aquella primera experiencia.
Es que para un director, desafortunadamente, su primera película marca mucho su carrera. No significa que lo haga irremediablemente, porque al final esto es una carrera de fondo, pero convencer a toda la gente para tirar adelante un largo es muy complejo. Un pintor puede ir pintando cuadros hasta descubrir su estilo, pero un director no se puede permitir eso. Con ‘No Matarás’ he recuperado la esencia que perdí en el camino. Ahora puedo recordar que hago esto por diversión y porque amo contar historias.
A pesar de lo duro del camino, reconoces ser un tío positivo.
Soy muy luminoso en mi vida, pero en el trabajo cuánto más oscuro es el trabajo que hago más interesante me parece. Cuanto más entiendo la oscuridad del proyecto más puedo entender a cualquier ser humano en cualquier circunstancia. Al final, lo que más nos cuesta como seres humanos es comprender cuando alguien actúa de un modo diferente al nuestro y creo que, película a película, voy entendiendo esas razones. Voy ampliando mi capacidad empática.
“Mario Casas ha sido tratado de forma muy injusta por la industria”
¿Pero habrá algo con lo que no empatices por mucho que lo intentes?
Cualquier abuso a una persona más frágil o cualquier situación en la que no se empatice con el dolor ajeno. También estoy intentando entender si realmente existe el libre albedrío o si somos todos víctimas de la suerte, de las circunstancias y del azar.
En ese sentido, con quien has conectado, y mucho, es Mario Casas.
‘No Matarás’ ha sido lo que ha sido por Mario. Lo considero un amigo, pero sobre todo, un artista volcado en su instinto de superación y amor por el oficio. Él me ha empujado a lugares que no hubiera ido solo. Cada premio que se ha llevado es un premio para la película, pero principalmente para él. Me alegro que sea así porque es una persona que ha sido tratado de forma muy injusta por la industria. Se merece que el Goya le coloque en el sitio que se ha ganado con mucho esfuerzo.
¿Estamos ante un tándem con mucho recorrido?
Los dos tenemos ganas de seguir trabajando juntos. Se trata de encontrar el proyecto. Lo que es seguro es que queremos hacer cosas que no sean convencionales.