Cuando me enteré de su existencia pensé que era una broma, tal vez, un titular del medio satírico ‘El Mundo Today’. Sin embargo, días después vi a gente comentarlo por redes sociales y ya no pude negar la realidad, por muy sorprendente que me resultara a priori. Aunque poco después mi asombro viró y lo que me extrañaba es que un club como ‘Pajas entre colegas’ no existiera antes. Al fin y al cabo, existen locales de intercambio de parejas y swinger parties, bares de cruising donde el sexo es el protagonista y ferias sexuales como el Salón Erótico de Barcelona. Entonces, ¿por qué me resultaba raro que pudiera surgir un club de masturbación masculina en España? Básicamente, por vergüenza. Hablar de sexo me resulta mucho más natural que hacerlo de la propia masturbación. Pero el tema llamó mi curiosidad, indagué y descubrí que no era el único en sentir ese pudor.
Atendiendo a los datos, España es el país rey en masturbación, según el último Barómetro del Auto Placer. Sin embargo, a los españoles les da reparo hablar de ello, contra todo pronóstico si tenemos en cuenta la fanfarronería de la que algunos se hacen eco. Una encuesta de la marca de placer masculino premium Arcwave, realizada a nivel mundial en 2021, evidenciaba que el 47% de los hombres nunca habla de masturbación. Así, descubrí que yo no era el único en sentir cierta incomodidad al hablar de este tema y que, precisamente, este club con sede en Alcorcón busca romper estos tabúes. “Llamar pajillero a alguien es un insulto. Usar ese término es un ejemplo de vergüenza internalizada: ten cuidado que si te masturbas eres un fracasado. La vergüenza se interpone en el camino de nuestro disfrute. Gracias a nosotros ya no”, explica Nacho, fundador de esta peculiar asociación, que prefiere no dar su apellido.
Las fotos que acabas de ver, y que aparecen en este reportaje, pertenecen al local de la sede oficial ubicada en Alcorcón, aunque en estos momentos permanece cerrado. Me las facilitó el propio fundador, quien me contó que la idea es seguir manteniendo este local con la intención de reabrirlo una vez solventen las trabas burocráticas que le exigen otro tipo de licencia para desarrollar esta actividad.
Precisamente, Nacho ha recibido bastantes críticas y presiones de ciertos sectores de Alcorcón que no ven con buenos ojos la existencia de un lugar centrado en la masturbación masculina. “Esta sociedad y la Iglesia es muy hipócrita, consienten que haya prostíbulos, donde unos proxenetas trafican con los cuerpos de mujeres, consienten que haya saunas gais donde se practica sexo, pero nuestro club se trata de un tabú”, critica Nacho. Debido a estas presiones, los eventos del club, que suelen realizarse cada viernes, hace varias semanas que no se llevan a cabo en la sede ya que todavía no están constituidos como asociación.
Los clubs de masturbación masculinos llevan décadas funcionando en Estados Unidos, donde hay 18 clubs de este tipo, mientras que en Canáda hay dos más, al igual que en Australia y uno en Reino Unido
Es por este motivo que mi experiencia en este club de pajas patrio tuvo que ser en un espacio reservado en un edificio en la periferia de Madrid. Llevado por mis prejuicios pensé que aquello iba a resultar bastante sórdido. Sin embargo, lo primero que me llamó la atención al entrar fue lo diáfano y luminoso que resultaba el apartamento escogido y un penetrante olor a desinfectante. “La mayoría de veces están siendo locales de amigos que limpiamos nosotros al acabar el evento, pero otras veces son alquilados, como en el que tú estuviste”, señala el responsable. Nada más entrar, se acercó Nacho, se presentó y tachó mi nombre de la lista. La primera hora suele ser para llegar, conocerse y tomarse algún refresco o cerveza. Pasadas las 21.00 horas las puertas se cierran y ya nadie puede entrar.
En su página web, algo caótica y con muchas entradas dispares, te informan de que debes hacerte socio y, una vez tengas la membresía, puedes pagar mensual o anualmente con precios que parten de los 10 euros; además, puedes inscribirte al evento que desees por 15 euros. Pero para quienes, como yo, quieren vivir la experiencia hay un pase por 25 euros que da derecho a ir a un evento. Con todo el dinero recaudado se sufraga el alquiler del espacio, los productos de limpieza, los refrescos y cervezas que se ofrecen y demás cosas para mantener el club. “No son mis clientes, yo no me dedico a esto. Por suerte, tengo mi trabajo que es de lo que vivimos mi familia y yo”, apunta Nacho, casado con una mujer y padre de dos hijos. “Me defino como heterosexual al igual que el 30% de nuestros socios”, añade.
Porno gay y un poco de música ligera
Durante esa hora me sorprendió que muy pocos interaccionaron entre sí. Todos se mantienían expectantes, deambulaban por el interior del apartamento y la gran terraza exterior, tomaron algo de beber y, algunos, se movieron al ritmo de la música o tarareaban las canciones que estaban sonando. En el hilo musical del local se oían canciones como Música ligera de Ana Mena y Berlín de Aitana.
Al comienzo, la gran mayoría de asistentes rondaban los 50 años pero, a medida que pasó el tiempo, la media de edad fue bajando. El perfil era muy diverso. Hombres trajeados, un par de treintañeros en chandal, varios jóvenes en polo y la gran mayoría con vaqueros y camiseta. También la etnia era variada y, aunque una mayoría era caucásica, también había latinos y negros. Eso sí, aun cuando se estaba llenando el local y ya rozábamos la treintena de asistentes, seguían siendo muy pocos los que interactuaban entre sí. Hubo, incluso, varias personas que se conectaron a Grindr, la app de contactos gay, para hablar con los usuarios que estaban a pocos metros y presentes en el local. La vergüenza se pierde a través de una pantalla.
En el club puedes ver, masturbarte, masturbar a otros asistentes si tienes su consentimiento, besarte y lamer todo lo que se acuerde de cintura para arriba, pero el sexo anal y el oral están prohibidos
Aunque aquí en España, y en general en Europa, ha sido una novedad, los clubs de masturbación masculinos llevan décadas funcionando al otro lado del charco. En Estados Unidos hay 18 clubs de este tipo, mientras que en Canáda hay dos más, al igual que en Australia y uno en Reino Unido. “Me han comentado que hay un local en París, tipo bar de cruising, en el que hay salas donde se masturba la gente, pero como club, no. También hay una persona que se ha puesto en contacto conmigo interesada en asesorarle porque quiere abrir un club en Holanda”, asegura Nacho. Él mismo fue asesorado por Paul Rosenberg, dueño del club Rain City Jacks de Chicago. “La idea no surge de la noche a la mañana, desde el 2015 ampliamos el círculo de amigos para quedar en ratos libres en casa de alguien, tomar unas cervezas y masturbarnos en grupo mientras vemos porno. Después, en varias ocasiones, me he desplazado por varios clubs de Estados Unidos y he estado en Seattle siendo asesorado por Paul Rosenberg”, me desvela.
Cuando quedaba poco para que empezase el evento en sí, se me acercó Javi, un joven de veintitantos años que decía estar algo nervioso, ya que era su primera vez. Conoció el club a través de un grupo de contactos y quedadas gais de Telegram. Desde el primer momento, le llamó la atención, ya que le resultó bastante morbosa la situación y una manera de conocer gente. Pero, sobre todo, lo que más le gustaba era que las normas estuviesen bien definidas y tener la garantía de que la cosa no va a ir más allá de la masturbación. “Todos los clubs de masturbación del mundo seguimos las mismas reglas: nada de labios por debajo de las caderas y nada dentro de nada“, marca Nacho. En este sentido, en el club puedes ver, masturbarte, masturbar a otros asistentes si tienes su consentimiento, besarte y lamer todo lo que se acuerde de cintura para arriba, pero el sexo anal y el oral están prohibidos. Tampoco puedes eyacular ni dejar que eyaculen sobre tu rostro, pero sí de cuello para abajo.
Entre el murmullo de algunos que charlan y los gemidos de la gran mayoría también se escuchan risas y alguna que otra broma
A las 21.00 horas se cerraron las puertas. Se bajaron las luces para crear un ambiente más íntimo, la música se mantuvo pero también se activó un proyector que comenzó a retransmitir escenas porno de hombres masturbándose. Nacho se dirigió a todos los asistentes, recordó las normas básicas y de higiene y animó a disfrutar pero con cabeza, para evitar cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual. “Tenemos precaución y advertimos de que ciertas prácticas son de riesgo. Desde que han saltado las alarmas por la viruela del mono solo dos asistentes han cancelado y les advertimos de que besos, fluidos y demás pueden ser un posible contagio”, apunta. Terminado el discurso, todos nos quedamos sin camiseta y algunos ya caminaban en ropa interior.
Lo que más me sorprendió es la naturalidad de todos los allí presentes y también la cortesía que todos demostraban. Se acercaban amablemente y te ofrecían algún tipo de contacto, pero si lo rechazabas, te deseaban buen disfrute y se marchaban a buscar a otro con el que encajar. “Aunque no lo creas, no hemos tenido que invitar a nadie a que se marche. Las reglas son claras y cuando se hacen socios y abonan tienen que leerlas y aceptarlas. El respeto que se respira en un evento es tal que no nos hace falta ningún código de pulseras, con un simple gesto se sabe si se puede tocar o que te toquen”, confirma Nacho. Y lo cierto es que buen rollo sí se respiraba. Entre el murmullo de algunos que charlaban y los gemidos de la gran mayoría también se escuchaban risas y alguna que otra broma.
Pasado un rato, la gran mayoría ya iban casi desnudos. Salí a la terraza y me encontré a un joven fumando. Se llamaba Sebastián y estaba de vacaciones en Madrid. Se enteró de la existencia del club por el podcast de Jordi Wild y, aunque tiene novia, lo comentó con ella y le pareció bien que viniera a probar la experiencia. Él se define como bisexual aunque todavía no ha mantenido relaciones con hombres. “Está guay que no haya una normatividad o estereotipo y que haya una gran variedad de perfiles. Además, veo mucha simpatía y resulta morboso todo esto“, me comentó. Estuvimos un rato charlando, entramos y Sebastián se animó a quitarse toda la ropa. Yo hice lo mismo. Al fin y al cabo, había venido a integrarme en esta dinámica.
Mi nuevo “colega de pajas” y yo fuimos de grupo en grupo viendo cómo se masturbaban en pandilla los allí presentes. Muchos se lamían los pezones e iban escupiendo en los penes. Algunos nos acariciaban el trasero y el torso al acercarnos. Un par, nos besaron el cuello. Ninguno hizo mención a tocarnos los genitales. Creo que el hecho de que no teníamos erección alguna era ya un mensaje claro. Eso y que, cerca, había dos cuerpos apolíneos que parecían rematados a cincel y captaban todas las miradas y manos. Sebastián y yo pasamos bastante desapercibidos. Por tanto, nos fuimos a un sofá y nos sentamos a charlar.
Tras un rato de conversación, se nos acercaron otros dos jóvenes y comenzaron a hablarnos amigablemente. Nos preguntaban cosas y nos hablaban de temas varios sin dejar de tocarse el pene. Y admito que, acostumbrado ya al ambiente del lugar, no se me hizo extraño estar charlando con tres chicos desnudos mientras dos de ellos se masturbaban tranquilamente. Sebastián se marchó a por cervezas. De pronto, uno de los dos comenzó a tener espasmos y avisó de que estaba a punto de eyacular. El otro le acarició los testículos y le puso la mano para recoger el semen del otro que, después, se restregó en el abdomen. Me quedé un poco perplejo pero luego vi que no era el único que lo hizo. De hecho, la excitación que debió producirle fue suficiente para que él también eyaculase en el suelo. Terminó, cogió papel, se limpió y se despidió. Dijo que su novia le esperaba en casa y que a ver si nos veíamos en otra quedada. “Te diría que el 50% de los que acuden a un evento son repetidores y el otro 50% es gente nueva“, dice Nacho.
Las cervezas hicieron su función diurética y Sebastián y yo nos fuimos al baño. Un vigilante custodiaba la puerta y nos cedió el paso. Entramos y vimos a dos cincuentones, uno trajeado y otro en chándal, limpiándose y preparándose para marcharse. Sebastián y yo nos quedamos un rato charlando y, al poco tiempo, el cancerbero se asomó para ver qué hacíamos. Se toman muy en serio aquello de nada de sexo en el local. Los eventos se clasifican en nivel 1, que es en el que estuve y solo permite besos y masturbación; en nivel 2, donde se puede practicar el sexo oral; y nivel 3, en el que se permite la penetración. “Todos los eventos que he hecho han sido del nivel 1, el nivel 2 lo vamos a posponer hasta tener abierta la sede y el nivel 3 está contemplado pero no se va a realizar; tuvimos varias peticiones de socios pero para ese nivel hay muchos locales por ahí”, aclara Nacho.
Volvimos a la sala principal y vimos que muchos ya estaban eyaculando y que otros se estaban vistiendo. Eran las 23.00 horas. Sebastián y yo nos acariciamos un poco pero estaba claro que la situación no era para nosotros. Se nos acercaron dos jóvenes masturbándose. Le acariciamos a uno y terminó eyaculando en el sofá. Se marcharon. Sebastián y yo jugamos un rato con toqueteos y charlando pero no logramos la erección, nos reímos y decidimos marcharnos sin eyacular. Para quienes puedan mostrarse más cortados, ‘Pajas entre colegas’ también organiza juegos de vez en cuando. Por ejemplo, un campeonato de strip poker o una Liga del Cum, en la que los participantes deben intentar ser el último en eyacular para alzarse con el trofeo.
Me despedí y salí ya de noche. Volví a casa satisfecho. Pensaba que iba a ser un rato incómodo e, incluso, desagradable, pero lo cierto es que fue un momento liberador. Poder normalizar la desnudez e, incluso, el roce del cuerpo y la estimulación me perece una experiencia única al igual que poder hablar sin tabúes de muchos temas con hombres de distintas edades. Hablé con Nacho después de la experiencia y me desveló que ya están pensando abrir otras sedes en España. “Tenemos sede en Bilbao y en Burgos en un local de 100 metros. Cada vez hay más gente que se anima a probarlo”.
Seas pudoroso o no, recuerda que lo que pasa en el club se queda en el club.