Belén Aguilera (Barcelona, 1995) es Virgo y muy perfeccionista. A los cinco minutos de hablar con ella ya la conoces bastante. Es una mujer que reconoce sus traumas, que ha pasado por siete psicólogos distintos y que lucha por reivindicar la sexualidad de la mujer subida a unas plataformas y embutida en un vestido. Pero todo tiene un porqué, aunque buscárselo a todo, a veces, pueda desquiciarle. Se dio a conocer en redes sociales como la chica del piano y pasó por un talent show, que más que darle gloria le puso los pies en la tierra. Hoy, esa niña rebelde de la adolescencia le habla para decirle que no tenga miedo a mostrar lo que es. Y aquí está, hablando alto y claro.
Tu nuevo disco ‘Superpop’ tiene una base compositiva basada en la nostalgia, ¿si miras hacia atrás cuando empezaste a soñar con dedicarte a la música, sientes que estás lográndolo?
Rotundamente sí. Hubo un punto en mi vida de miedo, de negarlo, de decir “esto es imposible, es mejor dejar de soñar y te dedicas a otra cosa”. Pero, ahora mismo, estoy muy orgullosa del camino que decidí seguir. Siempre hay matices, porque desde luego cuando sueñas de niña el matiz es mucho más inocente y naif, obvias todo lo que puede suponer hacerte adulto y la vida en general. Pero estoy súper orgullosa y creo que estoy cumpliendo mi sueño.
¿En qué momento de tu vida la música se convirtió en algo esencial?
A los 18 años, cuando tuve que elegir carrera. Yo no tenía nociones musicales y no podía ir a un conservatorio porque no sabía música, entonces la única salida que tenía para formarme no era viable, porque no tenía ni idea. Cogí una carrera normal, Publicidad, porque creía que podía ser una herramienta para el día de mañana si quería tener un proyecto propio. Esa fue una época muy oscura de mi vida, porque era muy infeliz, había elegido algo que sabía que no me iba a hacer feliz, pero la había elegido a conciencia. Dentro de toda esa oscuridad iba sacando ratos para escribir y hacer música. Ahí fue cuando nació esa necesidad y si no hubiera sido por la música me hubiera acabado muriendo y pudriendo.
Tirando de nostalgia, ¿cómo eras de adolescente y qué crees que has aprendido de esa etapa?
La divido en dos partes. La primera es antes de entrar a la universidad, en la ESO, ahí era una persona muy excelente, muy perfeccionista, me tenía muy anulada a mí misma, era la perfección en mis relaciones, tenía que hacer feliz a los demás, llevar todo excelentes a casa, ser buena chica. Tenía una concepción de lo que tenía que ser como mujer que se alejaba mucho de lo que era yo y de lo que era sano. Y como todo tiene un efecto rebote, a los 16 años justo coincide con un momento duro, porque todos tus amigos de pequeños se van al instituto, te quedas con gente nueva que apesta y no sabes qué hacer con tu vida, ya no hay un camino guiado, tienes que empezar a decidir las cosas y a mí nadie me había enseñado a decidir. Ahí fue cuando exploté y fui todo lo contrario, una mentirosa compulsiva, problemas con mi madre por temas familiares, problemas conmigo misma, problemas psicológicos, mucha rebeldía, mucho enfado y mucha rabia. Era todo lo contrario a lo que había sido, me quería rebelar contra algo que no sabía qué era exactamente y supongo que era por el hecho de haberme tratado tan mal durante tanto tiempo.
“Tenía una concepción de lo que tenía que ser como mujer que se alejaba mucho de lo que era yo y de lo que era sano”
¿Necesitaste ir al psicólogo?
Empecé por un trastorno alimenticio. Hubo un síntoma y había que ponerle una solución, fui al psicólogo por un motivo, por un TCA (Trastorno de Conducta Alimentaria). Es de las cosas que más agradezco en mi vida, porque gracias a que fui con 17 años, fui capaz no solo de tratar mi trastorno psicológico, sino que al final ha sido una herramienta básica en toda mi vida. Yo he pasado por siete psicólogas y creo que está muy bien ir cambiando, porque tu vida cambia y tus pensamientos también y ahora mismo no me identifico con mis primeras psicólogas, aunque en ese momento las necesitara.
Este disco tiene una dualidad muy significativa, ¿cuál es?
Son dos canciones que abarcan un mismo tema, visto desde dos perspectivas totalmente distintas. Una es la del humor, que hemos desarrollado como mecanismo, porque sino es imposible cargar con tanto. Y la segunda parte es la que nos da un poco más de vergüenza, la de ser más intensos o conectar con la emoción. Esa parte con la que únicamente soy capaz de hacerlo sola, con mi psicólogo o con amigos muy próximos.
Creo que todos, me incluyo, estamos viviendo unos años, en parte fruto de la pandemia, en los que estamos siendo más conscientes de nuestro estado emocional y mental. Escuchando tu disco se puede percibir esa fragilidad, ¿cómo te sientes?
Me siento muy sensible todo el rato, ahora que hemos estado hablando de esto y he conectado un momento con la emoción, me siento como abrazando todas las debilidades, la sensibilidad, con el llorar. Pero también disfrutando del hecho de haber sido tan sincera y que la gente lo haya recibido así. Al final es un disco muy crudo y hablo tal cual siento, en el anterior estaba todo más edulcorado y me daba un poco de miedo desnudarme.
¿Cuánto has llorado escribiendo este disco?
¡Buuuf! Muchísimo. Llorar sano, ha sido una autoterapia muy brutal.
“No hay una manera indicada en la que deberíamos sentirnos, sino que realmente estamos gestionando todo como podemos”
Uno de los temas más crudos es Inteligencia emocional, ¿te acuerdas cuando lo escribiste?
Sí, estaba en ese punto confuso, no sabes si estás bien si estás mal, estás pero no estás. Sale también del hecho de estar constantemente buscando un motivo de que me pasen cosas y al final uno es súper cargante, porque te sitúas por debajo del resto porque parece que a los demás no les pase nada. ‘Inteligencia Emocional’ es una especie de himno dedicado a mí misma para hacerme entender que no es una cosa que me pase a mi sola ni que tengo la culpa, sino que es una cosa grupal, que nos pasa a todos, quitándome un poco de culpa y normalizando que no hay una manera indicada en la que deberíamos sentirnos, sino que realmente estamos gestionando todo como podemos.
Te diste a conocer al gran público como ‘The girl and the piano’, ahora has evolucionado a una artista más pop, ¿ha sido un cambio orgánico y fruto de tus inquietudes o más bien una necesidad porque en España las cantautoras no son apoyadas por el gran público?
Es una realidad que a las cantautoras no se las valora, pero, además, creo que a la mujer se la valora menos de por sí. Al principio renegaba un poco de cuando me decían “la de las covers” y ahora estoy súper orgullosa, empecé por aquí y mírame ahora, he llegado donde quería llegar. Me he reconciliado mucho con ese pasado y estoy agradecida de seguir los pasos que he necesitado para evolucionar y hacerme caso en todo momento. Sigo siendo yo y mi piano. Incluso Camaleón se construye en base a poner un tempo y grabar un piano. No he construido ninguna en base a ningún bit, lo he construido yo en mi casa.
Esta presión por parte del público tiene mucho que ver con lo que se espera físicamente de una mujer. ¿A ti en qué crees que te ha podido condicionar esa discriminación?
Yo me pongo mis plataformas que son muy incómodas, ensayo con ellas, me duelen los pies, me pongo un vestido que me oprime, tengo que aprender a respirar con él, maquillarme, ponerme extensiones. Y un hombre, nada. Pones esas dos imágenes al lado y la gente no piensa que hay una desigualdad. Hago un grito a la reflexión si creen que no hace falta el feminismo. Por eso ahora he tenido una necesidad de conectar con esa parte no respetada. Parece que si eres una mujer que hace pop es menos respetable. Yendo más allá, Britney Spears siendo de las personas más famosas del mundo se la ha invalidado y de Kanye West, que está sacándose el rabo por todas partes y está desequilibrado, no dicen nada, y a ella se le ha creado una enfermedad. He necesitado crear mi estética y mi show en base a un activismo, porque me voy a poner todos los clichés de ropa, de maquillaje, de estética de colores y me vas a respetar. Cuando he ido a las últimas alfombras rojas he buscado ir hipersexualizada, para mí la sexualidad es una parte muy importante de mí porque he tenido muchos problemas y me voy a emocionar y todo —para un momento y continúa—. Me da mucha pena porque empatizo mucho. Madona tiene un discurso buenísimo que dice que las mujeres tienen normas y los hombres no. Cuando ella decidió con su arte una manera de vestir y expresó su sexualidad se la vetó de todo. A una mujer se le puede sexualizar, pero no puede expresar su sexualidad. Hubo un momento en una alfombra roja que una reportera me dijo “vemos que vas un poco…” y le cogí el micro y dije “espectacular” y dice “no, quería decir ligera”. Antes de que me vayan a sexualizar y vayan a juzgar mi cuerpo y mi manera de vestir y que tenga que regirme a unos cánones, me voy a poner un escote y te vas a escandalizar. Antes me estaba anulando, estaba negando algo que yo quería hacer y no me atrevía. Y ahora como estoy disfrutando tanto esta cultura pop, estoy feliz.