Así viven los nómadas del siglo XXI

He aquí un listado de diseños ligeros, adaptables y fáciles de instalar que apuestan por la vida en marcha.

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Aquel poema de Antonio Machado que dice “se hace camino al andar” unió el arte y la movilidad y dejó escapar una promesa de libertad. La misma que parece emanar de estos proyectos de arquitectura móvil. Estructuras rodantes que se hinchan, desdoblan, despliegan, deslizan y flotan en el agua y que se mueven con bicicletas, esquís, trineos, carros de la compra, coches y hasta con nuestras propias extremidades.

El poeta Marinetti presagió todo lo que estaba por venir. En su Manifiesto Futurista escribió: “Hemos perdido el sentido de lo monumental, de lo pesado, de lo estático y hemos enriquecido nuestra sensibilidad con el gusto por lo ligero, lo práctico, lo efímero y lo veloz”. Este texto, publicado en 1909, era un deseo de romper con las normas establecidas del arte heredado. Lo monumental, lo pesado y lo estático son términos que hacen referencia al monumento y a la arquitectura decimonónica. “Los inventos y las máquinas de principios del siglo XX revolucionaron la manera de producir objetos, de desplazarse y de entender la realidad”, explica Daniel Díez Martínez, doctor en arquitectura y profesor en la Universidad Politécnica de Madrid.

Las fábricas fascinaron tanto a los futuristas de principios del siglo XX que concibieron las ciudades como centros de producción industrial. El arquitecto y urbanista Antonio Sant’Elia pensó y dibujó, allá por 1914, una ciudad que asumiera las nuevas tipologías de la construcción. La denominó la Ciudad Nueva y la concibió para grandes aglomeraciones de gente, realizada con materiales que permitiesen ser sustituidos con facilidad. De esta manera, la arquitectura tiende a ser ligera, efímera y práctica. Los dibujos de este visionario italiano han tenido una influencia capital, no solo en la arquitectura, sino también en el cine y en el mundo del cómic, para muestra la Neo-Tokio de la película japonesa ‘Akira’.

La Walking City (ciudad caminante) fue una idea propuesta por el arquitecto británico Ron Herron en 1964.

“Los inventos y las máquinas de principios del siglo XX revolucionaron la manera de producir objetos, de desplazarse y de entender la realidad”, Daniel Díez Martínez (doctor en Arquitectura y profesor en la Universidad Politécnica de Madrid)

Sin embargo, si de lo que hablamos es de arquitectura en movimiento, hay que hacerlo sobre Walking City, uno de los proyectos utópicos del grupo de arquitectos británicos de los años sesenta del siglo pasado, Archigram. Unos agitadores culturales con ganas de incomodar y desafiar a la clase dirigente de la arquitectura moderna representada por Le Corbusier, Mies y Alvar Aalto. El contexto de esas décadas se caracterizó por una fe en el desarrollo tecnológico y las posibilidades que se les presumía para la vida en el futuro: viajes espaciales, colonias en Marte y, por qué no, ciudades que caminan. Walking City es una mezcolanza de estructuras camufladas, cápsulas habitables, módulos y planos plegables que pueden moverse sobre terrenos disímiles, como el agua, el espacio o sobre las ruinas de una ciudad destruida por una posible guerra nuclear. Una ciudad que se mueve según los deseos de sus habitantes. Aunque esto ya lo hicieron los beduinos del desierto con sus jaimas, los pastores del Asia Central con sus yurtas y los indios de las praderas de Norteamérica con sus tipis. Estructuras, todas ellas, fáciles de transportar, montar y que personifican el nomadismo como estilo de vida y ejemplifican la intemporalidad de la arquitectura móvil.

Familia en carretera

Entre las jaimas, yurtas, tipis y Walking City se encuentran las tiendas de campaña –no solo las de Decathlon–, las caravanas, autocaravanas y furgonetas tipo camper, además de todas las estructuras móviles que recoge el libro ‘Movitectura. Arquitectura móvil’, de Rebecca Roke, publicado por Phaidon y que también ofrecen la promesa de libertad. Esa condición, más la posibilidad de improvisar y el menor coste económico, es lo que más valoran las parejas que, como Isaac y Fini –puedes encontrarles en Instagram como @on_y_van–, Marianne y Gaëtan –visita su página web nodimages.be– y Pablo y Bea –verdepordentro.com–, viajan y duermen en sus adaptados vehículos sobre ruedas.

Para Javi y Nuria, a quienes les gusta el contacto con la naturaleza, al viajar en caravana dicen que tienen “muchos chalets con parcelas y vistas por toda España”. Sin olvidar la vida en familia que hacen junto a sus hijos, Alejandra y Roberto, durante 24 horas en nueve metros cuadrados, “experiencias que van a recordar y de las que creemos que aprenden”, cuentan. Ninguno de ellos esconde el lado de negativo de viajar de esta manera: los deficitarios servicios que hay en España para que puedan vaciar y llenar los depósitos de sus vehículos, el cansancio, el aseo y la falta de privacidad.

El interior de estos habitáculos recuerda a los camarotes de un barco y a los compartimentos de un vagón en un tren cama, ejercicios de diseño pioneros en la optimización del espacio. Aunque para sitios reducidos bien aprovechados ya están las habitaciones de los transbordadores que ocupan los astronautas durante sus misiones espaciales.

Al respecto de viajar con un vehículo de este tipo, esta pareja apunta que, a priori, “parece más barato, pero haciendo cómputo de gastos no lo es”. Al alto consumo de gasolina y mantenimiento del coche se suma el hecho de que “con una caravana tiendes a salir más, fines de semana y todos los puentes, por lo que el gasto en viajar se dispara. Además, en los últimos años los precios de los campings han subido mucho, ya no es como antes”, señalan.

El interior de estos habitáculos recuerda a los camarotes de un barco y a los compartimentos de un vagón en un tren cama, ejercicios de diseño pioneros en la optimización del espacio

La arquitectura móvil oposita para ser un eficiente trabajo de simplificación de los recursos, lo que indica un cambio de filosofía de la sociedad, además de un notable ahorro económico. Existe un tipo de vivienda más viable frente al deseo de poseer casas más amplias, lujosas y mejor ubicadas, alentado por los promotores inmobiliarios. Para José Enrique Cuevas, arquitecto colegiado: “A los arquitectos nos da igual el deseo de propiedad de la gente, lo que nosotros queremos es que se ocupen nuestras obras. Que cumplan una función”.

En cada uno de estos espacios móviles se vive, trabaja, disfruta o descansa. Características que se aprecian en las casas flotantes de Hamburgo que, con su construcción, han dinamizado los abandonados canales hamburgueses. En caso de necesidad, estas casas-barcos se pueden trasladar a un nuevo embarcadero. Otro ejemplo en esta línea es la propuesta de IDEO –Consultora Internacional de Diseño–, llamada Work on Wheels (Trabajo Sobre Ruedas). Una oficina móvil y transparente a la que el trabajo acude a ella y no al revés. “Internet y las redes sociales permiten otro tipo de trabajo y de relaciones interpersonales, por lo que no se trata tanto de movernos como de conectarnos”, apunta al respecto Daniel Díez Martínez, con quien hablábamos al inicio de este reportaje.

Espacios de trabajo eléctricos sobre ruedas con autonomía de hasta dos días. Foto (y autor del proyecto): IDEO.

La arquitectura móvil oposita para ser un eficiente trabajo de simplificación de los recursos, lo que indica un cambio de filosofía de la sociedad

Ahora bien, el experto insiste en que “una casa con ruedas –una caravana–, al igual que un coche, se empieza a depreciar desde el mismo momento en el que se compra. Una vivienda tradicional, no”. Y no le falta razón. Isaac y Fini, a quiénes nombrábamos antes, viajan en una furgoneta Camper, que se conoce como gran volumen, en concreto una Fiat Ducato H2L3. Anteriormente, tuvieron una Wolkswagen T5 que compraron por 26.500 euros; sin embargo, en 2018, tuvieron que venderla por 25.000 para renovarse y adquirir la Fiat Ducato por 45.000 euros.

Más modesta es la furgoneta Mercedes del año 1991, modelo T1 208D, que conducen Pablo y Bea. A ellos les costó 7.500 euros, más otros 2.000 para ponerla a punto. “La rehicimos completamente reutilizando muchos materiales, algo que abarató los costes”, cuenta él. Hasta aquí, lo que comenta el arquitecto Daniel Díez se cumple; no obstante, en el caso de la pareja de belgas Marianne y Gaëtan, parece que no. Ellos viajan –y viven– en un antiguo camión de bomberos de la marca Renault del año 1983: “Nos costó 30.000 euros, pero un vehículo de este tipo no pierde valor, ¡es una inversión!”, afirman.

Todos estos proyectos testimonian que la movitectura plantea diseños dinámicos, flexibles, transportables, adaptables a las circunstancias del entorno y, sobre todo, sostenibles 

En Valdebebas, un nuevo código postal a las afueras de Madrid, algunos negocios han entendido que la clave de su éxito es el cómo conectar con sus potenciales clientes. Cada equis semanas, los vecinos de este barrio que tienen perro saben que ‘La bañera de trasto’, una furgoneta Renault Master convertida en una peluquería canina, está estacionada en el mismo lugar y lista para cortar, lavar y peinar a los canes en su interior.

El poder ir de aquí para allá es una ventaja, pero para este tipo de empresas también puede suponer perder dinero, ya que la carretera es un riesgo. Si no, que se lo digan a Jack Kerouac, que pateó tanto asfalto que hizo suyo aquel poema de Antonio Machado que dice: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Hoy, además de andando, el camino se puede hacer en estructuras rodantes de lo más variopintas. El destino sigue siendo el mismo, la vida errante.

*Artículo original aparecido en el número 37 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android. 

Ilustración de imagen destacada: Carlos Toral