La amenaza de un futuro en el que las máquinas acaben con el sustento de los hombres es tan antigua y recurrente que la propia realidad se ha encargado de determinar que los avances tecnológicos ayudan más que entorpecen. Sin embargo, la automatización que ya empieza a implantarse, algo que los expertos se han aventurado a denominar la Cuarta Revolución Industrial o segunda era de las máquinas, es distinta en esta ocasión. ¿El motivo? Las habilidades humanas no consiguen alcanzar el ritmo vertiginoso de la tecnología. La realidad es casi paradójica, la mente humana puede llegar a crear inteligencia artificial más capaz que el hombre, relegando la mano de obra en todos los ámbitos industriales y de servicios. Las consecuencias de esta agorera predicción han sido objeto de estudio de infinidad de economistas cuya clarividencia puede ser tranquilizadora o aterradora.
“La innovación transforma y, bien orientada, mejora el mundo”,
Benigno Lacort (Director de AMETIC, patronal de la industria electrónica y de telecomunicaciones)
En 1956, el premio Nobel Herbert Simon escribió: “Las máquinas serán capaces de hacer cualquier trabajo que un ser humano pueda hacer”. Seis décadas después, este augurio planea sobre nosotros como un ave carroñera fragua su ataque. “La innovación transforma y, bien orientada, mejora el mundo. Por tanto, somos optimistas sobre un impacto positivo, en general, de la automatización y es evidente que tenemos que considerar también cómo lograr que este impacto sea también positivo en el empleo”, asegura Benigno Lacort, director general de AMETIC, la patronal de la industria electrónica y de telecomunicaciones. Pero, tras esta realidad optimista, subyace una consecuencia poco halagüeña. Según el Foro Económico Mundial, las transformaciones que conllevarán la robotización destruirán al menos siete millones de empleos en los próximos años. Esta revolución tecnológica provocará que algunos empleos sean superfluos e innecesarios, pero –he aquí lo positivo– se abrirá la oportunidad a una gran gama de nuevos empleos.
Metamorfosis laboral
Históricamente se ha demostrado que la tecnología ha hecho desaparecer antiguos empleos, pero han surgido otros nuevos. Y, en el presente, la tendencia es también positiva. “Si entendemos automatización como una continuación del progreso tecnológico observado en el pasado sin que cambie su naturaleza de forma radical, la experiencia histórica nos demuestra que cambiará la composición del empleo, desapareciendo algunas tareas pero apareciendo otras que complementen a dichas innovaciones”, matiza el economista Juan Francisco Jimeno. Según un estudio publicado por la consultora de marketing Metra Martech, un millón de robots que se encuentran en actividad han sido responsables de la creación de cerca de cinco millones de nuevos empleos. En clave nacional, las estimaciones del sector de las telecomunicaciones son más que optimistas. “En total, en 2020 podríamos estar hablando de unos 930.000 nuevos puestos de trabajo. Y aunque muchos serán por sustitución de otros que quedan obsoletos, seguimos confiando en que habrá una creación neta de empleo”, auguran desde AMETIC.
En general, hay acuerdo a la hora de valorar el progreso que supone la automatización en el trabajo, pero disenso a la hora de concretar las consecuencias. “Algunos datos sugieren que la tecnología en general produce menos empleos nuevos de los que destruye. Otros informes apuntan a que las decisiones políticas tienen más impacto en los empleos que la tecnología”, afirma Hod Lipson, profesor de ingeniería de la Universidad de Columbia en Nueva York. La concepción que cualquiera puede tener cuando hablamos de robotización del mercado laboral es la de una máquina dirigida por humanos que es capaz de producir bienes y/o servicios.
Pero la industria está incorporando avances que van más allá de un simple artilugio. Un ejemplo de los progresos que se están implantando es Baxter. Este simpático robot con ojos saltones y extremidades extensibles ha sido nombrado empleado del mes en varias fábricas del mundo. Además de unas condiciones que le permiten ser el doble de productivo que un trabajador humano, no cobra un salario mensual, no le pertenecen vacaciones, ni percibe pagas extra.
“Pronto, los tradicionalmente trabajos seguros y de alto valor, tales como médicos y abogados, estarán en la tabla de cortar”, Hod Lipson (profesor de ingeniería de la Universidad de Columbia en Nueva York)
La incorporación de trabajadores no humanos no se reduce al sector manufacturero. En Japón, varias empresas de seguros van a implementar una plataforma de inteligencia para sustituir el trabajo de empleados administrativos. “Si la automatización se produce con una introducción masiva de máquinas con inteligencia artificial y completamente autónomas, el efecto neto sobre el empleo puede ser muy negativo”, precisa Jimeno. He aquí donde se plantea la disyuntiva de la robotización. “Esta revolución es diferente porque la Inteligencia Artificial (AI) alcanza un nuevo sector de empleo. Pronto, los tradicionalmente trabajos seguros y de alto valor, tales como médicos y abogados, estarán en la tabla de cortar”, vaticina el profesor Lipson. Según él, un sistema de AI para analizar imágenes puede permitir que un hospital emplee a cinco radiólogos en lugar de a diez. “Pero la buena noticia es que con las imágenes de lectura con AI obtendremos diagnósticos más confiables y más personas podrán acceder a diagnósticos médicos”, precisa.
Pónganse a salvo
El ser humano ha sido resiliente a los progresos que han amenazado su sustento a lo largo de la historia, pero el interrogante que se plantea es si seremos capaces de adaptarnos rápido a esta nueva realidad. En el libro superventas ‘The Second Machine Age’, Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee apuestan por una visión pesimista. Estos autores sostienen que las empresas solo emplearán a los trabajadores que no puedan ser reemplazados por máquinas, lo que reducirá los salarios y creará mucho paro. “Parte del aumento de la desigualdad observado en muchas economías avanzadas en las últimas décadas podría ser el resultado de la presión tecnológica. En las economías desarrolladas, la revolución informática ha reducido la demanda relativa de empleos que conllevan tareas rutinarias”, coinciden en señalar los economistas Andrew Berg, Edward F. Buffie y Luis-Felipe Zanna en el estudio ‘Robots, crecimiento y desigualdad’. Sin embargo, aclaran que hay áreas clave de trabajo en las que el ser humano tiene y tendrá un rol fundamental, como son la generación de ideas, los descubrimientos científicos, el liderazgo o la creatividad.
Hay áreas clave de trabajo en las que el ser humano tiene y tendrá un rol fundamental, como son la generación de ideas, los descubrimientos científicos, el liderazgo o la creatividad
En contra de lo que se pueda pensar, la cualificación no estará a salvo de la robotización. “Hasta ahora los puestos de trabajo que han estado protegidos de la automatización han sido aquellos de tipo manual y que requieren versatilidad y capacidad de resolución de problemas. En el futuro, cualquier máquina que con un simple código informático pueda aprender a resolver problemas es susceptible de hacer desaparecer los puestos de trabajo que ahora se ocupan para esas tareas”, mantiene Jimeno, autor del libro ‘Crecimiento y empleo: una relación turbulenta e incomprendida’. Lipson, por su parte, vaticina que los trabajos seguros son aquellos que “implican mucha improvisación física y que se ocupan de la incertidumbre, desde el mantenimiento (por ejemplo, fontanería o electricidad) hasta la enfermería”. Por el contrario, corren el riesgo de desaparecer aquellos que son bastante rutinarios –incluso si son intelectualmente desafiantes–, como diagnósticos médicos, abogados, profesores o cajeros.
Pero ni siquiera nuestro ingenio y habilidades intrínsecas como seres humanos podrían evitar una pérdida masiva de empleo. El límite dependerá de la ambición por crear mentes menos dependientes de nosotros. La realidad nos alerta de que no debemos subestimar a la inteligencia artificial, que ha sido capaz de superar a la ficción. En la película ‘Yo, Robot’ (2004) el detective Spooner, interpretado por Will Smith, infravalora la capacidad del robot llamado Sonny: “Los seres humanos tienen sueños. Incluso los perros tienen sueños, pero no usted, usted es apenas una máquina. Una imitación de la vida. ¿Puede un robot escribir una sinfonía? ¿Puede un robot transformar un lienzo en una hermosa obra maestra?”. Sí puede.
El profesor Lipson ha sido capaz de diseñar un artista con Inteligencia Artificial. Se llama PIX18 y puede dibujar retratos de muy buena calidad. “Los robots pueden ser entrenados para ser amables y reconocer las emociones mejor que algunas personas. La siguiente ola de AI involucra máquinas que son creativas. Tenemos ejemplos de robots que pueden pintar óleo sobre lienzo. No son Picasso, pero pueden pintar mejor que la mayoría de la gente”, advierte este ingeniero de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
Otro ejemplo es El Próximo Rembrandt, una imitación casi perfecta de un cuadro original del autor neerlandés creado con un software de aprendizaje que ha rastreado 168.263 fragmentos de 346 pinturas suyas.
Y también tenemos al MR-808, una propuesta del músico e ingeniero Moritz Simon consistente en una gigantesca caja en la que varios brazos robóticos tocan distintas percusiones.
Futuro sin empleo
Teniendo en cuenta las opiniones de los expertos, la tecnología puede ser un arma de doble filo. Por un lado, dinamizador de la economía; por otro, intensificador de las desigualdades. Esta tendencia a la sustitución de tareas explicaría un efecto que viene produciéndose desde hace tiempo: “la polarización laboral”. Esto hace referencia a la concentración de las pérdidas de empleo en los trabajadores de clase media como consecuencia del progreso tecnológico. Plantear que el ser humano no será capaz de adaptarse a estos avances nos lleva a recordar crisis pretéritas como el movimiento ludita, encabezado por artesanos ingleses que protestaron en el siglo XIX contra las máquinas que destruían empleo. ¿Viviremos una época de crispación equiparable que enfrente a hombres y robots? “Parece improbable que surja un nuevo movimiento anti-automatización, entre otras razones porque muchas de las máquinas y códigos en los que se basarán la nueva ola de innovaciones tecnológicas no están localizadas en un lugar concreto y son transferibles internacionalmente”, aclara Jimeno.
“Siempre que la tecnología avanza, es necesario que el sistema educativo se adapte y que los trabajadores adquieran nuevas habilidades”, Juan Francisco Jimeno (Economista)
De toda esta incertidumbre hay expertos que dibujan un escenario que hasta hace unos años se consideraba imposible: un futuro sin empleo donde percibiremos una renta básica. La idea de que no habrá trabajo para todos ni de la calidad suficiente para garantizar la supervivencia va cogiendo terreno. Entonces, ¿cómo evitar que el progreso tecnológico acabe por superarnos? “Siempre que la tecnología avanza, es necesario que el sistema educativo se adapte y que los trabajadores adquieran nuevas habilidades”, aclara Jimeno. Por lo tanto, frente a la amenaza de los robots, la educación debe promover un tipo de creatividad y aptitudes capaces de complementarse con las máquinas. “Qué cosas son éstas es difícil de anticipar, hasta que no veamos las posibilidades reales de la inteligencia artificial y de la robótica del futuro”, señala el economista español del MIT.
Esta opinión también es compartida por el director general de la patronal de la industria electrónica. “Los robots no son los enemigos. La educación es la medicina necesaria para todo y, por supuesto, una fuerza de trabajo educada y cualificada obtendrá mucho mejor rendimiento de la automatización”. Además, Lacort alerta de que un país como España, que según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es uno de los más afectados por la revolución robótica, no está preparado para esta Cuarta Revolución Industrial. “Por ello, es el momento de analizar este problema en profundidad con una visión de futuro que permita optimizar el aprovechamiento de esta revolución”, concluye. Porque no se trata de ver a las máquinas como una amenaza, sino como aliados para un futuro mejor. Por la cuenta que nos trae a todos.
*Artículo originalmente publicado en el número 35 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.