La hostilidad de las ciudades es cada vez más patente. Son menos transitables, la gente en las grandes urbes está más pendiente de la pantalla del móvil que de sus propios pasos y la contaminación acaba por dibujar una estampa apocalíptica que se aleja de lo que tendría que ser un lugar de convivencia. Es entonces cuando el arte ejerce su papel cuasi mágico y reformador para devolver a las urbes esa humanidad que han perdido.
Artistas como Arne Quinze siempre cuestionaron el papel de nuestras ciudades y por eso comenzó su búsqueda de convertirlas en museos al aire libre. Desde que comenzó su carrera en la década de 1980 como grafitero ya abrazó esa idea de concebir las ciudades como grandes lienzos donde expresar sus inquietudes artísticas. Su trabajo evolucionó rápidamente del arte callejero al arte público con temas recurrentes como la interacción social, la urbanización y la diversidad.
Con una trayectoria internacional avalada por proyectos en Burning Man, Chicago, París o Washington, su trabajo ha recalado este año en España a través de la exposición itinerante ‘My Secret Garden’, que ha recorrido ya ciudades como Valencia, Alicante, Marbella y Benidorm. Dice Quinze que el objetivo último del arte público debería ser “reunir a las personas”. Sobre esa capacidad de convocatoria en torno al arte y el halo caótico que envuelven sus obras hemos hablado en esta entrevista.
Una definición de arte que no sea la del diccionario y que esté basada en tu carrera artística
El arte es algo en lo que se intenta transformar un sentimiento/emoción en una cosa casi tangible.
Desde tus inicios en el grafiti hasta ahora, las ciudades han sido lienzos y museos al aire libre donde expresarte. ¿Por qué?
A los 9 años me trasladé del campo a la capital, Bruselas. Tenía muchas ganas de mudarme a una metrópolis tan bulliciosa, donde pensaba que iba a ver avatares, color y diversidad. Por desgracia, esto se convirtió en una de las mayores decepciones de mi vida. Llegué a una ciudad gris y monótona. A partir de ese momento, tuve la necesidad de dar color a las ciudades.
Tu obra pretende promover la realización de una sociedad idealista en la que todos los individuos se comuniquen e interactúen. ¿Puede el arte ser más poderoso que la tecnología?
El arte une a la gente de una manera más personal, creando un diálogo sin filtro. La gente suele elegir qué quiere ver a través de la tecnología pero si lo comparas con una escultura que aparece en su espacio público cotidiano, es imposible que el transeúnte no se enfrente a ella. En muchas obras de arte, la tecnología da una dimensión extra e incluso una mayor libertad de creación. Por eso hoy la tecnología y el arte van de la mano.
Todas tus obras se definen por un cierto caos, ¿es así como entiendes el mundo que te rodea, caótico?
Creo que el caos es también una forma de estructura. Por eso, la forma orgánica de mis obras, siempre se inspira en la diversidad y la fugacidad de la naturaleza.
Una de tus obras más famosas es la gigantesca construcción de madera titulada ‘Uchronia’, que construiste en el desierto de Nevada para el festival Burning Man de 2006. ¿Qué supuso participar en un evento tan emblemático?
Fue un honor que mi obra fuera elegida para arder en llamas al final del festival. Sobre todo, la preparación fue un verdadero reto. Cuatro semanas de autosuficiencia en el desierto de Nevada, donde las temperaturas superaban los 40 grados durante el día y los vientos helados por la noche.
La estructura acabó quemándose: ¿qué tiene de satisfactorio el arte efímero?
El arte efímero es como la fugacidad de la naturaleza. Muestra el poder y la maravilla de la belleza en la decadencia.
La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia es la depositaria de estas obras. ¿Qué aporta una ciudad como Valencia a tus obras?
Cuando fui invitado por el Museo de las Artes y las Ciencias de Valencia, recuerdo que me sentí completamente abrumado por la arquitectura de Calatrava. Con mis grandes instalaciones públicas, estaba acostumbrado a causar un gran impacto. La obra de Calatrava me empujó a pensar de forma diferente. Era imposible superar el poder de su obra porque es muy impresionante. Cuando visité por primera vez su obra en Valencia, me recordó un viaje a Islandia, donde, en los paisajes negros, una flor púrpura se convertía en una señal de vida. Esto es lo que he querido crear con mis esculturas en el paisaje blanco de Calatrava. Con estas esculturas de flores quiero mostrar la belleza de la naturaleza. El equilibrio entre fuerza y fragilidad y, sobre todo, la diversidad de colores y texturas.
También has expuesto en el puerto de Málaga y en Marbella, todas ciudades costeras, ¿es el mar un elemento integrador en tu obra?
Para mí, la naturaleza es el elemento más importante. Y hay más elementos naturales bajo la superficie del agua que sobre ella. Así que, para mí, es ciertamente un hecho interesante que mis esculturas se muestren junto a este prístino paisaje natural submarino.
¿Qué proyectos futuros podremos ver en España y en otras ciudades del mundo?
Después de su paso por Málaga durante este verano, dentro del proyecto Atardeceres Larios, en septiembre se inaugura mi exposición ‘My Secret Garden’, en Benidorm, después de tener paradas en Valencia, Alicante y Puerto Banús. A finales de octubre se inaugura una gigantesca instalación pública en Riad con motivo del festival de arte Noor, y en noviembre se inaugura una instalación pública en El Cairo.