En nuestra infancia hablar de un país muy lejano era pensar en reinos perdidos y castillos inaccesibles, pero el lugar más apartado de la Tierra no es más que una pequeña isla en mitad del océano Atlántico. Un punto perdido en el mapa, a miles de kilómetros del pueblo más cercano y encorsetado por un gran muro de piedra y acantilados de más de 600 metros. Tristán de Acuña bien podría parecer una cárcel custodiada por las olas, pero para sus 246 habitantes es el lugar que les ha visto nacer y de donde no se quieren marchar por muchas erupciones volcánicas y huracanes que les asolen.
A estos isleños se les conoce como tristones, un gentilicio que no se corresponde en absoluto con su estado de ánimo. “La vida en un lugar así es genial y pacífica. Somos una comunidad de agricultores y pescadores y nunca me he sentido aislada, ya que todos nos conocemos”, explica Dawn Repetto, la coordinadora de Turismo del Gobierno insular. Y lejos de lo que pudiera parecer, una conversación telefónica con ella es tan sencilla como una con tu mejor amigo. Eso sí, visitarla te costará miles de euros y más de una semana de viaje. No tiene aeropuertos y sólo se puede acceder a ella por medio de embarcaciones que parten desde Ciudad del Cabo (Sudáfrica), que se encuentra a 2.800 kilómetros de distancia.
En Tristán no hay aeropuertos y sólo se puede acceder a ella por medio de embarcaciones que parten desde Ciudad del Cabo, que se encuentra a 2.800 kilómetros de distancia
Este archipiélago, que además de la isla de Tristán, comprende isla Ruiseñor e isla Inaccesible –su nombre lo dice todo–, ha aparecido en ‘Las aventuras de Arthur Gordon Prim’ de Edgar Allan Poe y ‘Un capitán de quince años’ de Julio Verne. Y es que un lugar tan peculiar da para muchas fantasías. La isla ha sido base de piratas, balleneros y expediciones de la ruta de las Indias desde que en 1506 un marinero portugués la encontró y la bautizó con su nombre. Pero no fue hasta 1816 que la Corona británica se la anexionó y fundó la única localidad del archipiélago, Edimburgo de los Siete Mares, que está catalogada en el Libro Guiness de los récords como el poblado más lejano del mundo. Dicha distinción nos da cuenta de su difícil acceso y más teniendo en cuenta que se trata de un volcán con terrenos abruptos y escarpados. El pueblo se ubica en su base y está limitado por una ladera de piedra que se alza hasta los 2.062 metros de altura. “Aún lo consideramos un volcán activo”, advierte Dawn Repetto.
Algunos todavía recuerdan el miedo que pasaron cuando, en 1961, entró en erupción. Todos los habitantes debieron abandonar rápidamente sus hogares y fueron reubicados en Reino Unido durante dos años. A su regreso, trajeron ganado y reconstruyeron la ciudad de cero. Sin embargo, por cuestión de espacio no pudieron edificar ningún aeropuerto. El tiempo de autonomía de los helicópteros tampoco permite llegar a la isla, por lo que el barco es la única manera de alcanzar sus costas. Pero si sus vecinos de la isla de Santa Elena, a 2.437 kilómetros de distancia, quisieran visitarles, no se encontrarían únicamente con una travesía agotadora y una ubicación de difícil acceso. Las extremas condiciones meteorológicas dificultan más aún la llegada al pueblo. “Podemos tener las cuatro estaciones en un mismo día. Por lo general, el invierno es muy frío, ventoso y húmedo, pero el verano es bastante soleado y seco”, afirma nuestra fuente desde la Oficina de Turismo de esta recóndita localidad.
Un día a día muy normal
Aunque no tenga aeropuerto y esté a siete días en barco de Ciudad del Cabo, la isla pertenece al Gobierno británico y está más modernizada de lo que cabría imaginar. “Tenemos televisión en vivo y nos informamos de las noticias internacionales cada día”, apunta Repetto. La televisión llegó al archipiélago en 2001, aunque sólo retransmiten los canales de las fuerzas armadas británicas por la señal que reciben desde las Islas Malvinas. Pero la llegada de Internet en 2006 les acercó mucho más al resto del mundo. “El acceso a Internet está bien, aunque puede resultar bastante lento”, apunta la isleña.
Además, Internet les permite fomentar la educación a distancia, pues en la isla únicamente hay una escuela donde los 23 estudiantes reciben clases de primaria y secundaria. Para la formación superior deben trasladarse a otras ciudades como Ciudad del Cabo. No obstante, los estudios universitarios y las profesiones liberales no son habituales en esta sociedad, que vive de la agricultura, la pesca y el comercio de la langosta. Siendo tan pocos habitantes, para garantizar la igualdad social, la tierra de la isla es comunitaria y se controla el número de cabezas de ganado que cada uno posee.
Con todo esto no sería raro pensar que una comunidad tan retirada es muy diferente a nosotros. Sin embargo, su día a día es similar al de cualquier pueblo español. Para el ocio y el entretenimiento tienen un campo de fútbol, una pista de tenis y una piscina comunitaria. También hay un bar, un café y un videoclub que recibe nuevas películas una vez al año. “No tenemos discotecas en la isla, pero la gente joven encuentra su propio entretenimiento. Hacen barbacoas y acampadas o van a la playa, por ejemplo”, señala Dawn Repetto. En cuanto a las compras, todas se realizan en el ultramarinos local que cada cierto tiempo recibe abastos por mar. “Aquí tenemos la mayoría de cosas que necesitamos para vivir, pero los lujos los importamos de Ciudad del Cabo”, explican desde la Oficina de Turismo de Tristán de Acuña.
Endogamia
Así es como viven las cerca de 70 familias de la isla que comparten siete apellidos: Repetto, Lavarello, Swain, Glass, Hagan, Green y Rogers. En un espacio tan limitado es difícil conocer gente nueva y la monotonía de la isla sólo se rompe con la llegada de alguna embarcación. “La afluencia de turistas depende, en gran medida, de los cruceros visitantes”, apunta Repetto. Algunos jóvenes abandonan la isla en busca de pareja y no todos regresan, pero aun así la endogamia sigue siendo común y es frecuente ver a familiares emparejados. De hecho, esta endogamia ha producido una alta incidencia de glaucoma y asma entre la población local, pero otras enfermedades como los resfriados y el cáncer son poco frecuentes. El pueblo cuenta con un ambulatorio donde cinco enfermeras y un médico se encargan de atender a los aldeanos con la ayuda de los especialistas que cada cierto tiempo visitan la isla. “Tenemos un buen sistema médico para ser una isla remota, aunque las personas que necesitan mayor investigación van a Ciudad del Cabo”.
Para llegar tendrás que pedir permiso al Gobierno local y alojarte en la casa de algún habitante al precio de unos 45 euros la noche
Pero vivir en un lugar tan alejado del resto no significa rehuir del contacto humano. Al contrario, los tristones siempre se alegran de recibir turistas y también visitan otras ciudades. “Los ciudadanos de Tristán de Acuña suelen viajar a otros países, siendo Reino Unido y Ciudad del Cabo los destinos que más visitan”, indica la responsable de Turismo.
¿Cómo llegar?
Si te animas a pisar la isla, lo primero que debes hacer es escribir al Gobierno local para informar del propósito de la visita, la casa donde se residirá, la edad y un certificado médico. Incluso, a veces, pueden solicitar los antecedentes penales. De las primeras cosas que debes saber es que tendrás que alojarte en las propias viviendas de los habitantes al precio de unos 45 euros la noche. “Al no haber hoteles, los turistas duermen en casas de huéspedes”, añaden desde Turismo.
Después de obtener el permiso local, has de tomar un vuelo hasta Ciudad del Cabo y lograr que alguno de los barcos que mensualmente salen de allí te embarquen. Aunque en lugar de pagar los cerca de 900 euros que cuestan los pasajes en estos botes, puedes optar también por hacer alguno de los cruceros que hacen escala en la isla. En Tristán de Acuña, además de sentirte apartado de todo, podrás visitar el Albatross Bar, que ostenta el récord Guiness del bar más remoto del mundo.
En este curioso lugar, construido tras el huracán que en 2001 destrozó parte de la localidad, puedes saborear cervezas sudafricanas importadas, licores y disfrutar de una mesa de billar. Pero, sobre todo, entablar conversación con los lugareños y participar en las actividades típicas. “Se puede visitar el volcán, ir a la playa, ver la fauna propia del lugar, como los pingüinos Rockhopper y los albatros, y comerse un bocadillo de langosta en el Café da Cunha”, explica Dawn Repetto. Y ahora que el verano queda lejos y tienes tiempo para prepararte, ¿no querrías pasar aquí tus próximas vacaciones?
¿Cuánto cuesta llegar a Tristán de Acuña?
Si después de leer este reportaje te ha picado la curiosidad de ir el próximo verano a este inhóspito lugar, te dejamos aquí los pasos a seguir y el dinero que deberías ahorrar.
Antes de empezar tu búsqueda, debes saber que tienes que reservar un mes y medio de vacaciones para poder acudir a este lugar único. Una vez hayas marcado los días pertinentes en tu calendario, nosotros te damos la siguiente opción para llegar a la isla habitada más aislada del mundo. Como bien sabes tras haber leído el artículo, no hay vuelos directos a este recóndito lugar, el itinerario más lógico es volar hasta Ciudad del Cabo. En la búsqueda que hemos realizado la compañía Emirates ofrece un vuelo de ida el 29 de junio con escala en Dubai de tres horas y media y a un precio de 836 euros.
Una vez aterrizados en Ciudad del Cabo la siguiente aventura será surcar los mares. La única manera de llegar a Tristán de Acuña es a través de un barco y la travesía durará un total de siete días. Este punto en el trayecto es preferible mirarlo antes que el vuelo de vuelta, porque los barcos hacia Ciudad del Cabo salen únicamente una vez al mes. El que hemos chequeado nosotros sale el 1 de julio y la vuelta será el 5 de agosto. Los dos billetes tendrían un coste de 896 euros en total.
Y como en todo viaje, hay un día que tienes que volver. Teniendo en cuenta el tiempo empleado hasta tocar de nuevo tierra firme, te va a dar tiempo a reflexionar y a recuperarte de la bajona post vacacional. En nuestro búsqueda encontramos un viaje de vuelta el 12 de agosto con la misma compañía en la que fuimos, es decir Emirates, y con otra escala de 1 hora y 55 minutos en Dubai, por un precio de 409 euros.
Como puedes comprobar la travesía no es un camino de rosas, pero nadie dijo que llegar hasta los confines de la tierra fuera fácil y mucho menos barato. En total, esta particular experiencia te saldrá por 2.141 euros. Si estás convencido, ya sabes, empieza ahorrar o si eres de esos afortunados, tira de ahorros para pisar un lugar que muy pocos han pisado.
*Artículo original aparecido en el número 37 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.