A finales de los años 90 comenzó a rondar por la cabeza de distintos productores de televisión la idea de crear un programa donde el espectador no parara de generar adrenalina a base de destrucción y violencia. Y como recuperar los combates de gladiadores no era una opción sensata, las mentes pensantes de la pequeña pantalla decidieron recurrir a los robots, que ni se quejan ni sangran –al menos, de momento–. El resultado fue el nacimiento en 1998 del programa ‘Robot War’, de la cadena británica BBC, en el que se enfrentan 40 equipos de lucha de robots amateur, en una especie de UFC de robots. Todo un fenómeno televisivo que hoy en día es seguido en 45 países y que cuenta, a su vez, con un tour por todo Reino Unido de combates en directo bajo el nombre de ‘Extreme Robots’.
Sus normas, como ocurre en los concursos de peleas tradicionales, siguen unos parámetros bastante simples para que todo el público pueda entenderlo. Torneos eliminatorios basados en duelos a vida o muerte, o mejor dicho, a reparación o desguace, entre dos adversarios. En ‘BattleBots’, la versión estadounidense de este formato que inició sus emisiones en el año 2000, los combates duran tres minutos y, en caso de que ambos púgiles “sobrevivan”, tres jueces nombran al ganador basándose en el reparto de 45 puntos. El oponente que obtenga mayor puntación en agresividad, estrategia y daño recibido, gana el duelo. Si, por el contrario, alguno de los adversarios queda gravemente dañado y es incapaz de moverse, los árbitros iniciarán la cuenta atrás desde diez hasta nombrar al ganador oficial.
Estos boxeadores de acero se sirven de la mecánica y la ingeniería para aniquilar al rival. Son el resultado de horas y horas de imaginación y mucho cine de ciencia ficción. En su armadura se pueden insertar lanzallamas, rodillos, martillos y cualquier otra clase de objeto punzante. Las posibilidades son prácticamente infinitas en un mundo en el que la única premisa es dar espectáculo. Y en función del peso, los participantes pueden combatir por categorías: Ligero (27 kilos), medio (54 kilos), pesado (100 kilos) y superpesado (154 kilos). Porque aquí los luchadores también deben estar en igualdad de condiciones.
Eso sí, todavía no hay ninguno autómata, sino que están teledirigidos a través de mandos de radiocontrol. Dentro de los propios equipos suele haber entre uno o dos pilotos, dependiendo de la complejidad del aparato y de los robots auxiliares que lo acompañen. “En ‘BattleBots’ cada equipo representa a una empresa que utiliza la competición como escaparate de sus productos. Son los propios trabajadores los encargados de mantener a los robots durante los combates”, afirma Javier Isabel, miembro del equipo Puma Pride, líder de la Liga Nacional de Robótica de Competición en España.
Guerreros de acero
Pero para desafío grande el que desde el año 2015 afrontan la empresa norteamericana MegaBots y la japonesa Suidobashi Heavy Industry: batir en duelo a sus dos titánicos robots. Los primeros cuentan con el ‘Eagle Prime’, la última evolución del ‘Mark II’, un monstruo de hierro y acero de más de 12 toneladas; mientras que los segundos han creado a ‘Kuratas’, una bestia metálica de tres patas y cuatro toneladas de peso. Pese a que la idea inicial era que la batalla se librara un año después del anuncio, los problemas para elegir ubicación y conseguir financiación han hecho que el combate aún no cuente con una fecha definitiva.
Un tiempo que ambas empresas han aprovechado para trabajar sin descanso en sus poderosas máquinas, las cuales han de ser controladas desde el interior de su cockpit, un reducido habitáculo situado en el vientre de la bestia. Tal es el poder destructivo de estos monolitos de acero, que pueden aplastar un coche familiar en menos de un minuto o lanzar una lavadora a más de 45 metros. Y todo ello sin que se les afloje ninguna tuerca.
Su rápida movilidad va acompañada de una potencia espectacular. El ‘Eagle Prime’, valorado en más de dos millones de euros, dispone de un motor V8 Chevrolet que le aporta 430 caballos de fuerza bruta. Por su parte, el transformer asiático –desarrollado en el secreto más absoluto– aplica aquello de “más vale maña que fuerza”, al contar con una interfaz avanzada propia de los aviones de combate. Con este primer desafío, Gui Cavalcanti y Matt Oehrlein, dueños de MegaBots, quieren iniciar la que sería la primera liga deportiva de combates de robots gigantes. Todo un reto para el cual tienen reservado grandes ideas, como por ejemplo, la de organizar una temporada completa de combates alrededor del mundo siguiendo el modelo de la Fórmula 1.
Y mientras unos deciden utilizar la robótica como una fuente de entretenimiento, otros prefieren aprovechar el potencial de los robots gigantes para la ejecución de trabajos extremos. Es el caso de Vitaly Bulgarov, compañía veterana en efectos especiales de Hollywood que, con la ayuda de la tecnología y la mano de obra surcoreana, ha diseñado el ‘Hankook Mirae’, un humanoide de casi cuatro metros de altura y más de una tonelada de peso. Dos años después de que se iniciara el proyecto, que costó nada menos que 189 millones de euros, el robot apenas ha comenzado a dar sus primeros pasos, pero la idea es que algún día pueda sustituir a las personas en empleos de máximo riesgo. Habrá que tener paciencia con él y ver cómo sigue evolucionando.
No todo es destrucción
La afición en torno a las competiciones robóticas va creciendo en paralelo al desarrollo de la tecnología, pero la falta de patrocinadores y apoyo económico impide que muchas de ellas puedan dejar de tener un carácter amateur. “En España, la Liga Nacional de Robótica de Competición apenas consigue cuatro cifras por evento. Esto hace que sea prácticamente imposible organizar competiciones como las de ‘BattleBots’ o ‘Robot War’. Además, los equipos tendrían que poner de su bolsillo la reparación de los robots tras cada batalla, lo cual resultaría inviable”, cuenta Rubén Espino, fundador de Puma Pride.
Por eso, la mayor parte de los torneos hacen más hincapié en la labor didáctica y deportiva que en el factor destructivo. “La filosofía de nuestra liga es muy diferente a ‘BattleBots’ o ‘Robot War’. Allí son peleas a muerte, aquí se premia al más rápido o al más técnico. Principalmente, por cuestiones de financiación”, explica Espino. Un problema que no tienen en Japón, donde sí son capaces de llevar al límite a los robots más costosos y capacitados del mundo. En la Robo-One centenares de robots compiten por ser el mejor humanoide del país asiático. “Aquello es alucinante. Solamente la inscripción ya cuenta con más de cien robots. Por eso, tienen que hacer una criba antes de comenzar para ver quién puede acceder. En este sentido, Japón está a años luz del resto de países”, confirma Javier Isabel.
Es un terreno aún poco explorado, pero las grandes marcas ya comienzan a hacer sus primeras incursiones en él. La industria automovilística, por ejemplo, ha visto un nicho en la producción de vehículos eléctricos e inteligentes. De ello nace Roborace, un campeonato de vehículos eléctricos y totalmente autónomos conocidos como DevBots. La primera carrera tuvo lugar el pasado mes de febrero en Buenos Aires y, tal y como se esperaba, fue bastante accidentada. El coche ganador alcanzó una velocidad de 184 km/h, pero el segundo clasificado se salió de la pista al tomar una curva de forma demasiado agresiva. Quién sabe si acabarán jubilando a los pilotos de la Fórmula 1 o si se convertirán en las próximas estrellas de la UFC. Puede que Conor McGregor y compañía tengan que empezar a preocuparse por su futuro.
*Artículo originalmente publicado en el número 34 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.