Mikel López Iturriaga (Bilbao, 1967), periodista curtido y filólogo frustrado, se puso a escribir sobre cocina y comida cuando se quedó sin trabajo. Gracias a su buen hacer y su amor por la gastronomía empezó a cocinar a fuego lento ‘El Comidista’, un blog que se ha convertido en la enciclopedia culinaria para aquellos neófitos de los fogones. Por fin alguien habla sin pelos en la lengua sobre alimentación, dietas y el poder de la industria alimentaria. Os aseguramos que ir al súper ya no será lo mismo.
¿Cuál es el primer recuerdo que te viene a la cabeza asociado a la comida?
Tengo dos recuerdos muy relacionados con mi infancia. Uno podría ser la sopa de pan, un plato muy humilde hecho con pan seco macerado en leche caliente con azúcar por encima. Y el segundo recuerdo sería la comida que nos llevábamos a la playa cuando éramos pequeños, que siempre solía ser tortilla de patatas y filetes empanados con unos pimientos verdes fritos. El sabor del filete empanado, que se ha quedado un poco ‘blandurrio’, con el saborcito del pimiento es algo que me lleva a cuando yo tenía cinco años y nos íbamos a La Rioja a veranear.
¿En tu familia quién cocinaba bien?
La verdad es que no hay muchos cocineros –ríe–. En mi casa cocinaba muy bien mi madre, aunque ella de motu proprio no me quiso meter en ese mundo. Te hablo de tiempos en los que la cocina era cosa de las mujeres, no de los hombres, por desgracia. Pero cuando me hice mayor y, sobre todo, cuando me independicé y me vine a vivir a Madrid, ella sí me ayudó a hacer muchas cosas.
¿Cómo de terapéutica es la cocina?
Mi consultorio terapéutico no es, o sea, si no me han ingresado en la López Ibor por la contestación a determinadas preguntas es un auténtico milagro –bromea–. Terapéutica igual es decir mucho. Esas historias que hablan de que la cocina cura yo no me las creo. Pero, para mí, sí que es una actividad muy desestresante.
Creer que comer un producto sin gluten o sin lactosa, sin ser intolerante, es sano, es un absurdo
En los últimos años no para de crecer la burbuja culinaria a base de programas, concursos, blogs y revistas. ¿Crees que es una moda pasajera?
Lo que son modas pasajeras son determinados formatos televisivos aplicados a la cocina, con la excepción de ‘Masterchef’ que está aguantando el tirón. Comer bien no creo que pase de moda, quizá puede pasar de moda cierta tontería que hay alrededor de este mundo, como todas estas tendencias que hay.
Ahora se lleva mucho el veganismo, la dieta ‘paleo’, ser vegetariano, ‘flexitariano’, ‘freegano’, ‘crudivegano’… ¿Se nos está yendo la cabeza?
Tengo mucho respeto por el vegetarianismo y el veganismo, pero estas tendencias incorporan determinados alimentos que hoy nos pueden parecer modas, como la quinua –quinoa, para los amigos– o el aguacate, pero igual dentro de 20 años están incorporados a nuestra vida cotidiana. Las croquetas hace 150 años se consideraban como una moda de la época y se vendían como algo fashion. Pero creer que comer un producto sin gluten o sin lactosa, sin ser intolerante, es sano, es un absurdo, aunque es la industria alimentaria la encargada de alimentar estas modas ridículas. Yo soy todo lo refractario que puedo a ese tipo de tendencias. Sí que sigo una alimentación más basada en las verduras y cada vez como menos carne, pero no soy vegetariano.
Fantasía mediterránea
Siempre se destacan las cualidades gastronómicas de España pero, ¿los españoles de verdad comemos bien?
No, comemos cada vez peor y los datos lo demuestran. Según un estudio, los datos sobre el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados en España son alarmantes. De todas las calorías que ingerimos, la cantidad procedente de productos ultraprocesados se ha triplicado y, de la misma manera, la cantidad de azúcar añadido que comemos se ha duplicado. A la par, los índices de obesidad están disparados y de manera muy preocupante en niños y adolescentes. Por lo tanto, esta fantasía de que en España seguimos una dieta mediterránea nos la tenemos que sacar de la cabeza ya.
Pero es difícil huir de este tipo de productos, ¿no?
Vivimos cada día un bombardeo publicitario brutal para adquirir este tipo de productos omnipresentes. Y no te digo ya el que sufren los niños, identificando los ultraprocesados con una cosa que mola y sabe bien. A mí me aterra que exista ya una generación de niños y jóvenes que tienen el paladar absolutamente acostumbrado a esto y que la comida de verdad no les sabe a nada. Los responsables de la administración no toman medidas porque la industria alimentaria que genera esos productos es tan poderosa que frena cualquier tipo de iniciativa que alerte a la gente de los efectos que tienen. Si es que hasta en los hospitales te encuentras con la basura procesada en las máquinas expendedoras. La misma alarma social que hay con el tabaco y el alcohol debería haber con este tipo de cosas.
Esta fantasía de que en España seguimos una dieta mediterránea nos la tenemos que sacar de la cabeza ya
¿Te atreverías a decir un porcentaje de comida o productos que no son del todo saludables de venta en supermercados?
No satanizo a los supermercados. Es mejor comprar en un mercado donde te vas a encontrar muchos más productos frescos, pero en un supermercado puedes encontrar muchas opciones que son saludables, y no necesariamente en la sección de frutas y verduras. Aunque también hay un porcentaje bastante importante, no me atrevo a decir cuánto, de muchos productos ultraprocesados que son absolutamente perjudiciales para la salud.
¿Qué comida consideras un sacrilegio?
La bollería industrial no entra jamás en mi casa. Ni me gusta, ni me interesa, ni es buena para la salud, ni la necesito para nada. Prefiero mil veces comerme unas mandarinas, soy mucho más feliz.
Un plato para superar…
Una resaca. La resaca no hay plato que lo cure, pero a mí me pide el cuerpo unos tacos mexicanos.
Una ruptura. Podría decir que un barril de helado como en las películas americanas, pero vamos a tirar por al más saludable como un plato que te recuerde a la infancia.
Un despido. Unas patatas a la riojana, que es un plato económico y muy satisfactorio, y ya que te quedas sin trabajo no te vendría mal ahorrar.
¿Sueles tener la nevera medio llena o medio vacía?
No soy muy de tener la nevera llena de cosas hasta arriba. Ese concepto de comprar a lo bestia, la compra del mes, pues no. Yo prefiero intentar sacar tiempo y hacer una compra semanal, que es algo un poco más razonable.
¿Y alguna vez te has comido un producto caducado?
Mogollón de veces, pero esto solo lo diré con mi abogado presente –bromea–. Lo he hecho, pero no lo recomiendo. Pero más que quejarnos de la fecha de caducidad, tendríamos que hacer compras más frecuentes y no ir al hipermercado para llenar el frigorífico. Eso, al final, lo que provoca es mucho desperdicio, porque compras un montón de comida que se te caduca y, además, es poco saludable, porque tiendes a comprar comida de larga duración que no es fresca.
Si algún día dejaras de escribir en ‘El Comidista’, ¿hay algo sobre lo que te gustaría hablar?
Sobre medios de comunicación, en general. No estoy diciendo que me quiera lanzar a ello, pero si me quitas la comida, quizá ese podría ser un camino. No me veo ni escribiendo de sucesos, ni de deportes, por supuesto, porque no tengo la menor idea. O puede que volviera al periodismo cultural, que es de donde venía antes de hacer ‘El Comidista’.
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*Puedes ver el reportaje completo en el número 35 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.