Vivimos el Apocalipsis en una rave de Vallecas

Este es el contexto en el que tiene lugar el musical 'El Fin', que propone a los espectadores irse de fiesta ante la inminente caída de un meteorito en la Tierra.

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El Apocalipsis es el fin de todo y Hollywood se ha encargado de definirnos una imagen muy marcada de cómo sería. Catástrofes naturales, robos, suicidios, descontrol y una humanidad abocada a la extinción que se deja llevar por el pánico. Pero, ¿valdría la pena todo eso si el final ya está decidido? Si lo que nos aguarda es un destino trágico e inevitable, ¿no sería mejor abandonar este mundo por todo lo alto pegándonos el mayor fiestón de nuestra vida? Esto es lo que sugiere ‘El fin: rave en el Apocalipsis’, un musical inmersivo que este mes de enero está en el Teatro Gymage de Madrid y el 1 y el 15 de febrero y marzo. Un espectáculo atrevido y novedoso que convierte al espectador en el centro de la acción y que hace que cualquiera se sienta parte de la fatídica -y alocada- historia.

Todo empieza cuando la NASA anuncia el inminente choque de un meteorito contra la faz de la Tierra y la destrucción de toda forma de vida existente hasta el momento. Así, de golpe y sin medias tintas. Pero lejos de cundir la histeria, muchos ya han aceptado que el fin está próximo y que ante la imposibilidad de una solución lo mejor es organizar fiestones para morir alegres y bailando. Y ahí es donde nos encontramos, en una de esas raves clandestinas en Vallecas donde el alcohol, los porros y el sexo van a dar la despedida a todo lo conocido. Y es que, en este musical los libretos de mano son sustituidos por cervezas y copas.

Nada más entrar podemos movernos libremente por el lugar y acercarnos a la barra a pedir un par de copas. Pero los 200 asistentes de esta juerga musical no solo pueden disfrutar del servicio de bebidas, sino que una batucada se mueve entre el público para ir motivándolo a pegarse unos bailes. Y a ellos se suman un dj de música electrónica, bailarines de break dance y un grafitero que pinta en directo. Una convivencia de diferentes formas artísticas en un mismo espacio donde se ha destruido la cuarta pared y los actores interactúan entre todos los asistentes y estos deben participar en brindis, bailes y encuentros.

Las canciones cantadas en directo son originales y muchas tienen un tono humorístico y de crítica social. El show mezcla estilos como el reggae, el techno, african beats, pop, rock y flamenco, a través de los cuales los protagonistas van tejiendo sus historias. Pero lo que marca toda la acción es el reloj gigante que va restando los minutos que faltan para la colisión del brutal meteorito. A medida que nos acercamos a la cuenta atrás todo se vuelve más salvaje, impredecible y apoteósico.

Pero no todo es farra. El musical también lanza una importante crítica al capitalismo y al consumismo actual, habla sobre la importancia del individuo frente al sistema y hace una auténtica alabanza al colectivo LGTBIQ. De hecho, una de las estrellas del musical es Lara Sajen la actriz y cantante transexual que formó parte del cuerpo de baile de Fangoria. Ella añade el toque de humor a la obra junto con Roser Pujol que interpreta a una madre porreta que aun en silla de ruedas viene a darlo todo.

Los actores, por si las moscas, tienen preparado un plan B en el caso de que la cosa se vaya de madre o alguien beba más de lo aconsejable. Algo que ya ha ocurrido un par de veces, pero que también es lo que hace único a este show impredecible. ¿Lo mejor de todo? Que al acabar la función la fiesta continúa hasta bien entrada la madrugada.

Fotos: Zerobloom