Tenía claro que el lujo, las fiestas, los excesos y la alta costura iban a formar parte de su vida sí o sí. Y le daba igual si tenía que inventarse una vida fascinante y llena de riqueza para ello. Anna Sorokin, o Delvey como se presentaba a las altas esferas neoyorquinas, no tenía ningún pudor en endeudarse con quien fuera y en mentir y estafar para lograr su sueño de crear un elitista centro artístico donde se reuniera la jet set neoyorquina, eclipsando otros sitios de moda como SohoHouse. Ni siquiera cuando todo saltó por los aires y fue desenmascarada perdió la soberbia y desfachatez que la caracterizaban y que la mini serie de Netflix de 9 capítulos ‘¿Quién es Anna?’ ha sabido explotar a la perfección. La plataforma de streaming y la propia Anna que se embolsó, estando en prisión, unos 280.000 euros por derechos.
El interés por estas estafadoras millennials está en auge. Elizabeth Holmes, la fundadora de Theranos que cometió un fraude millonario, será encarnada por Jennifer Lawrence en la cinta ‘Bad Blood’ y por Amanda Seyfried en la serie de Disney + ‘The Dropout’. Algo similar a lo que hará HBO con la serie, protagonizada por Anne Hathaway y Jared Leto, centrada en la vida de Rebekah Neumann, prima de Gwyneth Paltrow y que creó junto a su esposo una empresa fraude que llegó a perder cerca de 90 millones de euros a la semana. Con cifras así, la historia de Anna Sorokin, condenada por estafar unos 176.000 euros a distintos hoteles y varios miles de euros a varios conocidos, puede parecer poca cosa. Pero la historia de Sorokin fascina por su descaro y su falta de complejos sirviéndose de la mentira.
Nacida en Demodedovo, localidad cercana a Moscú en 1991, no era hija de grandes empresarios millonarios. Su padre era un camionero que se arruinó al fundar una empresa de transportes y su madre durante un tiempo llevó una pequeña tienda de ultramarinos. Se mudó con su familia a Alemania cuando tenía 15 años y se independizó con 19 años mudándose a Londres, donde asistió a la prestigiosa escuela de bellas artes y moda Central Saint Martins, en la que se formaron diseñadores como Stella McCartney y Alexander McQueen. Sin embargo, al poco tiempo lo dejó y se trasladó a París, donde trabajó como becaria para la revista Purple con el apellido Delvey. Allí ya comenzó a hacer contactos y terminó por convencer a sus jefes de que la enviaran a cubrir la Semana de la Moda de Nueva York en 2013.
Llegó a Nueva York sin estudios, sin amigos y sin dinero, pero la ciudad que nunca duerme la encandiló y decidió que ese era su sitio. No le costó demasiado convencer a sus jefes de que la dejaran quedarse en la Gran Manzana como corresponsal y gracias a su papel de falsa periodista comenzó a asistir a una infinidad de eventos, a muchos de los cuáles asistían personas muy influyentes. Pero pronto toda la ostentación neoyorquina la obnubiló y decidió que ser periodista era muy poco para ella, por lo que dejó la revista y comenzó con su película personal. Anna Sorokin había muerto definitivamente y nacía Delvey.
Nueva ciudad, nueva vida
Quería juntarse con la crème dela crème neoyorquina y se puso manos a la obra para reescribir su vida. Con melena castaña, rostro angelical y vistiendo ropa de Balenciaga y Alaïa con unas gafas de pasta Céline, se ganó la amistad de las élites de Nueva York contándoles que era una rica heredera alemana con un fondo fiduciario de 60 millones de euros con cuentas en Suiza al que tendría acceso al cumplir los 25 años, pero que hasta entonces necesitaba cash. Una artimaña que reforzaba dejando propinas de casi 100 euros cuando estaba en compañía de personas influyentes y alojándose en opulentos hoteles como The Standard, 11 Howard Hotel o The Mercer. Lo que pocos sabían es que tras meses de acumular facturas e impagos, ya que como la serie muestra no escatimaba en nada, la echaban de los hoteles o ella misma se marchaba antes de que pudieran reclamarle nada.
Además de las deudas en los hoteles, Delvey no tenía ningún tipo de pudor en pedir dinero prestado a las nuevas ricas amistades que hacía, desde dinero para taxis hasta miles de euros que prometía devolver cuando las tarjetas le funcionaran. Pero parece que la joven no conocía ni los Bizum ni las transferencias y las devoluciones nunca se efectuaban. En esta época también estafó a su amiga, la editora de fotografía de Vanity Fair, Rachel Williams, 55.000 euros durante un viaje a Marruecos. De hecho, Williams publicó en Vanity Fair el primer artículo sobre Delvey y escribió el libro ‘My friend Anna‘, sobre el que HBO está preparando una adaptación. Asimismo, convenció a un coleccionista para que la llevase a la Bienale de Venecia y una vez allí se olvidaba de pagarle los 3.000 euros del viaje.
Pero la joven rusa quería mucho más y no iba a conformarse con pasearse por todas las rimbombantes fiestas de la Gran Manzana y viajar en llamativas limusinas y aviones. Quería crear la Fundación Anna Delvey con la que buscaba lanzar un exclusivo club especializado en arte contemporáneo que se convirtiera en el centro de reunión por excelencia de los neoyorquinos más reputados. Y vio la oportunidad cuando conoció a Gabriel Calatrava, hijo del arquitecto Santiago Calatrava y gestor del holding inmobiliario de la familia. Calatrava le ayudó a tramitar el alquiler del histórico Church Missions House en el vecindario de Gramercy Park como sede de su fundación y propuso a su hermano Micael para encargarse de la financiación. Sin embargo, los bancos, finalmente, les pararon los pies y ella no consiguió financiación ninguna al descubrir que no tenía tras ella el respaldo económico que decía. Su declive comenzaba.
El juicio hecho pasarela
Justo cuando sus planes con Calatrava comenzaban a hacer aguas, la echaron del hotel Beekman por impagos acumulados de 20 días. Se vio vestida de Alexander Wang y siendo una sintecho. Intentó ingresar cheques falsos y fingir transferencias pero ya eran muchos quienes la perseguían exigiendo los pagos. Agobiada por las deudas, quiso poner tierra de por medio y huyó a Los Ángeles. Fue en esta ciudad donde la detuvieron en octubre de 2017 y toda su historia comenzó a desmontarse. Como se ve en la serie fue la periodista del New York Magazine (Manhattan en la serie), Vivian Kent, quien escribió el artículo desmontando las artimañas de Anna, en el que se basa la ficción de Netflix. Kent, embarazada y con mala fama tras un artículo en el que le engañaron y no contrastó como debía, se fijó en la historia de Delvey y pronto vio que había cosas que no cuadraban y quería destapar toda su historia.
Podría pensarse que una vez detenida toda su parafernalia terminaría, pero lo cierto es que el show solo había comenzado. Fue acusada de seis delitos graves y un delito menor por falsificar documentos del banco. Pasó dos años en la prisión de Rikers Island antes de que comenzase su mediático juicio. Un juicio que se tomó como una oportunidad para darse más popularidad. De hecho, contrató a Anastasia Walker, una estilista que organizó todos sus looks en el estrado y con quien abrió una cuenta de Instagram para dar a conocer todos sus conjuntos en la corte judicial. En esta época fue cuando Netflix se fijó en ella y le hizo el cuantioso desembolso económico por los derechos de su historia. De hecho, desde entonces, una ley impide que ciertos delincuentes se lucren con su historia.
Fue sentenciada a 12 años de presión pero, finalmente, cumplió solo 4 años y salió en libertad por buen comportamiento en 2021. Comenzó a publicar varios artículos publicitando su perfil y la serie de Netflix, además de contratar a un camarógrafo para su supuesta propia serie de televisión. Sin embargo, duró poco en libertad y, unas semanas después de abandonar la prisión, fue arrestada nuevamente por no tener su visado en regla. Ahora, está esperando a ver cómo prospera la apelación de su deportación mientras ve cómo su popularidad crece como la espuma gracias a Netflix.