Paramount rescata uno de sus títulos más emblemáticos. Una versión restaurada de ‘El Padrino’, en conmemoración del 50º aniversario de su estreno, nos recuerda porqué los Corleone cambiaron el modo de ver y entender a la mafia en el cine.
El mundo va demasiado rápido y nadie lo puede detener. O quizás Vito Corleone sí. Entre pandemias y surgimiento de nuevos conflictos bélicos, la inmediatez tecnológica y el ruido de las redes sociales, vuelve a reivindicarse una película que, paradójicamente, invita a sentarse en el sillón de un despacho en la penumbra y tomarse las nuevas noticias con calma. Allí dentro, un patriarca de mandíbula prominente (Marlon Brando) escucha lo que tengas que decirle. Incluso el día de la boda de su hija.
El legado cultural de una película como ‘El padrino’ es inmensurable. Poco importa recordar cuántos Premios Oscar ganó –fueron tres: Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Guion Adaptado–, cuando su mayor logro es sin duda haberse asentado en el imaginario colectivo como pocas películas lo han hecho. El film de Francis Ford Coppola nos dejó momentos para la posteridad, imitaciones de la voz de Brando por doquier, y se ha mantenido en el primer puesto en los corazones de la cinefilia y en los rankings de Mejor Película de la Historia en diferentes medios, entre ellos The Hollywood Reporter.
Con motivo de su 50º aniversario se lanza una nueva copia en 4K, supervisada por el propio Coppola, en la que se solucionan diferentes desgarros y desperfectos de otras copias previas. Aprovechemos para echar la vista atrás y entender porqué sigue siendo relevante esta historia de venganzas y ofertas que no pueden rechazarse.
Porque nadie quiere parecerse a su padre
“Esa es mi familia, Kay. No soy yo”. La historia sobre el clan de los Corleone no podría ser más novelesca. Cuando Michael (Al Pacino) vuelve de la Segunda Guerra Mundial, se muestra totalmente reacio a participar en los turbios asuntos que maneja su padre Vito, un inmigrante siciliano en Estados Unidos que ha hecho prosperar a su familia y a los que la rodean gracias al crimen organizado. Pero cuando el cabecilla de la Familia es fusilado, Michael se ve en la obligación de tomar las riendas del negocio familiar.
Coppola nos sumerge en los intríngulis de la mafia y los hilos que deben ser movidos para alcanzar el beneplácito social y una posición de poder en las sombras. El cineasta se alzó como gran observador de los tiempos que corren al realizar, a través de este drama negro, una radiografía sobre el precio a pagar por el añorado sueño americano, así como un relato sobre el sacrificio por la Familia (sí, en mayúscula) y la herencia maldita e inevitable que se transfiere de padres e hijos. Al menos, esta primera parte de la trilogía no es más que la historia de un relevo entregado a las generaciones más jóvenes. Un momento de cambio social, que repercute en cada personaje y por el que los chanchullos de siempre se verán alterados por el nuevo imperio mercantil de la droga.
Francis Ford Coppola se alzó como gran observador de los tiempos que corren al realizar, a través de este drama negro, una radiografía sobre el precio a pagar por el añorado sueño americano
Porque la mafia nunca había sido tan bella
Que sus casi tres horas de duración no nos asusten. ‘El padrino’ es una película lenta solo en apariencias. La calma con la que este capo de la mafia agenda su siguiente estratagema, así como el solo de trompeta que se va repitiendo a lo largo de la película, obedeciendo la legendaria partitura de Nino Rota, la mantiene en un ritmo sostenido, donde los picos de acción o sorpresa se suceden al ritmo de una fórmula casi matemática. En sus primeros minutos asistimos a la narración sobre un intento de violación. A la media hora aparece una cabeza de caballo en una cama. Otra media hora después el tono del film vira hacia un episodio de terror en el interior de un hospital… El guion, basado en el best seller homónimo de Mario Puzo, y que él mismo escribió a cuatro manos junto a Francis Ford Coppola, es una bomba de relojería por su trabajo con la tensión y el suspense.
Sus imágenes siguen resultando hipnóticas. La planificación de la película está pensada en numerosas estancias que se abren o se cierran, y por las cuales algunos de sus personajes son libres de transitar, pero otros no lo son tanto. Es el caso del propio Vito, quien el día de la boda de su hija debe atender a las peticiones de sus invitados en su despacho. La oscuridad de la sala contrasta directamente con el lumínico jolgorio de la fiesta que está sucediendo en el jardín, y de la que Vito apenas puede formar parte. Dos ambientes altamente diferenciados, donde el director de fotografía Gordon Willis supo recrear la pesadumbre en contraposición a los momentos más lúdicos en los que los Corleone celebran la llegada de los nuevos miembros de la familia.
Porque dinamitó el género de gánsteres
El éxito de ‘El padrino’ pudo venir precedido de muchas variantes, pero el contexto de descontento político-social por parte de la población estadounidense fue definitivo. De hecho, el estreno de la película se adelantó por unos meses al escándalo Watergate. Los años 70 serían claves para ese quebrantamiento en mil añicos del sueño americano, la desconfianza hacia la clase política y, con ello, el surgimiento de un nuevo cine más real, que salía de los platós para narrar la crisis de moralidad que se vivía en las calles, como es el caso de ‘The French Connection’ (W. Friedkin, 1971), ‘Harry el sucio’ (D. Siegel, 1971) o ‘Chinatown’ (R. Polanski, 1974).
‘El padrino’ supuso un cambio de tercio en el tratamiento psicológico de los gánsteres en el cine, del cual han bebido posteriormente otras obras como ‘Los Soprano’ (D. Chase, 1999). A Coppola le interesaba humanizar los motivos de la “Cosa Nostra”. Conocer a las personas que se esconden detrás de las sombras. Lejos de contentarse con su plano más violento, potenció la personalidad ítalo-americana de los protagonistas, familiares y hogareños. Para muestra un botón: recordemos la estupenda secuencia de la boda en la que un viejo patriarca de la familia canta a pleno pulmón una canción italiana tradicional –y deducimos de contenido humorístico y erótico– y su dentadura comienza a caerse. La muerte de Vito entre las tomateras, las miradas de desconfianza de Kay hacia su marido, o los ojos deprimidos de Al Pacino, por ofrecer unos pocos ejemplos, dotan de una fragilidad a los personajes con la que es muy sencillo conectar.
‘El padrino’ supuso un cambio de tercio en el tratamiento psicológico de los gánsteres en el cine, del cual han bebido posteriormente otras obras como ‘Los Soprano’
Porque su leyenda sigue viva
Los estudios Paramount no apostaban un duro por la película. La producción fue muy complicada debido, en parte, a la testarudez de Coppola. Casi todo el equipo tuvo sus encontronazos con el propio cineasta, quien, según una entrevista en el New York Times, afirma que no tiene ni idea de cómo hacer sus películas, que su única manera de aprender es haciéndolas. Contra todo pronóstico, la película fue demandada cada vez en más salas de exhibición. En la actualidad cuenta con dos partes más a modo de secuelas y en breves Paramount Television estrenará ‘The Offer’ (D. Fletcher), una miniserie sobre las vicisitudes del rodaje.
Si bien en su momento no fue todo lo laureada que lo es ahora –en España, la revista Fotogramas publicó una moderada crítica en la que únicamente le otorgó 3 estrellas–, su historia sigue hablando de nuestras ansias de poder, de la supervivencia familiar y de un mundo cada vez más desordenado. Quizás estas sean algunas de las principales razones por las que recuperar la película. Como si acaso hiciese falta alguna.