¿Por qué le debemos tanto a Barrio Sésamo?

Tiramos de recuerdos y analizamos cómo esta serie infantil ha enseñado a toda una generación más valores que en un colegio.

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¿Usar la televisión para enseñar a los niños un poco de cultura y algo de valores a través de una serie de marionetas y actores? La idea de la productora de televisión Joan Ganz Cooney y el psicólogo Lloyd Morrisett parecía un disparate, pero funcionó. Creado con el principal objetivo de acortar la brecha educativa entre los niños de familias pudientes y los de clases más desfavorecidas, Barrio Sésamo aterrizó en la televisión pública estadounidense el 10 de noviembre de 1969, como alternativa al resto de oferta infantil.

Pero esa nueva forma de dirigirse a los pequeños hizo que rápidamente el espacio —que hace un lustro, por cierto, dio el salto al sector privado y empezó a ser producido por HBO— se granjeara multitud de críticas. “Los padres estaban acostumbrados a programas de televisión que les contaron cosas extremadamente limitadas a su edad, lo que años después se ha conocido como ‘hablarles como tontos’”, señala a Mine el documentalista y crítico de televisión Miguel Herreros. “Jim Henson [creador del programa] pensó que se podían transmitir contenidos abriendo la horquilla a otras formas”.

Los más puristas, sin embargo, no parecían estar preparados para tanta innovación. “Incluso en el uso de canciones de moda de grupos como Los Beatles en que se variaba la letra. Así, el Let It Be pasaba a ser Letter B para hablar de la letra B. Usar estilos como el jazz no estaba bien visto por entonces. De ahí la innovación y el éxito”, apostilla Herreros.

Para conmemorar el 50º aniversario del nacimiento del célebre programa televisivo, hemos querido enumerar varias razones por las que hoy hay que celebrar la existencia de Barrio Sésamo:

1. Un elenco de color

El programa decidió incorporar desde el principio a actores negros, latinos, asiáticos y mujeres —algunas de ellas solteras e independientes, lo que desató la furia de los más retrógrados—. Algunos estados trataron de prohibir la emisión del programa por la integración entre blancos y afroamericanos, al considerar que sus espectadores no estaban preparados para ello. La portorriqueña Sonia Manzano, quien durante más de cuatro décadas —entre 1971 y 2015— dio vida a María en el programa, puede presumir de haber interpretado el primer papel principal de un latino en la historia de la televisión de Estados Unidos.

2. Se ‘mojaba’ en los temas

Temas controvertidos como la muerte de un ser querido, la pobreza infantil, el divorcio de los padres, el autismo infantil o la adicción a las drogas tuvieron cabida en las tramas del programa. Los guionistas llegaron a hablarles a los niños de lo tocado que queda uno después de pasar por una experiencia tan traumática como la de los atentados del 11 de septiembre. Eso sí, de una manera muy sutil —tanto, que nadie mencionó en ningún momento el atentado terrorista—.

¿Cómo lo hicieron entonces? En un capítulo (tienes el vídeo arriba) emitido en febrero de 2002, Elmo y María tienen que hacerle frente a un incendio desatado en la cocina, llamando a los bomberos y teniendo que evacuar el edificio. El pequeño títere rojo queda traumatizado y, aunque al final todo queda en un susto, la criatura solo se calma después de visitar la estación de bomberos y ver lo bien preparados que están todos ellos para actuar cada vez que haya un incendio.

3. Expansión y concienciación global

Después de su enorme éxito en Estados Unidos, los responsables de la serie acabaron licenciando versiones para otros países, combinando para ello los personajes animados originales con otros reales que reflejaban la realidad social de cada país. En la versión sudafricana del programa —Takalani Sesame—, por ejemplo, apareció en 2002 el personaje de Kami, una niña seropositiva, reflejando una realidad que castiga a ese país desde hace décadas.

4. Revolucionó la televisión española

Barrio Sésamo no llegó a España hasta el año 1979. La primera etapa de esa versión, emitida por la Primera cadena de TVE y protagonizada por personajes como Caponata o el caracol Pérez Gil, no tuvo mala acogida, pero fue entre 1983 y 1988 cuando el programa conquistó totalmente a la audiencia. Es más, podrá decirse que el programa marcó la infancia de una generación de niños españoles que se criaron en esos años con las enseñanzas de personajes tan entrañables como Don Pimpón, el panadero Chema, el quiosquero Julián y, sobre todo, un simpático erizo rosa —interpretado por Chelo Vivares— llamado Espinete.

“Ya se pudieron introducir elementos propios de la época, como ver a Espinete vestido de punk, lo cual acercó mucho el programa a la moda, gustando mucho también a adolescentes, que veían al personaje ‘muy enrollado’, y así se manifestaron cantantes tan diferentes como Ramoncín, que se declaró fan del erizo”, apunta Herreros.

5. Siempre pegado a la actualidad… y a la corrección

El programa siempre ha procurado estar pegado a la actualidad. Y también apela al revisionismo constante. De hecho, cuando en 2007 la productora del programa editó en DVD las dos primeras temporadas de la serie, lo hizo advirtiendo que los contenidos eran “para mayores” y que el programa “podría no ser apto para los niños de preescolar de hoy”.

Ahora bien, ¿desde cuándo era Barrio Sésamo una serie para adultos? La productora justificó su decisión explicando que había una serie de conductas y comportamientos que, si bien en su día resultaban inocentes y aceptables, podían ser vistos en la actualidad como modelos de comportamiento equivocados. Por ejemplo, en un capítulo una niña se hace amiga de un desconocido que la invita a su casa a comer leche con galletas —algo impensable hoy con los numerosos casos de pederastia que se dan—. Y uno de los protagonistas de la serie se pasa el día entero devorando galletitas, en un país que sufre graves problemas de obesidad infantil. Hay, incluso, quien llegó a asegurar que la gallina Caponata podría estar bajo el efecto de algún alucinógeno. Es obvio que los telespectadores se han vuelto hipersensibles, pero ¿estaría ya rozando el ridículo la obsesión por la corrección? El debate está servido.