Juan tenía veintiocho años —y llevaba dos saliendo con su novia Ana— el día que, merendando en una cafetería de Malasaña, le dijo a su chica que le gustaría abrir su relación. Pensaba que así podrían superar la monotonía y apatía sexual que se estaba instalando en su vida en común. Ana, que había crecido escuchando la misma cantinela sobre la clásica exclusividad sexual, se quedó bastante sorprendida y, ante el miedo a perderlo, le respondió que podían intentarlo, pero que no le prometía que la cosa funcionara.
Poco después, empezaron una relación con Laura, que por circunstancias personales llevaba un tiempo viviendo con ellos —y que, a su vez, salía con otro chico desde hacía un tiempo—. “Llevamos casi cuatro años manteniendo una relación los cuatro, aunque nadie en mi familia lo sabe. De hecho, mis padres y hermanos piensan que Laura es una buena amiga con la que vamos para allá y para acá”, comenta Juan. “Desde el principio establecimos normas y apostamos por la sinceridad. Me considero heterosexual y nunca hemos tenido sexo los cuatro juntos, pero Ana y yo sí que solemos tenerlo con Laura”.
Como en el conocido tema de Maluma, están felices los cuatro. Precisamente el hit del artista colombiano ha ayudado a visibilizar el amor no normativo. Y es que el poliamor —definido por la Fundación del Español Urgente (Fundéu) como cualquier ‘relación afectiva, sexual e íntima establecida entre tres o más personas con el conocimiento y consentimiento de todos los implicados’— lleva tiempo tratando de desafiar al mito del amor romántico y exclusivo.
La Fundación del Español Urgente (Fundéu) define el poliamor como cualquier “relación afectiva, sexual e íntima establecida entre tres o más personas con el conocimiento y consentimiento de todos los implicados”
Ahora bien, el concepto de poliamor no es nuevo. De hecho, los primeros datos sobre la no monogamia se remontan al Paleolítico, aunque el término —que ahora mismo vive una especie de boom mediático— fuese acuñado bastante tiempo después. “El poliamor, como tal, se legitimó en los años setenta, gracias a la sacerdotisa pagana Morning Glory Zell. En los ochenta fue opacado por los movimientos swinger y LGTB, y en 2004 se relanzaron los estudios académicos sobre el tema”, explica la investigadora y doctora en Psicología Social Crítica, Giazú Enciso, que publicó su tesis doctoral sobre el poliamor y afectos en la Universidad Autónoma de Barcelona.
La teoría puede parecer clara, pero muchos ven difícil desaprender todas las creencias en torno al (arraigado mito del) amor romántico —una construcción social y cultural basada en la idea de que el amor es algo maravilloso, que dura para siempre y que conlleva (sí o sí) dolor y sufrimiento—. Parece que una persona solo se sentirá plena y completa si logra encontrar a su media naranja, y si esa otra mitad es la única persona por la que siente deseo y con la que se une en matrimonio.
“Creo que siguen presentes muchas ideas sobre la compatibilidad entre dos personas y que eso asegura la duración en el tiempo de esa relación”, recuerda el terapeuta y experto en sexología Miguel Vagalume. “Pero buscar una compatibilidad lo mayor posible, como dos piezas de puzle, tiene el peligro de parecerse mucho a la idea de media naranja, a la de complementariedad y fusión de dos personas en una. De todos modos, no es raro pensar así cuando estamos en un país donde el divorcio libre no llegó hasta 2005”.
“Creo que siguen presentes muchas ideas sobre la compatibilidad entre dos personas y que eso asegura la duración en el tiempo de esa relación” Miguel Vagalume (terapeuta y experto en sexología)
Es obvio que la cultura patriarcal viene jugando hasta ahora un importante papel en la aceptación de la monogamia y la condena de cualquier otro tipo de forma de relacionarse amorosamente. “Venimos de una larguísima tradición que entendía el matrimonio heterosexual como la posesión de la mujer por parte del hombre, con una legislación escandalosamente injusta hasta finales de los años setenta en España”, describe Vagalume. “Hace cincuenta y seis años, la legislación en nuestro país permitía que el marido matase a su mujer adúltera. Hace cuarenta y nueve, el padre podía entregar en adopción a sus criaturas contra la voluntad de la madre. Y hace cuarenta y cuatro, la ley obligaba a que la mujer necesitase el permiso de su marido para abrir cuentas de banco, hacer compras importantes o viajar fuera del país, es decir, para ser una persona adulta”.
El fallo de la monogamia
Entonces, ¿está la monogamia sexual sobrevalorada? Cualquiera diría que sí, a la vista de las estadísticas. Hay un puñado de investigaciones que aseguran que la exclusividad sexual no forma parte de la naturaleza humana. “El sistema monógamo surgió por un tema de necesidad social, de que las propiedades y el trabajo de la familia se mantuvieran para la descendencia. Y también es un sistema que le viene muy bien a la Iglesia para controlar todos esos pecados que se cometen y que, supuestamente, en los matrimonios no ocurren como tal”, explica la periodista Karen Moan, integrante de la Asociación Poliamor Madrid.
“La monogamia es un sistema que le viene muy bien a la Iglesia para controlar todos esos pecados que se cometen y que, supuestamente, en los matrimonios no ocurren como tal” Karen Moan (integrante de la Asociación Poliamor Madrid)
Mogan no considera que el amor monógamo esté fuera de onda puesto que, de hecho, es el que impera aún hoy. “Pero sí pienso que ahora hay un discurso en búsqueda de respuestas a otros modelos de relación con otras dinámicas. Lo que se plantea ahora mismo es el fallo de la monogamia, que viene impuesto por el tema de las expectativas que se tienen sobre una sola persona y por ese deseo que se tiene hacia otros (que no se puede llevar a cabo). De ahí vienen las infidelidades y las monogamias en serie”, remarca.
Según su propia experiencia, ella siempre había tenido relaciones con una sola persona, pero veía que nunca terminaban de funcionar. Llegó a pensar, incluso, que el problema era suyo, porque no sabía amar. Hasta que se dio cuenta de que, simplemente, era mucho más feliz sin tener que amar de forma limitada. Poco después de entenderlo, inició una relación poliamorosa con dos chicos. “Esa relación terminó y la que mantengo ahora sigue siendo abierta. Los dos tenemos posibilidades de tener otras personas en nuestra vida, aunque no aparezcan”, comenta entre risas. “Pero la libertad está ahí, y el respeto a esta forma de vida, también”.
Valores y estigmas
Vagalume, cofundador de la plataforma ‘Golfxs con principios’, piensa que la estructura de una relación amorosa no determina el funcionamiento de la misma: “En las relaciones poliamorosas se suele razonar, deducir y actuar de unas formas muy particulares y, como en otras relaciones, se puede dar desde lo peor a lo mejor del ser humano. Esas relaciones pueden variar desde la competencia por unos recursos (ya sea tiempo, atención o cuidado) o, en su forma ideal, se puede descubrir, en la práctica, que hay otras formas de relacionarse. El poliamor exige repensar muy mucho nuestras relaciones”.
“Es un movimiento que procura entender de dónde viene la prioridad y la hegemonía que se le da a la pareja. Y no está muy bien considerado, porque tampoco está muy bien entendido. Nuestra educación es muy individualista y poca gente empatiza con las emociones de los demás. Una vez que conoces bien el entramado poliamoroso, ves que es una forma de estar en el mundo más generosa y honesta”, opina Moan. ¿Y supone una mejora en la calidad de las relaciones? “Hay una generosidad a la hora de relacionarte, de no considerar a nadie como una propiedad, sino entendiendo que esa persona puede ser feliz con otras. Ese trabajo personal de generosidad y entrega puede llevar a entender que la relación tiene más calidad”, apunta la periodista.
“El poliamor es un movimiento que procura entender de dónde viene la prioridad y la hegemonía que se le da a la pareja. Y no está bien considerado porque tampoco está bien entendido” Karen Moan, integrante de la Asociación Poliamor Madrid
Eso sí, no todo el monte es orégano. Las relaciones no normativas parecen seguir viviendo en la semiclandestinidad por el gran estigma social que generan. De hecho, hay informes que señalan que la no-monogamia es, hoy en día, menos aceptada por la familia o la sociedad que la homosexualidad. Por no hablar de todo el que piensa que la poliamoría es cosa de depravados, promiscuos y adictos al sexo.
La otra cara del poliamor
Marta tiene veintiséis años y, hasta hace dos, mantuvo una relación sentimental con Alberto. “Al principio, era una relación abierta. Luego, a los seis meses de empezar con él, inicié una relación simultánea con un amigo mío, al que quería pero con el que sabía que no había una perspectiva de futuro”, cuenta desde Australia, donde reside ahora. “Con mi relación principal solía quedar, viajaba y hacía planes de pareja. Y solía ver a mi segunda pareja una vez por semana”. Durante unos meses, la cosa pareció marchar bien. Hasta que los celos e inseguridades hicieron acto de presencia. “Con el tiempo, mi pareja principal empezó a sentir mucha inseguridad. Se puso celoso y vetó que viera al otro chico para intimar con él. Al final, me acabó pidiendo exclusividad sexual y acabamos rompiendo”, añade.
Esto da pie para hablar de la cara B de las relaciones no exclusivas. Porque las celotipias no son el único –ni siquiera el principal– enemigo de las relaciones no tradicionales. “He escuchado muchas quejas sobre la falta de atención y cuidados que se tiene en estos modelos relacionales. Esto es algo que genera más crisis que el tema celos”, apunta Moan, que desde hace un par de años está al frente del Moan Club, una asociación de mujeres no convencionales en la que la no-monogamia es bastante común.
“Al principio, era una relación abierta. Luego, a los seis meses de empezar con él, inicié una relación simultánea con un amigo mío, al que quería pero con el que sabía que no había una perspectiva de futuro” Marta (tiene una relación poliamorosa)
La investigadora Giazú Enciso tiene claro que el poliamor entraña el peligro de reproducir los estereotipos sexistas del patriarcado. “Puedes vivir en una relación poliamorosa y no por eso tiene que ser bonita y sana. También puede ser bastante tóxica. Ejercer relaciones de poliamor sin feminismo no es saludable. Puede ser un caldo de cultivo para tener relaciones machistas y violentas”, denuncia sin titubeos.
Pero, contras a un lado, ¿es posible hablar de personas más proclives a mantener una relación poliamorosa? “Cuando empecé a investigar el tema, hace cosa de diez años, sí que veía un perfil concreto de personas heterosexuales, adultas, de clase social alta, privilegiadas o con un amplio capital cultural. Ahora, ya no podría hablar tan fácilmente de un perfil”, asegura Enciso. Pero apostilla que “las personas más propensas a tener relaciones no monógamas son aquellas que cuentan con una serie de privilegios. Amar, de entrada, es ya un privilegio. Tener el tiempo y el dinero para poder atender a más de una persona hace que estemos hablando de un capital social y cultural, que no económico, importante”.
*Artículo original aparecido en el número 37 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.