No hay papeles pequeños, sino actores mediocres. Esta frase, aunque muy manida, define a la perfección a Luis Zahera (Santiago de Compostela, 1966), la guinda en cualquier producción española que se precie. Con su característico acento gallego, este actor de marcadas facciones nos ha dejado grandes personajes pese a acaparar tan solo unos minutos en pantalla. En ‘Celda 211’ ponía los pelos de punta con su interpretación de Releches, un drogadicto enfermo de sida con una temperamento imprevisible. Y ahora, con su desesperada interpretación de un político corrupto en ‘El Reino’ de Rodrigo Sorogoyen, opta a un Goya a Mejor Actor de Reparto. Pero pese a su mirada de tipo duro, él es un hombre sencillo que tiene claro que lo importante es el trabajo constante. Aunque puestos a soñar, le encantaría interpretar a un galán maduro porque, a veces, las apariencias engañan.
Tus papeles en el cine y en la televisión están ligados a papeles de reparto, ¿te sientes cómodo en ese lado o te gustaría encarnar algún papel protagonista?
No, sinceramente no soy una persona ambiciosa. Hago papeles chiquitines, secundarios, característicos, pero no todos podemos ser protagonistas. Creo que soy un secundario que voy trabajando y voy viviendo de esto y voy a seguir de secundario todo el tiempo que pueda. Ya empiezo a estar un poco mayor para ser protagonista y qué va. ¡Virgencita que me quede como estoy! (ríe).
¿Hay diferencias en los rodajes o a la hora de preparar un papel cuando se es secundario y no protagonista?
Quizás los secundarios tienen que ir al rodaje a solucionar y ser versátiles y rápidos. Evidentemente, van a estar más centrados en los protagonistas porque esto vale mucho dinero y está completamente justificado. El prota es el prota.
“Interpretativamente es el mismo disfrute representar a un pederasta que hacer que estás enamorado”
He leído en alguna ocasión que has dicho que los papeles secundarios suelen estar más incompletos o menos pulidos que los protagonistas, ¿es por eso por lo que sueles improvisar en tus papeles?
Tengo una tendencia bastante incontrolable a introducir o restarle cosas al guión. Generalmente, lo haces en televisión porque los personajes que están bien escritos son los de los protagonistas, como es natural, porque sobre ellos está todo el peso de la trama. A veces ocurre que con los secundarios de televisión su dibujo no es tan claro y no están completos. Antes no se podía cambiar el texto, pero a día de hoy vienen directores nuevos que quieren que lo hagas tuyo y le des tu color a ese personaje. Evidentemente, si tienes un texto de Shakespeare no vas a cambiar nada, pero si llegas a un acuerdo con los directores a veces es mágico y fructífero modificarlo.
Además, otro punto en común de tus papeles en cine y televisión, es tu perfil de hombre duro y con cara de pocos amigos. La mala leche la debes expulsar toda en los rodajes, ¿no?
Para un actor interpretativamente es el mismo disfrute representar a un pederasta que hacer que estás enamorado. Sinceramente, si tienes que amedrentar a una chiquilla en una película es muy divertido porque todo es una gran mentira. Es liberador, pero no hay nada terapéutico en interpretar la ira.
¿Los chicos malos nacen o se hacen?
Hay las dos vertientes. Si tú naces en uno de esos guetos que hay pues tienes el 95% de posibilidades. Luego, si tú decides voluntariamente como el personaje que hago en ‘El reino’ ser un proxeneta, pues no creo que uno nazca así. Uno ve el negocio, coge a esas chicas, las prostituye, se vuelve millonario y yo qué sé. O la gente que va de putas, pues vas voluntariamente y deberías pensar un poquito en la trata. Como dijo Antonio de La Torre, la siguiente revolución que tiene que venir es la de los valores. Tú decides en los líos que te metes. Si naces en el gueto bien, pero ¿qué porcentaje nace en el gueto? Minúsculo.
“Actuar es volver a ser un niño”
Pero también tienes una faceta cómica que podemos ver en tus monólogos, ¿qué se te da mejor: ponerte serio o arrancar unas carcajadas?
A mí no se me da bien nada en absoluto -sonríe-. No sabría responder a eso, yo qué sé. La risa es muy agradable, pero también si consigues que un teatro enmudezca o haciendo un monólogo que estén muy atentos, pues ya está. Si alegras el corazón a alguien o haces que se sorprenda, el gozo es el mismo. Las carcajadas suenan, pero el silencio también lo recoges.
Tu próximo papel en la gran pantalla será de sacerdote protestante en la última película de Alejandro Amenábar sobre Unamuno, ¿cuesta mucho desconectar y pasar de interpretar al guardaespaldas de un narco en ‘Vivir sin permiso’ a un cura?
Hombre, es un papel chiquitín de Atilano Coco, pero no cuesta absolutamente nada. Te cambias la ropa, te peinan, te maquillan y te dicen acción. Esto es como cuando eras niño que cinco minutos eras un ladrón y luego eras un policía. No hay mucho más, es volver a ser un niño chico.
Has asegurado que el teatro es la vertiente más pura dentro de esta gran mentira que es esta profesión. ¿Qué mentiras le achacas?
Siempre me planteo si solo estamos para entretener o si se puede hacer algo más con esta profesión. Todo es un acuerdo entre los actores y el público. Pero la duda o la mentira que me surge es si podría haber algo más para soñar, educar y enriquecer. Más allá no creo que haya ninguna mentira dentro de esta gran mentira.
“Al abrir Netflix no entiendo ese volumen ni veo el retorno económico de eso”
Hablemos de tu tierra, de Galicia. El cine español cuenta con un gran plantel de actores gallegos como Luis Tosar, Javier Rey o Javier Gutiérrez. Además, en esta edición de los Goya los proyectos rodados en la comunidad o con firma de algún autor gallego acaparan 12 nominaciones. ¿Qué tiene Galicia para generar esta factoría de actores y producciones?
Yo tengo la teoría de que las comunidades históricas que tienen un idioma propio –vascos, gallegos y catalanes- tuvimos la ventaja de que nos pusieron la televisión autonómica y comenzamos a hacer mucha producción en nuestro idioma. Y eso nos dio mucha tabla y mucho oficio. Luego veníamos a trabajar a Madrid y cuando no había trabajo en Madrid, regresábamos a la televisión autonómica. Teníamos un plus de ventajita en cuanto a tener un recorrido y en esto es muy importante trabajar.
Últimamente las dos series españolas de más éxito rodadas en Galicia tienen que ver con el narcotráfico (‘Vivir sin permiso’ y ‘Fariña’), ¿qué otros temas sobre tu tierra crees que merecerían llevarse a la pequeña o gran pantalla?
Cualquier tema. Por ejemplo, Santiago de Compostela es una ciudad que compite con Roma por toda la movida clerical. Tenemos la expresión esa de “removí Roma con Santiago”. Como compostelano, se me ocurre una serie sobre el clero o el camino de Santiago.
Con la llegada de Neflix y HBO a España están surgiendo muchos proyectos de ficción, ¿cómo valoras este cambio de paradigma en la industria?
Todavía no me cabe en la cabeza lo de las plataformas. Tengo siete sobrinos y consumen un volumen de series que no entiendo. Yo tengo 52 años, soy de la vieja guardia y al abrir Netflix no comprendo ese volumen ni veo el retorno económico de eso. No lo entiendo, no puedo responder. No es una época de cambios es un cambio de época. No sé si esto que viene va a devorar el cine, aunque sé que para los actores es un momento dulce por el volumen de trabajo.
“Los premios se agradecen, pero valoro más poder vivir de esto”
Por cierto, ¿tienes o tendrás en el futuro algún proyecto relacionado con alguna de estas dos plataformas?
Yo ya hice dos proyectos con Movistar +, pero con HBO y Netflix a día de hoy no tengo ninguna oferta.
En tu trayectoria profesional has participado en series rodadas con una cámara y un banco en la calle (‘Entre pipas’) a grandes producciones como Alatriste o Celda 211. ¿prefieres los proyectos sencillos o la aventura de una gran producción?
Si tienes un buen guión y un buen director, da igual. Con Jorge Cassinello, él era director y guionista; su mamá nos hacía los bocadillos, su papá silbaba la banda sonora y su hermana es la que pasa siempre al final con el perrito. Pasábamos mucho frío y mucho calor, pero tienes esos guiones y es lo mismo que si tienes que rodar ‘Blade Runner’ -sonríe-.
De premios no vive un artista
Se acerca el 2 de febrero, la gala de los Premios Goya. Imaginamos que esta edición es más especial que otras por tu nominación. ¿Le das importancia a los premios?
A mí me educaron con la movida de trabajar y lo que valoro es vivir de esto. Siempre son malos tiempos para la interpretación y hay una estadística bastante terrorífica con la gente que puede vivir de esto. Por ello, valoro más el mantenerme e ir haciendo mis papelitos chiquititos. Los premios se agradecen, pero me importa más lo otro.
“En los Goya cada uno que diga lo que quiera”
¿Has pensado algo para el discurso en caso de que ganes?
Pues estoy empezando a pensar que tengo que elaborar algo porque hay muchos compañeros que te dicen que es mejor llevar algo porque aquello es bastante impresionante. Hablaba ahora con una amiga y me decía que dijera algo que hiciera soñar.
Sería tu primer cabezón, ¿tienes un sitio especial en casa para los premios?
No, nunca. Los pocos premios que tengo los tiene mi tía Ceci. Mi papá y mi mamá ya fallecieron y entonces siempre se los llevo a mi tía Ceci.
Te preguntaba lo del discurso porque en los últimos años la gala de los Goya ha sido plataforma para reivindicaciones que en ocasiones no suelen centrarse en el cine. ¿Estás a favor de las manifestaciones en los Goya o la fiesta del cine debería ser del cine?
Yo qué sé, cada uno que diga lo que quiera, como si uno llega a los Goya y quiere hablar del plátano de Canarias. Es un tema individual que cada uno lo tiene que vivir y nunca tomaría una postura. Quien quiera hacer un discurso que haga soñar a la gente o quien quiera hacer un discurso del plátano de Canarias o de Vox, pues adelante.
“Quiero hacer una película en la que no pare de morrear. Una de amor, de galán maduro”
Esta nominación llega tras tu magistral interpretación de un político corrupto sin escrúpulos en ‘El reino’, ¿te has servido de noticias reales o de algún político en concreto para preparar tu papel?
No, sinceramente me gusta trabajar con la imaginación y gracias a Dios es la segunda vez que colaboro con Rodrigo Sorogoyen. Con un director tan sobresaliente y con ese texto no te tienes que basar en nada y ya tienes prácticamente todo hecho. Podría abrir el periódico, pero prefiero trabajar con el director.
¿Hay algún reto profesional que aún te quede por afrontar?
Hacer una película en la que no pare de morrear -sonríe-. Quiero hacer una de amor, de galán maduro.