“De Fiorito uno nunca se va”, escuchamos en diversas ocasiones en la serie de Prime Video ‘Maradona: Sueño Bendito’, del director Alejandro Aimetta, que recrea la vida y obra del “Pelusa”, aquel pibe capaz de engatusar a su gente por su labia y sus toques de balón. En aquella villa de Buenos Aires cultivó una relación afectuosa con su familia y en especial con una madre autoritaria para el resto de personas, pero cariñosa con él. Aquí emergió como joven promesa a los 11 años de edad en “Los Cebollitas”, una nueva generación del Argentinos Junior.
Aquella fue la primera camiseta de muchas otras equipaciones posteriores: El Boca Juniors de Argentina, el Barça, el Nápoles –que popularmente se conoce como su mejor momento profesional, pero también uno de los más conflictivos–, el escaso y turbulento período en el Sevilla y el regreso a su país natal con los Newell’s Old Boys y el Boca de nuevo. Y tras cada escudo, una meta diferente que “el Diego” parecía empeñado en conquistar. Fue campeón del Mundial Sub 20 del 79 y del Mundial de México del 86, recibiendo así el Balón de Oro. También fue máximo goleador de la Liga española y alzó innumerables copas: la Coppa y la Supercoppa italianas, la del Rey, la Champions…
Su fama mundial iba creciendo a la par que su estabilidad económica, pero también aumentaban los rumores, la presión mediática y las sombras que lo llevaban a festejar la celebridad cuando no entrenaba. Casi tan conocidas como sus victorias lo fueron sus internamientos por sobredosis o efectos derivados por el continuo consumo de sustancias como alcohol y drogas, sin olvidar otro tipo de polémicas como el reconocimiento de hijos bastardos, las acusaciones de violencia de género hacia Rocío Oliva, su última pareja sentimental, o las noches que pasó en prisión por posesión de estupefacientes.
El fallecimiento de Maradona en noviembre de 2020, a los 60 años de edad, no dejó de consternar a los seguidores de un icono que, entre goles épicos y sonados escarceos, la prensa había tildado de inmortal
Maradona fue tan querido por sus fans que llegó a fundarse un culto en su nombre, la Iglesia Maradoniana. La afición que celebraba la presencia de D10s en la Tierra parecía engullirlo bajo su mirada siempre puesta en sus movimientos, dentro y fuera del campo. Y aunque el centrocampista trataba de disimular sus salidas nocturnas bajo un extremo cuidado, no consiguió detener el goteo de información que cada semana aparecía en los medios. Su fallecimiento en noviembre de 2020, a los 60 años de edad, no dejó de consternar a los seguidores de un icono que, entre goles épicos y sonados escarceos, la prensa había tildado de inmortal.
Maradona: pan y circo
El Pibe de Oro parecía haber nacido precisamente para entretener a su público, aunque no encajaba demasiado bien las críticas o que hablasen de él con versiones de los hechos diferentes a las suyas. Con el tiempo aquello le llevó a procesar una relación de amor-odio hacia los periodistas: sesgó la información que aquellos podían revelar sobre sus salidas nocturnas y llegó a amenazar con un rifle a los que aguardaban en la puerta de su casa durante su regreso a Argentina con el equipo Newell’s Old Boys.
El Gobierno dictatorial argentino era consciente del showman que tenían entre manos: antes de fichar por el Barça lo retuvo todo el tiempo que pudo en el Boca para amenizar el dolor que comportaban las acciones militares a la sociedad, especialmente en el sangriento capítulo de la Guerra de las Malvinas contra Inglaterra de 1982, donde el país argentino reclamó sin éxito sus tierras y murieron centenares de personas.
Con su juego ofensivo, Diego se tomó su propia venganza al vencer a Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de México del 86. En aquel partido marcó no solo uno, sino dos de los goles más populares de la historia de este deporte: “la Mano de Dios”, en la que Maradona saltó y tocó la pelota con la mano izquierda, desviando así su trayectoria hacia la portería – algo que pasó desapercibido para el árbitro pero que el propio jugador reconoció como una falta años más tarde –, y “el Gol del Siglo”, en el que fue esquivando a los jugadores ingleses como si fuesen minas explotando bajo el suelo.
A Maradona se le reconoce la capacidad de desconcertar al personal e ilusionarlo con cada toque de balón
A Maradona se le reconoce la capacidad de desconcertar al personal e ilusionarlo con cada toque de balón. Llegó a marcar goles olímpicos (desde el córner) y a dirigir trayectorias por encima de las cabezas de los porteros, haciendo suyas jugadas propias del mismo Pelé, al que idolatraba. Verlo juguetear con la pelota, incluso durante los entrenamientos –inolvidable aquella coreografía que se marcó con el ‘Life is life’ de la banda Opus de fondo–, era un espectáculo propio de alguien tocado por la gracia divina.
Excesos incontrolables
Su paso por el Barça entre 1982 y 1984 no fue demasiado prolífico. Tras jugar varios partidos sin demasiada pena ni gloria durante una primera temporada, sufrió una hepatitis que le dejó tres meses sin jugar. Eso no le impidió ganar la Liga frente al Real Madrid, pero en la segunda temporada llegó a lesionarse el tobillo e incluso se enzarzó en una pelea en la final de la Copa del Rey contra el Athletic de Bilbao, agrediendo así al centrocampista Miguel Ángel Sola. Aquello le ganó una sanción por parte de la Federación Española y supuso su último partido vistiendo el blaugrana.
La transferencia al Napoli en el 84 se hizo efectiva a modo de borrón y cuenta nueva para Diego, aunque arrastró consigo toda una rutina de vida nocturna y experimentación con las drogas que comenzó en sus años en Barcelona. Durante su etapa en el Nápoles consiguió proclamarse como uno de los mejores jugadores del siglo XX, acomodarse en su vida de atleta de éxito y vivir una vida más holgada. Pero lo cierto es que Maradona trataba de esforzarse únicamente cuando parecía verle las orejas al lobo: daba el 100% en el campo pero aparecía visiblemente perjudicado en partidos menos emblemáticos.
A partir de los 90 cuando dio positivo por primera vez en cocaína en un control de antidopaje
Fue en esta etapa cuando nacieron sus dos hijas Dalma y Gianinna, y Diego, su hijo no reconocido hasta casi 30 años después. También fue a partir de los 90 cuando dio positivo por primera vez en cocaína en un control de antidopaje. Durante los 15 meses de suspensión, fue detenido por la policía por posesión de drogas, y obligado a ingresar en rehabilitación. No sería la última vez: volvería a repetir los mismos resultados en el test de doping en el 94 y el 97.
Cuanto más intensa se volvía su vida, su carácter se iba haciendo más irascible ante el machaque mediático que recibía, así como las constantes disputas con los dirigentes de los partidos. Llegó a insultar públicamente al entrenador del Sevilla y también a simular un asalto de la camorra en su casa para incriminar a los dirigentes del Nápoles. Durante aquella década y la siguiente siguió ingresando en numerosas ocasiones en clínicas de desintoxicación e incluso llegó a protagonizar una campaña antidrogas basándose en su experiencia, pero el tiro le salía por la culata. Llegaron a filtrarse imágenes de fiestas privadas que hacían que la propia clínica de La Habana donde realizaba su estancia pareciese un prostíbulo de carretera.
El Sueño Bendito
Es en este momento cuando comienza el relato de ‘Maradona: Sueño Bendito’ que Prime Video estrena sobre el ascenso y la caída del ídolo. La serie, basada en hechos reales, dramatiza el impacto que tuvo para sus familiares y para un país completo su ingreso en el hospital después de la nochevieja del 2000 debido a una sobredosis, cuando parecía que su vida pendía de un hilo.
A partir de entonces la producción utiliza los flashbacks para narrar las diferentes etapas en la vida del jugador: desde sus inicios como joven soñador y seductor – momento en el que conoció a su vecina Claudia Villafañe, de la que acabó divorciándose en 2013 – hasta su etapa más decadente, su retiro del fútbol y sus problemas cardíacos derivados de la droga. La serie aspira, con mejor o peor resultado, a convertirse no solo en el relato definitivo sobre Diego Armando Maradona, apenas un año después de su muerte, sino también en el retrato vivo de las relaciones entre el jugador, la sociedad y la política que demarcaron muchas de sus decisiones y que imprimieron en él una personalidad supuestamente responsable con sus ideales.
La puesta en escena aritmética de la serie‘Maradona: Sueño Bendito’ parece ir al compás de un Pelusa atolondrado
Las recreaciones, así como los grafismos de titulares de periódico que levitan sobre las imágenes de archivo, arman un puzle casi imposible para dar a conocer cada una de las facetas del futbolista: el mujeriego, el divertido, el político y el ídolo de masas. Con especial atención al gran parecido entre Nicolás Goldschmidt ,el actor que lo interpreta en su edad joven, la puesta en escena aritmética de la serie parece ir al compás de un Pelusa atolondrado, que no siempre supo salir airoso de las vicisitudes que debió pasar para convertirse en el Maradona que hubiese deseado ser.