Ángel Martín: “Descubrí que hubo un tiempo que era un gilipollas con los demás”

El humorista y presentador acaba de publicar 'Por si las voces vuelven', un libro donde relata su paso por el psiquiátrico y cómo se reconstruyó desde cero.

Escrito por
Lectura: 10 min

Loco. Locura. Son palabras que Ángel Martín (1977, Barcelona) ha usado mucho en los últimos meses. Y es que, tras su paso por un hospital psiquiátrico en 2017, el cómico no duda en referirse a su yo de entonces en esos términos que considera se ajustan mejor a todo lo que vivió. Ahora, acaba de publicar ‘Por si las voces vuelven‘ (Editorial Planeta), un libro que espera pueda ayudar a otros que estén atravesando por lo mismo y que sirva para que, quienes se estén rompiendo por dentro, puedan sentirse menos solos y vean que una reconstrucción es posible. Porque, como él mismo dice, la locura es lo mejor que le ha pasado.

El brote psicótico que relatas ocurrió en 2017. ¿Qué lo cuentes ahora tiene que ver con la mayor aceptación que tiene la salud mental?
No, qué va. Además, la idea del libro surge hace un año y fue muy previo a la explosión que hay ahora sobre el tema de salud mental. Surge porque, cuando Planeta me llama para escribir un libro, me planteo la oportunidad de escribir el libro que yo no encontré cuando lo necesitaba. Cuando pasé por esta experiencia y salí del hospital, que sales en la mierda absoluta creyendo que no vas a remontar, me puse a buscar algún libro que me echara algún cable y solo encontraba libros relacionados con la química del cerebro, pero tú en ese momento no estás para tecnicismos y lo que quieres son herramientas para salir de ahí lo más rápidamente posible y no lo encontré. Entonces, decidí escribirlo por si alguien está buscando el libro que yo buscaba.

“He decidido desterrar el miedo porque si no tardas el doble en avanzar”

Teniendo en cuenta que cuando ocurrió este hecho la salud mental era más tabú que ahora, ¿llegaste a pensar que si lo contabas públicamente podría condicionar tu carrera?
No, no me lo llegué a plantear así de abiertamente pero sí que notas que lo que te ha sucedido es distinto a romperte un brazo por la manera que tiene de comportarse tu entorno, sobre todo. Si tú de repente te rompes un brazo o tienes cualquier accidente, cuando te ves con tus amigos te das cuenta que todos lo saben aunque no estuvieran contigo, tu entorno lo cuenta. Sin embargo, con esto, una de las cosas que ocurre es que, cuando sales notas que nadie sabe lo que te ha pasado y los que lo sabían, no lo han compartido. Entonces, lo que tu cerebro procesa en ese momento en el que es incapaz de procesar nada es: “Esto debe ser algo que han preferido no contar”. Y yo no lo conté, no tanto por tema tabú sino porque pensé: “Ah, estas cosas no se cuentan”.

En el libro dices que estar loco es lo mejor que te ha pasado. ¿Cómo te ha cambiado? ¿Aún quedan en ti miedos de aquella época?
No, no queda ningún miedo. No soy alguien que viva con miedo y he decidido desterrarlo por completo porque si no tardas el doble en avanzar y hacer ciertas cosas. Cuando digo que es lo mejor que me ha pasado en la vida, obviamente, no es una reflexión que haces cuando estás saliendo del hospital. En esos momentos y primeros años, jamás pasará por tu cabeza la posibilidad de pensar que es lo mejor que te ha podido pasar. Esta reflexión la hago a día de hoy porque me ha convertido en un tipo que no tiene nada que ver con el que era antes del brote y es porque, cuando te sucede algo así, es como si te pusieran un espejo en los morros y te dijeran: “Tienes que construirte. ¿Quién quieres ser? ¿Qué cosas vas a meter en tu personalidad?”. Cosas que, generalmente, no nos planteamos ni nos paramos a pensar si somos lo que queremos ser.

Y desde ahí empiezas a reconstruirte…
Claro y, cuando tienes la opción de reconstruirte desde cero, empiezas a poner solo las piezas que crees que tienen valor. Y si te estás reconstruyendo, dices: “¿Meto la pieza de ser un gilipollas con los demás?”. Pues no la metes. Y, de repente, descubrí que hubo un tiempo que era un gilipollas con los demás.

“A los políticos les importa una mierda la salud mental”

La salud mental ha caído en picado, pero sigue estando infravalorada. ¿Qué dirías a los políticos sobre tu experiencia?
Yo a los políticos no les diría nada de mi experiencia. A los políticos les importa una mierda la salud mental. La salud mental no es algo que esté surgiendo ahora en 2021, el discurso de cualquier ser humano relacionado con la salud mental es que jamás ha habido ayudas suficientes. Entonces, cuando nunca han habido ayudas suficientes, es porque, independientemente de quién esté al mando, le importas una mierda en ese sentido. Yo creo que la única posibilidad que tiene el ser humano para cuidar de la salud mental es la prevención y ser conscientes de que el primer paso de esta movida somos nosotros con nosotros, es decir, prestarnos mucha atención a nosotros mismos y de quienes comparten nuestra vida.

¿Y qué dirías a quienes deben convivir con alguien que padece una enfermedad mental y muchas veces no saben cómo ayudar y gestionarlo? 
Lo primero es que es normal que no sepan gestionarlo ni ayudar, o sea, que no se martiricen. Cuando se rompe un cerebro no sabemos cómo comportarnos porque no estamos preparados para, de repente, ver al otro rompiéndose por dentro. Es demoledor, es la impotencia más grande. Entonces, lo primero es que no se fustiguen por no saber qué hacer y, lo segundo, es que la gente entienda que nada es personal y que ningún ataque o acción que pueda suceder durante el proceso es personal. Simplemente, son dos personas totalmente desubicadas tratando de reencontrarse con alguien que, a lo mejor, ya no existe. Es un proceso muy delicado tratar de conocer desde cero a un ser humano que creías que conocías. Es mucha paciencia, mucha intuición y mucha paciencia.

“Me preocupa cuando situaciones como las de Verónica Forqué se empiezan a utilizar como guerra de audiencias”

El trágico final de Verónica Forqué pone el foco en otro tema tabú, el suicidio. ¿Por qué crees que da reparo hablar de ello? ¿Qué está fallando para que 3.941 personas se quitasen la vida en 2020?
Bueno, sobre qué está pasando no tengo ni idea y soy incapaz de imaginar el dolor y el vacío que debe sentir alguien para llegar a la conclusión de que esa es la única solución de frenar el dolor. Y creo que nos da apuro hablar de suicidio porque, guste o no y en un porcentaje mayor o menor, acabamos sintiéndonos algo culpables porque es la sensación de “cómo no he podido ver que esta persona estaba desesperadamente buscando ayuda”. Nunca he pasado por un proceso así e igual estoy equivocado, pero intuyo que el sentimiento de culpa que se queda en los demás es muy grande.

En alguno de los momentos más duros que sufriste, ¿te llegaste a plantear la idea del suicidio?
No, jamás, jamás.

Verónica fue muy criticada en redes sociales tras su paso por ‘MasterChef Celibrity’. ¿La exposición pública agrava los trastornos mentales? ¿A ti los haters llegaron a influirte?
No, a mí no. Entiendo que el factor redes sociales para cada persona será un mundo, a unos les podrá afectar muchísimo y otros a los que no les afectará nada, etc. Y al final, la exposición pública no es más que una multiplicación de lo que tenemos todos. De alguna manera, estamos expuestos públicamente en mayor o menor nivel. Desde el zapatero expuesto a sus clientes a actores super famosos. A mí lo que me preocupa es cuando, de repente, situaciones como las de Verónica se empiezan a utilizar como guerra de audiencias entre cadenas y tratar de echar la culpa a un programa y dices: “Tío, ¿Qué estás diciendo?”. Eso es lo que me preocupa que, al final, casos como los de Verónica la gente acaba convirtiéndolo en guerras entre ellos para ver si consiguen más audiencia y desmontar a otros.

“Usaba las drogas con la excusa de soy cómico y los cómicos somos así y nos drogamos porque escribimos mejor”

También hablas del consumo de alcohol y drogas. ¿Hasta qué punto las drogas agravaron tu problema?
Las drogas fueron un acelerador de lo que me pasó a mí. No me atrevería a decir que sin drogas no me hubiera pasado porque me ha escrito mucha gente diciéndome que ha pasado por lo mismo que yo sin haber consumido drogas y, entonces, podría haberme pasado igual sin tomar drogas. Y el hecho de tomar drogas tampoco implica que te vaya a pasar sí o sí, quiero decir, conozco muchísima gente que toma más drogas que yo y no le ha pasado en la vida algo así. Lo que es evidente e indiscutible es que las drogas no mantienen en stand by la posibilidad de que esto pase. No creo que nadie pueda decir: “Ostia, menos mal que tomé drogas porque si no llego a tomar drogas, esto me pasa”. Sospecho que tomar drogas es como meterle diez marchas más a la posibilidad de que esto suceda.

Muchos las toman como refugio y evasión del dolor de su mente. ¿Era tu caso?
Yo no las consumía como refugio. Es verdad que muchos las usan como refugio de no querer enfrentarse a la realidad porque se está de bajón, pero en mi caso era un uso recreativo y las usaba con la excusa de “soy cómico y los cómicos somos así y nos drogamos porque escribimos mejor”. No era por no enfrentarme a los problemas, era porque mis 18 años me llegaron a los 30 y pico, no tiene más.

“La recuperación sucede un día que no eres muy consciente de que ya estás muchísimo mejor y muy alejado del fondo del pozo”

¿Cuándo dices: “Hasta aquí. He tocado fondo”?
No lo decides. Simplemente, hay un instinto de supervivencia en el ser humano que te obliga a ir haciendo ciertas cosas de manera inconsciente y, al cabo de los años, hay un día que igual estás tomando un café con un amigo y, de repente, dices: “Ostia, estoy bien. ¿Qué ha pasado?” El primer paso es que te tienes que obligar de forma brutal a hacer ciertas cosas.

En el libro dices: “Lo verdaderamente duro de volverse loco es la recuperación de la cordura”. ¿Por qué? ¿Qué es estar cuerdo?
Yo ingresé porque me dijeron que absolutamente nada de lo que estaba pasando e interpretaba como real, era real. Cuando sales, tú vienes de un mundo donde todo encaja y sales a un mundo que está totalmente desencajado. Cuando sales de ahí y nada tiene ningún valor, entonces, qué puto sentido tiene nada. Ahora me decís que estar bien es esto, que nada tenga valor, que lo normal es que nada importe, que todo es azar y que no me ralle demasiado, pues a ver cómo encajo yo en este mundo.

También hablas del señor Gris. ¿Cómo lo afrontas cuando reaparece? ¿Qué herramientas tienes ahora en caso de que las voces vuelvan?
No vivo con el miedo de que las voces vuelvan, eso lo primero, y la herramienta que tengo es un libro de puta madre que he escrito para, cuando tenga un solo susto, ir corriendo ahí para ver qué está pasando. Lo que haces ahora mismo es tenerlo controlado. Hay días que claramente dices es una puta mierda, pero sabes el motivo por el que sucede. La diferencia más importante de hoy a hace unos años es que cuando entraba en una racha de infelicidad no sabía muy bien por qué era. A nivel superficial, me paraba a pensar y veía que estoy con quien quiero estar y tengo los amigos que quiero tener y mi casa me gusta y no entendías. Pero, claro, no sabía lo que me pasaba porque no me hacía las preguntas que tocaba.

¿Y hay recaídas?
Al principio. Las veces que te parece que has remontado y te metes en la cama pensando que estás bien, mañana cuando te levantes estarás mal, ya te lo digo, porque estás siendo súper consciente de cómo te acuestas, cómo te levantas y estás en ese proceso de “vale, hoy me ha parecido que la vida no era una puta mierda, yo creo que estoy bien”, pero no, lo que pasa es que hoy no has pensado en eso, pero mañana te caerás. La recuperación sucede un día que no eres muy consciente de que ya estás muchísimo mejor y muy alejado del fondo del pozo.

Fotos: Jotxo Contumaz Studio