A pesar de su delicada salud, Michael Jackson estuvo ensayando durante cinco interminables horas —tres bailando y dos con pruebas de voz— la noche anterior a su muerte. El artista estaba a punto de regresar a los escenarios —con una serie de conciertos en Londres— y vivía aquellos días obsesionado con la idea de que todo saliera a la perfección. Y, a pesar de las palizas que le daba diariamente a su cuerpo —al final de cada día, su médico le tenía que inyectar una solución salina para mantenerlo hidratado y suministrarle oxígeno para apoyar la recuperación—, nadie parecía darse cuenta de su estado de salud. O eso, o no querían hacerlo.
Sea como fuere, Jackson dejó de respirar en la mañana del 25 de junio de 2009, cumpliéndose este año una década . Su médico personal, Conrad Murray, intentó reanimarlo sin éxito y, al cabo de un rato, acabó pidiendo ayuda a los agentes de seguridad. A las 12.26 minutos de la tarde hora californiana, uno de sus empleados avisó a los servicios médicos de la necesidad de una ambulancia en la casa de Bel-Air del cantante. Los paramédicos que se personaron en la vivienda confirmaron que el artista no respiraba y le sometieron a una reanimación cardiopulmonar.
“Cuando se lo llevan, creo que ahí hay una intencionalidad de que no se diga que la muerte se ha producido en la casa”, Concha Calleja, autora de ‘Objetivo Michael Jackson. La conspiración para acabar con el Rey del Pop’
La versión oficial sostiene que la estrella del pop llegó al hospital universitario UCLA en estado de coma profundo, y que minutos después los médicos certificaron su muerte. No obstante, son muchos los que ponen este dato en cuarentena. “Se tardó dos horas en avisar a los servicios de emergencias. En dos horas, una persona que está en parada cardiorrespiratoria no está viva ya. Cuando se lo llevan, creo que ahí hay una intencionalidad de que no se diga que la muerte se ha producido en la casa”, asegura la escritora e investigadora Concha Calleja, autora de ‘Objetivo Michael Jackson. La conspiración para acabar con el Rey del Pop’.
El desarrollo de la investigación de esa muerte fue un circo. Por un lado, las pruebas que incautó la policía en la escena del ‘crimen’ estaban contaminadas. Y, por otro, el juicio estuvo presidido por un buen puñado de incongruencias. Aun así, Conrad Murray —que, cuando todo ocurrió, cobraba 150 mil dólares mensuales por cuidar de Jackson— fue condenado a cuatro años de prisión por el homicidio involuntario del cantante. Según el juez, el médico había actuado con negligencia y mala fe al emplear en reiteradas ocasiones Propofol —un poderoso sedante empleado normalmente para inducir el sueño en las salas de operaciones de los hospitales— para ayudar al cantante a dormir —aunque varios testigos señalaron que el artista llevaba años siendo adicto a los analgésicos, sedantes y antidepresivos—.
Ahora bien, ¿y si el médico no fuese el verdadero culpable de la muerte del artista? Desde luego, son varios los cabos que aún permanecen sueltos al respecto. La propia Calleja piensa que la muerte de Jackson fue, en realidad, un asesinato. “A Murray se le condena porque la autopsia revela que la cantidad del agente anestésico que se encuentra en el cuerpo de Michael es superior a la que se le tenía que haber inyectado. Pero su médico, especializado por cierto en cardiología, insistía en que eran 25 miligramos [una cantidad que, según los expertos, no es letal] los que él le había suministrado. Es extraño que fuese él quien le inyectó los 180 miligramos. Pero lo más curioso es que el Propofol jamás se ingiere; es siempre inyectado. Y a Michael se le encuentra esa sustancia en el estómago. Es imposible que su médico le diera para beber Propofol. Y no hay, para nada, indicios de suicidio. Estoy casi convencida de que es una prueba falsa”, explica. Una realidad que le ha sido ocultada a la opinión pública. ¿Cómo acabó entonces la dichosa sustancia en el estómago del artista? Nadie lo sabe.
Abusos sexuales y paranoico
Cuando falleció, Jackson tenía cincuenta años. Sin embargo, su cuerpo parecía el de un anciano. Parece que el peso que conlleva ser considerado durante décadas el Rey del Pop envejece. Y mucho, además. Porque no es un secreto que el de Indiana tuvo un meteórico ascenso en la industria musical. Y tampoco lo es que su condición de niño prodigio tutelado por un padre autoritario y explotador —gracias a la cual desarrolló el síndrome de Peter Pan— le brindó tanta fama y dinero como desdicha. “Como cantante y bailarín, nunca habrá nadie como él. Pero todo fue trabajo duro y sacrificio, y pagó el precio por ello”, comenta el periodista y escritor J. Randy Taraborrelli, que asegura también que Jackson se convirtió con los años en una persona bastante excéntrica, desconfiada y paranoica. Sobre todo, a raíz de los casos de abusos sexuales a menores en los que se vio envuelto hasta en dos ocasiones.
“Jackson se convirtió con los años en una persona bastante excéntrica, desconfiada y paranoica”, periodista y escritor J. Randy Taraborrelli
El primero de los escándalos a los que Jackson tuvo que hacer frente se produjo en 1993, cuando un chico de trece años llamado Jordan le acusó de abusos sexuales. Aquel suceso nunca llegó a ser juzgado, ya que la cosa se zanjó con un acuerdo económico fuera de los tribunales. Pero, en 2005, Jackson volvió a vérselas con la justicia. Esta vez, se libró de haber entrado en la prisión estatal de Corcoran después de que el tribunal californiano de Santa María le declarase inocente de las acusaciones de abuso a otro menor por falta de pruebas concluyentes.
“Michael fue detenido y llevado a la comisaría a declarar esposado. El fiscal de Los Ángeles logró someterle al escrutinio más bestial. Logró permiso judicial para exponer su cuerpo en una habitación de su rancho Neverland y que se registrara su anatomía. Se hicieron fotos y vídeos de su pene, su ano y sus testículos para ver si coincidían con los de la declaración de esos niños que le estaban demandando”, explica Calleja, que considera bastante ‘cojo’ el reciente documental ‘Leaving Neverland’, de Dan Reed, donde James Safechuck y Wade Robson narran los episodios de pederastia que vivieron (siendo niños) a manos de Jackson.
Asimismo, la escritora está convencida de que, en un momento dado, el poder de convocatoria de Jackson —autor de varios temas en los que denunciaba la necesidad de acabar con problemas como el uso de las armas, la segregación racial o el hambre extrema en África— se convirtió en algo bastante incómodo para el establishment. Más de lo que él pudo llegar nunca a imaginarse. “Él nunca señaló a nadie, pero tenía miedo de que le mataran. La noche antes de su muerte, recibió una llamada telefónica y, cuando colgó, bajó las escaleras de su casa diciendo ‘Me van a matar’. Su hijo Prince fue testigo de aquello”, apostilla.
Pero el móvil económico también sigue muy presente como uno de los principales motivos de su desaparición. Cuando estaba vivo, el estadounidense llevaba años sin trabajar, por lo que vivía sin efectivo y acosado por las deudas. Muerto, sin embargo, sigue siendo aún el cantante que más dinero ingresa. Es más, sus discos generaron más dinero en el año posterior a su muerte que en toda la década anterior al fatal suceso. Y también continúa siendo el motor económico de su familia.