Seguramente Álvaro Morte (Cádiz, 1975) marcó el 2018 como uno de los años más importantes de su carrera. En los últimos meses su vida se ha visto revolucionada por un fenómeno sin precedentes llamado ‘La casa de papel’. El personaje de ‘El profesor’ le ha encumbrado a cotas insospechadas de popularidad –sus redes sociales se han disparado hasta los tres millones de seguidores–, aunque no ha sido un éxito fortuito; más bien una recompensa a las casi dos décadas que lleva currando. Inmerso de lleno en la esperada y enigmática nueva parte de la serie de Netflix, Álvaro ha estrenado también la serie ‘El embarcadero‘ para Movistar+ y la película ‘Durante la tormenta’, del director Oriol Paulo. Título que le viene como anillo al dedo para describir su etapa vital actual, aunque la suya sea una tormenta de las buenas.
Ha sido un año abrumador. ¿Cómo definirías lo que has vivido en 2018?
¡Cómo definirlo! Ha sido una cosa tremenda, espectacular. En mi día a día no he notado demasiado cambio porque, además, he seguido trabajando. Pero, por ejemplo, estuve unos días en Londres, que procuro ir todos los años para ver buen teatro y disfrutar del ambiente londinense. Y en esta ocasión, cuando te paran por la calle cada 50 metros gente de tantas partes del mundo (La India, Qatar, Arabia Saudí, México, Argentina, Polonia, Canadá…), es una cosa tremenda. Más allá de toda esa repercusión que de repente tienes, todo esto te permite acceder a puertas que antes tenías cerradas o, al menos, no tan fáciles de abrir. Es muy difícil trabajar en este país como actor. Y, cuando llega un momento en el que no solo puedes trabajar, sino que puedes incluso elegir el proyecto en el que quieres estar, es una suerte tremenda. Para mí el 2018 ha supuesto todo esto. Ha sido estresante pero, ¡qué gusto de estrés!
¿Y tu entorno como lo lleva?
Bueno, empieza a ser un poco estresante, pero también hay que contar con ello. Cuando te metes en Arte Dramático con 19 años, piensas que quieres ser una estrella y triunfar por todo lo alto. Luego, sales de ahí, te pones a currar y te das cuenta de la realidad. Procuras hacer teatro como puedes y donde puedes, si te cogen en algún capitular… Ves que esa cosa de triunfar a lo grande es algo muy alejado y que solamente se puede acceder si eres uno de cada millón, como la lotería. Y por mucho que trabajes, hay un componente de suerte que, o te toca o no te toca. En este caso parece que sí que me ha tocado, pero intento tener mucho los pies en el suelo. Me ha costado mucho llegar hasta aquí y procuro no dejarme embaucar por todo lo que son las luces de ese éxito. Además, soy muy consciente de que un día estás arriba y al día siguiente estás abajo. Con lo cual, no me dejo llevar tampoco por eso.
“He visto a gente tatuándose mi cara en el pecho al otro lado del mundo, es algo que te deja absolutamente noqueado”
¿Te están lloviendo proyectos internacionales?
A nivel internacional han llegado propuestas. Lo que pasa es que estoy teniendo tanto trabajo aquí en España que no necesito irme. Ahora mismo tenemos la suerte de que en España se están haciendo muy buenos productos y antiguamente te tenías que ir a hacer las Américas para hacer algo con cierta envergadura o calidad. Pero hoy no hace falta. Netflix acaba de cambiar su sede en Europa para venirse aquí a Madrid. Afortunadamente tengo ofertas desde el extranjero, aunque de momento no he necesitado irme. Pero no tengo ningún problema en irme a trabajar a cualquier parte del mundo.
De momento, estás compaginando dos proyectos grandes como son ‘La casa de papel’ y la nueva serie de ‘El embarcadero’.
Terminé de grabar ‘El embarcadero’ y antes tuve que hacer cosas ya de ‘El profesor’. Por lo que he tenido que estar un poco ahí saliéndome de un personaje, metiéndome en otro…, y haciendo un poco encaje de bolillos en ese sentido.
Después de tanto tiempo, ¿cómo ha sido el reencuentro?
Estamos todos entusiasmados. Recuerdo en los premios Fotogramas estábamos ahí Jaime Lorente, Pedro Alonso, Itziar Ituño y, con una copa delante, Álex Pina empezó a contarnos muy brevemente y de una forma muy temprana con respecto a lo que era enfrentarse al guión, lo que iba a ir pasando en lo que estaban escribiendo. Y a todos se nos ponía el pelo de punta. Creo que va a ser un bombazo tremendo lo que viene. Tenemos un chat común de todos los componentes. Todavía no he recibido ningún guión, pero ya he firmado la cláusula de confidencialidad que no puedes decir nada. Con lo cual, no os puedo decir nada –ríe–.
¿Y qué le dirías a la gente que prefería que la serie no continuara porque tenía un final cerrado?
Era una cosa muy cerrada, lo que pasa es que el pelotazo que ha dado en Netflix la plataforma dijo: “¿Cerrado esto de qué? Vamos a abrir esto por donde sea” –ríe–. No os puedo contar nada, pero va a ser muy fuerte. Cuando se anunció que íbamos a hacer la tercera parte, recuerdo tuits que decían: “Pero si esto ya está cerrado, ¿por qué lo vais a reabrir”. A esta gente les diría: “Bueno, si os ha gustado esta parte, ¿por qué no dar un voto de confianza a ese Álex Pina que ha generado esto tan grande?”. Creo, sinceramente, que no va a decepcionar.
¿De entre todas las estrellas que han compartido su amor por ‘La casa de papel’, cuál te ha llamado la atención?
Cuando Rosalía sacó su último single, le mandé un stories y le dije: “Muchacha, no sabes cómo me alegro de que te vaya tan bien, te admiro un montón”, y ella me contestó: “Pero qué me estás diciendo, que me encanta ‘La casa de papel’ ”. Se generan de repente conexiones entre el mundo de los artistas que me hacen mucha ilusión y es como muy agradable. Me pasó lo mismo con Zahara, que valoré una versión que había hecho y ella me respondió que era también muy fan. Y esos puentes que se establecen me parecen muy curiosos y agradables. El mundo del fútbol es absolutamente alejado a mí. Sé que hay muchas grandes estrellas de grandes clubes de fútbol que son fans de la serie, pero no estoy muy al día de eso. Pero sí que es verdad que el fanatismo ha sido tremendo. He visto a gente tatuándose mi cara en el pecho al otro lado del mundo. Entonces es algo que te deja absolutamente noqueado.
¿Y qué opinas del fenómeno Bella Ciao?
Lo propuso Álex Pina en guión en su momento, haciendo referencia a los partisanos revolucionarios de la Segunda Guerra Mundial en Italia. Lo que está claro es que ‘El profesor’ no está dando un golpe por llevarse ese dinero. Está intentando dar un golpe al sistema, intentando vengarse en cierto sentido de esa cosa encorsetada. Entonces, el recuperar ese espíritu partisano venía muy bien. De repente surgió el Bella Ciao y lo que no podíamos imaginar es que se convirtiera en una especie de himno mundial y que la gente celebre que gana un partido o que haga manifestaciones con esta canción. A mí una de las que más me emocionó fue ver un vídeo de Proactiva Open Arms cuando rescataban un barco lleno de inmigrantes y, cuando se vieron todos a salvo, empezaron a cantar el Bella Ciao. Es de las cosas más bonitas que me han podido pasar a este nivel.
Currante con recompensa
Eres de esos currantes que lleva 20 años trabajando de esto. ¿Ha sido complicado tener una continuidad?
Le diría a cualquiera que quiera dedicarse a esto que lo que tiene que asumir es que el hacer ese camino es ser actor. Es una actitud. A todos los actores nos gustaría estar trabajando continuamente, pero no se puede trabajar siempre. Efectivamente ha sido un camino muy largo, momentos en los que tienes mucho trabajo y momentos en los que no he tenido nada de trabajo y de no saber cómo llegar a pagar el alquiler al mes siguiente. He sido camarero o he grabado vídeos para bodas, pero han sido cosas muy puntuales. Pero tengo muchísimos compañeros que sí que están haciendo estos trabajos, que son trabajos como otro cualquiera. Pero claro, tú te metes en esto porque quieres ser actor. Yo, estando en la situación en la que me encuentro, me acuerdo muchísimo de todos mis compañeros que no están trabajando y valoro mucho la situación en la que estoy.
#TBT. ¿Cómo recuerdas aquella época?
“Fantástica –ríe–. Aquello fue estudiando Arte Dramático, por favor. Tenía el pelo largo y me encantaba llevarlo así. Pero llegué a Madrid, me puse a hacer castings y solamente me daban mendigos y cosas así. Entonces me lo corté y fue cuando empezó a ponerse de moda la época –ríe–. Me arrepentí mucho de habérmelo cortado –ríe–. Aquello fue la época de estudiante en la Escuela de Arte Dramático de Córdoba y la recuerdo con muchísimo cariño”.
En tu trayectoria, el teatro ha sido también un punto fuerte. De hecho, tienes una productora. ¿Es duro ser empresario teatral?
Es tremendamente duro tener una compañía de teatro en España. Hace un tiempo había subvenciones para poder desarrollar el trabajo. Hoy por hoy se han cortado todas esas ayudas, tanto a las compañías como a los exhibidores y demás. Lo que fue la subida del IVA al 21% machacó a gran parte de la profesión. Tengo la suerte de que con mi compañía, 300 pistolas, no hemos tenido que cerrar las puertas. Normalmente, los exhibidores teatrales quieren a cabezas de cartel para poder programarlo, más allá de que la función tenga más o menos calidad. Esto lo que supone es que al final le estamos ofreciendo al público, no el mejor teatro que se pueda ofrecer, sino el más comercial. Hablo, sobre todo, fuera de las capitales. A mí me revienta que un Jorge Javier Vázquez pueda estar llenando teatros con la gente de pie aplaudiendo y que haya otra gente que son increíbles actores con increíbles espectáculos, que no tienen salida para poder ofrecer al público ese material que han trabajado.
300 pistolas nació con el objetivo de cambiar la visión “aburrida” que se tiene del teatro clásico, sobre todo entre el público más joven. ¿Ha superado tus expectativas?
Monté 300 pistolas, a priori, no pensando en ese público joven, sino porque hay muchas veces que trabajando en televisión, sobre todo en series diarias, muchas veces llegabas a casa y, después de haber hecho 12 secuencias en un día y tener que preparar otras 12 para el día siguiente, no había tiempo material para poder sacar más partido a cada una de esas secuencias. Echaba de menos el poder profundizar un poco en esos textos. Luego tuvimos contacto con el mundo del teatro escolar y veíamos que se podría ofrecer algo de un poco más de calidad para los chavales. Son el público del futuro, con lo cual, nos sentimos responsables de hacerles llegar el mejor teatro que podamos. Si un adulto viene al teatro y no le gusta, se levanta y se va, o no aplaude tanto y no pasa nada. Pero irá a ver a otra compañía. Un chaval de 14 o 16 años, si es la primera vez que viene al teatro y no le gusta, difícilmente va a repetir.
También has hecho tus pinitos cantando. Desde luego eres un artista 360, como diría Paquita Salas. ¿Te has sentido identificado con las situaciones que se plasman en la serie?
Absolutamente. Me parece que los Javis son unos grandes con lo que han sacado con ‘Paquita Salas’. Saben que les admiro. Coincidimos en Roma cuando estuvimos presentando todo lo que venía de Netflix. Pudimos charlar un poquito y me parece maravilloso este toque de humor que le dan a Paquita Salas, pero cargado de ternura y de realidad de lo que es la profesión. Y, sobre todo, tratado con ese amor y respeto tan profundos. Les admiro profundamente. Y sí, todos los actores que trabajamos en este país, nos hemos visto reflejados en alguno de los puntos de la serie –ríe–.
“Me revienta que un Jorge Javier Vázquez pueda estar llenando teatros con la gente de pie aplaudiendo y que haya increíbles actores con increíbles espectáculos que no tienen salida para poder ofrecer al público ese material”
¿Harías una participación en la serie de Los Javis, un crossover entre Paquita y ‘La casa de papel’ o incluso con ‘El secreto de Puente Viejo’, serie en la que participaste y muy recurrente para Paquita?
Por supuesto –ríe–. A mí si me llaman los Javis me tienen en la palma de la mano, me encantaría.
Outsider pero comprometido
Si digo “Álvaro Antonio García Pérez”, probablemente la gente no lo relacione contigo.
Puede que mi madre –ríe–.
¿De dónde viene lo de Morte?
Morte fue porque necesitaba, como bien acabas de comprobar, un nombre artístico porque mi nombre no podía funcionar de ninguna forma –ríe–. Es el apellido real de una amiga. Le dije: “Uy, ¿te llamas María Morte?”. Me encantó, pensé en “Álvaro Morte” y me gustó cómo sonaba. Y entiendo que al principio cuando lo escuchas, puede tener cierta connotación un poco rara, porque morte es “muerte” en italiano, en gallego y en portugués. Pero cuando lo escuchas tres veces, dejas de pensar en eso. Debo decir que me va bastante bien desde que me cambié el nombre –ríe–.
Y siendo gaditano, ¿el acento lo dejaste en Algeciras?
Es que todos los andaluces que veníamos a Madrid hace unos años, teníamos que pasar primero por Valladolid para cambiar el acento –ríe–. Nos pedían a todos que tuviéramos un acento muy neutro. Fue un entrenamiento que antes de llegar a Madrid, ya en la escuela de Arte Dramático, empecé a trabajarlo para que al llegar a Madrid no hubiera acento ninguno. Pero si me pongo a hablar con mi familia o lo que sea, que hoy por hoy están en Málaga, y se me va el acento andaluz pero rapidísimo.
“Me tengo que esforzar para mantener vivas las redes, porque yo jamás he sido de hacerme una foto, de mostrarme ni enseñarme de esta o de otra manera”
Eres de los pocos actores que no se ha visto absorbido por la esclavitud de las redes sociales. ¿Prefieres usarlas como una herramienta más de trabajo?
Bueno, un poco de todo. Sé que hoy, si no estás en redes, no estás. A mí me sigue pareciendo impresionante que a una persona le pueda interesar lo que estás comiendo justo en este momento. Pero es que interesa y por qué no va a interesar. Me parece perfectamente loable. Pero hay veces que me tengo que esforzar para seguir manteniendo vivas un poco las redes, porque yo jamás he sido de hacerme una foto, de mostrarme ni enseñarme de esta o de otra manera. Se me hace un poco cuesta arriba –ríe–.
¿Lo haces por timidez, por pereza o porque prefieres separar bien estas facetas?
Es que no me acuerdo. Hay veces que, cuando termina el día digo: “Ostras, podría haber hecho una foto de esto o haber comentado esto”, pero es que soy más de vivir lo que está pasando en lugar de retratarlo. Entonces, igual tengo que aprender a hacer las dos cosas: vivirlo y retratarlo. Y compartirlo con la gente que también le interesa lo que yo hago. Eso tengo que mejorarlo un poco. Pido disculpas a todos los que me siguen y que quieren más material. Intentaré esforzarme mucho en ese sentido –ríe–.
¿Hasta qué punto te lo piensas dos veces a la hora de opinar sobre ciertos temas?
Intento ser un poco prudente porque la lectura en las redes, igual que cuando escribes un WhatsApp, se puede interpretar de muchas formas. No me gustaría jamás hacer un tuit o comentario con el que alguien pudiera sentirse dañado ni ofendido. Procuro ser correcto pero, al mismo tiempo por supuesto, decir las verdades que me importan y denunciar las injusticias que creo que a veces se cometen. Y si para algo sirve el tener tres millones de seguidores precisamente es para poder ser un altavoz de gente que a lo mejor no puede serlo.
*Artículo original aparecido en el número 36 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.