Estás viendo un reel en Tik Tok y, de pronto, encuentras un tutorial de cómo evitar las arcadas en el sexo oral. Entras en el directo de alguna red social que pronto sube de tono rozando lo porno. O, tal vez, mientras buscas información en internet y cargas algún vídeo te salta un banner con una mujer masturbándose y el mensaje: “Maduras calientes en tu zona”.
¿Te suena alguna de estas situaciones? El problema es cuando también le resultan familiares a un niño de 12 años, edad media en la que los jóvenes se encuentran por primera vez con contenido sexual, según un estudio de Save The Children que también evidencia que el 68,2% consume porno frecuentemente. Algo que, según denuncian muchas organizaciones, conlleva bastantes problemas si no se acompaña de la educación sexual necesaria.
“El porno tiene efectos de alteración del imaginario sexual, de influencia en actitudes machistas y, por supuesto, de mayor probabilidad de desarrollo de conductas no basadas en el consenso”Lluís Ballester, Doctor en sociología
La Generación Z se ha proclamado el grupo de edad más liberal, más pragmático en las relaciones y menos monógamo. Esta libertad sexual y de género hace que solo el 50% se identifique como heterosexual y muchos se definen como heteroflexibles, según la investigación de Arielle Kuperberg de la Universidad de Carolina del Norte. “Es posible que sea la menos normativa de la historia. Pero eso no quiere decir que haya muchas personas en esa no normatividad. Hay más que en otras generaciones, eso sí”, determina Arola Poch, sexóloga experta en educación sexual.
Una mentalidad abierta y más consciente que contrasta con un aumento del sexo sin consentimiento y la asunción de prácticas de riesgo. “Las investigaciones están confirmando que el porno tiene efectos de alteración del imaginario sexual, de influencia en actitudes machistas y, por supuesto, de mayor probabilidad de desarrollo de conductas no basadas en el consenso”, asegura Lluís Ballester, doctor en sociología en la UIB y autor de ‘Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales‘. “Además, influye en la reducción del uso del preservativo, deteriora el placer a medio plazo y genera efectos adictivos“, añade.
Parecía que la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual había calado en la sociedad. El miedo de las generaciones más mayores al VIH, por ejemplo, había aumentado la protección. Sin embargo, la Generación Z parece haberse olvidado de que existe el sida, la sífilis o el herpes genital. Tal y como advierte el Ministerio de Sanidad, el 25% de los jóvenes no usa preservativo lo que podría explicar que las infecciones como la gonorrea se hayan duplicado entre los jóvenes de 15 a 19 años.
“En el porno nos podemos acostumbrar a ver y aceptar prácticas de riesgo, pero no solo lo son porque se ven a edades reducidas o porque incluyen violencia, también porque objetivamente son poco recomendables”Lluís Ballester, Doctor en sociología
“Hay un riesgo para la salud personal y la de otras personas. En el porno nos podemos acostumbrar a ver y aceptar prácticas de riesgo, pero no solo lo son porque se ven a edades reducidas o porque incluyen violencia, también porque objetivamente son poco recomendables, como el sexo anal sin preservativos, forzando a la pareja, etc.”, advierte Ballester. Además, según Save The Children, más del 27% de las chicas no identifican el no utilizar preservativo como práctica de riesgo al verlo frecuentemente en las películas.
No solo la salud física peligra ante este prematuro consumo pornográfico. Asumir que lo visto en las pantallas debería ser lo habitual puede provocar mucha vacilación y agobio en los más jóvenes. “Vemos chicos con ansiedad anticipatoria por no cumplir con los “estándares” del porno, con miedo a no conseguir erecciones tan duraderas o a no aguantar tanto en la cama. Además, se dan complejos por el físico, tanto en ellos como en ellas, con dudas sobre el tamaño del pene (un clásico) y también sobre la forma de las vulvas”, recalca Poch.
La adicción y presión por falsos cánones podría traducirse en una disfunción eréctil que ya afecta al 49,6% de los menores de 35 años
También, a nivel psicológico, puede generar efectos adictivos. “Como en todas las conductas con habituación y tolerancia, se necesita aumentar el tiempo de visionado o escalar el impacto (viendo, por ejemplo, más violencia) para conseguir la misma estimulación. Además de otros efectos como la dedicación de mucho tiempo, el abandono de actividades sociales o educativas, la aparición de estados de ansiedad cuando no se puede consumir, etc.”, avisa el sociólogo. Esta adicción y presión por falsos cánones podría traducirse en una disfunción eréctil que ya afecta al 49,6% de los menores de 35 años que tienen una relación obsesiva con el porno, según la organización The Reward Foundation.
¿Cómo es el porno que consumen la Gen-Z?
Principalmente, machista y agresivo. “El más visualizado es el más fácilmente accesible en internet y gratuito. Lo que conocemos como porno mainstream en el que se encuentran muchas categorías diferentes que dan una imagen normativa, heterosexual, estereotipada, machista y violenta de las relaciones en muchas ocasiones”, señala la sexóloga. “En términos generales, el 75% entre los 13 y los 18 años, aproximadamente, reconocen ver pornografía hardcore, es decir, pornografía en la que hay violencia. En cualquier caso, la pornografía mainstream siempre muestra agresividad simbólica y mujeres sumisas“, lamenta Ballester.
“La exposición a la pornografía violenta es un predictor significativo de la aparición de la violencia sexual”Lluís Ballester, Doctor en sociología
“El consumo habitual de pornografía violenta se asocia con el incremento de la probabilidad de agresión sexual de los hombres sobre mujeres, en estudios transversales. Es decir, la exposición a la pornografía violenta es un predictor significativo de la aparición de la violencia sexual. No lo decimos solo nosotros y otros estudios, sino la propia fiscalía de menores”, alerta el investigador.
Tal como apunta Ballester, este consumo de pornografía, en el que las violaciones simuladas son recurrentes, estaría directamente relacionado con el incremento de las “manadas” en las que víctimas y agresores son menores. “En los últimos 5 o 6 años el sadomasoquismo ha contaminado a una parte creciente de la pornografía convencional, además de introducir productos supuestamente más amigables como el Hentai”. Sí, como la canción de Rosalía.
Cuando los jóvenes acceden tan pronto al porno, no es porque lo busquen, sino porque se lo encuentran. “El móvil es una fuente inagotable de páginas y acceso a vídeos. No solo entrando a páginas específicas, que aunque son para mayores de edad, es muy fácil saltarse los controles, también se comparten vídeos o incluso gifs por Whatsapp. En TikTok, por ejemplo, quizás no hay contenido sexualmente explícito tal y como lo entendemos, pero sí hay mucho contenido sexual: mensajes, bromas, canciones, consejos…”, comenta Poch. De hecho, aunque la edad promedia es los 12 años, entre un 15% y un 20% de los jóvenes ven el primer contenido porno a los 8 años, como indica Ballester.
Otro capítulo aparte merece el contenido desplegado en la plataforma OnlyFans. “Plataformas como esta banalizan la sexualidad y la convierte en algo de fácil consumo y vendible. Refuerza los estereotipos de género en cuanto que las mujeres siguen siendo quienes más venden determinadas fotos”, critica la sexóloga. “Asimismo, tiene efectos en la normalización del sexting en espacios públicos, como son las redes. Convirtiendo el intercambio de imágenes sexualizadas, en principio no problemático en el ámbito privado, en un medio para desarrollar lo que se llama el porno de venganza, que ha aumentado de manera importante”, matiza el docente.
“Es posible que si se hablara más de sexo, se rebajara la curiosidad”Arola Poch, sexóloga experta en educación sexual
Pero ante todos estos estímulos contraproducentes y a la vista no censurables, ¿cómo contrarrestar esta perversión de las relaciones sexuales? “Habría que enseñar a los jóvenes educación sexual integral. Hablarles de cómo sí son las relaciones, haciendo énfasis en la comunicación, la empatía, la responsabilidad. Y enseñar que el porno no representa cómo son las relaciones sexuales. Es posible que si se hablara más, se rebajara la curiosidad“, defiende Poch. “Se ve pornografía para dar respuesta a la curiosidad sexual, ya que no hemos desarrollado una alternativa atractiva para satisfacer esas inquietudes. Somos más responsables los adultos que la gente joven“, zanja Ballester.