Fue un pionero de la fotografía, reformuló la fotografía comercial con un trabajo del que luego beberían los grandes magazines, inspiró los estudios sobre la sexualidad del doctor Kinsey, retrató a Salvador Dalí y abrió el campo de la fotografía homoerótica. Con un currículum así y una vida personal agitada y envuelta en un triángulo amoroso, cabría esperar que George Platt Lynes fuera uno de esos artistas en el Olimpo de la fotografía y archiconocido por todos. Sin embargo, la época que le tocó vivir, llena de represión y homofobia, relegó su trabajo a las sombras y lo mantuvo oculto durante décadas.
Han tenido que pasar casi 70 años de su muerte para que su obra llegue por primera vez a España de la mano de la Fundación Loewe y PHotoEspaña22 en una muestra de acceso libre, comisariada por María Millán, que estará hasta el próximo 22 de octubre en la Leica Gallery. “La exposición cuenta con 48 obras que incluyen fotos personales y una serie de exquisitos desnudos. El visitante ha de tener en cuenta que lo que va a ver es una introducción al legado de Lynes y son imágenes tomadas a finales de los años 20 y en los años 30 y 40. Les sorprenderá la belleza de las imágenes y su actualidad ya que si decimos que es de 2010 puede pasar”, comenta Millán. En el Día del Orgullo LGTBQ+, rescatamos la figura de un fotógrafo transgresor que retrató al desnudo a los más silenciados de Estados Unidos durante los años 30 y 40.
George Platt Lynes en vida gozó de mucha popularidad entre la jet set estadounidense gracias a sus trabajos como fotógrafo de moda y retratista del Hollywood dorado durante las décadas de 1930 y 1940. Aunque, de manera clandestina, Platt Lynes comenzó a desarrollar su pasión por el desnudo masculino con una gran colección de fotografías homoeróticas que atesoraba secretamente y terminarían siendo su sello distintivo. Su obra se caracteriza por el surrealismo en muchas de sus fotografías con un juego de espejos y elementos oníricos muy marcado así como el uso de una iluminación teatral que influyó en artistas como Robert Mapplethorpe y Herb Ritts. “Fue un transgresor para su época con una gran singularidad a la hora de ver. Era una persona muy abierta que siempre estaba buscando la belleza en todas sus formas, pero en su estudio era muy controlador y preciso ya que sabía lo que quería”, apunta Millán.
Escritor frustrado, virtuoso de la imagen
Nacido en Nueva Jersey en 1907, el futuro fotógrafo creció en una familia humilde y soñaba con ser escritor. De hecho, tras una estancia en París en la que se codeó con escritores como Gertrude Stein y Glenway Wescott, regresó a Nueva Jersey para abrir una librería. Sin embargo, fue un fracaso y pronto volvió a París donde se codeó con artistas como Jean Cocteau y recorrió Europa cámara en mano fotografiando a sus allegados pero sin ninguna pretensión profesional. Pero todo ello cambió cuando conoció a Julien Levy, un comerciante de arte y crítico que expuso sus fotografías en su galería de la ciudad de Nueva York en 1932. Tuvo bastante buena recepción por parte de público y crítica por lo que Lynes abrió su propio estudio en la Gran Manzana ese mismo año.
George Platt Lynes vio su carrera ascender de manera vertiginosa. Su talento y originalidad le abrieron pronto muchas puertas profesionales y su belleza, que hacía que hombres y mujeres giraran la cabeza a su paso, le convirtió pronto en un indispensable de la farándula neoyorquina. Muchas revistas de moda como Harper’s Bazaar lo ficharon para que realizara sus editoriales de moda y los fundadores del Ballet de Nueva York y antiguos compañeros de clase de Lynes, Lincoln Kirstein y George Balanchine, le nombraron el fotógrafo principal de todas las funciones y asuntos referidos a la danza. “Su trabajo editorial y de retratos fue muy aplaudido y célebre”, recalca Millán. Una época boyante que también se refleja en su vida personal en la que mantiene un apasionado triángulo amoroso con el editor Monroe Wheeler y el escritor Glenway Wescott.
Pero lo que más interesaba a Platt Lynes y por lo que revolucionaría años después de su muerte el mundo de la fotografía, eran los desnudos masculinos. Así, amigos suyos como los artistas Paul Cadmus y Jared French, el director de arte Romain Johnston o el bailarín Ralph McWilliams comenzaron a posar desnudos para él en una serie de fotografías que marcarían un canon en el arte homoerótico. “Al círculo LGTBQ+ con el que se movía le aportó un espacio de libertad y expresión. Además de usar a amigos y compañeros del colectivo para sus trabajos, todos se exploraban y se sentían libres en esa intimidad”, señala la comisaria de la muestra.
Eso sí, todas estas obras de desnudos las ocultaba y muchas de ellas terminó por destruirlas ya que la homosexualidad sufría una gran represión en aquellas décadas en Estados Unidos y, en general, en todo el mundo. “Hay que tener en cuenta que hasta 1972, la homosexualidad en Estados Unidos se consideraba enfermedad mental y un enfermo mental no podía tener trabajos públicos. George no tenía que rendir cuentas a nadie pero muchos de sus modelos tenían puestos públicos y no podían exponer su homosexualidad. Además, había censura y obras como estas no se podían exponer”, aclara la experta. Para intentar dar una rentabilidad económica a su pasión por el desnudo lanzó una serie de recreaciones de escenas mitológicas con un gran trabajo de estudio que nada tiene que envidiar al Photoshop actual. Por ejemplo, para el mito del cíclope Polifemo usaba un ojo pintado a mano que pegaba sobre la frente del modelo.
Huida a Hollywood y el Instituto Kinsey
Pero aunque su vida profesional iba viento en popa, la sentimental sufría bastantes altibajos y su relación poliamorosa con Wheeler y Wescott empezó a cansarle. Todo esto, sumado al desengaño amoroso que sufrió al no ser correspondido por su asistente de fotografía, le hicieron cansarse de la vida neoyorquina y marcharse al otro lado del país para probar suerte en Hollywood. Gracias a su prestigio y contacto en revistas de moda no le fue difícil encontrar trabajo como jefe de fotografía de los estudios Vogue y fotografió a estrellas como Katharine Hepburn, Gloria Swanson y Orson Welles o el compositor Igor Stravinski. “El círculo de iluminación que usa, el Hollywood Light, sería usado por muchos otros después. Él introdujo un nuevo tipo de iluminación que hace que aparezca el cuerpo con una silueta, un dibujo”, explica Millán. Sin embargo, el éxito profesional no fue ligado a una buena estabilidad económica por lo que se declaró en bancarrota y sus amigos le ayudaron a regresar a Nueva York en 1948.
A su regreso a Nueva York, lejos de lo que cabría esperar, se encontró muchas puertas cerradas y un panorama distinto al que había dejado. Y es que, durante su ausencia, otros fotógrafos como Edgar de Evia o Irving Penn habían ocupado su sitio en la fotografía de moda, algo que tampoco le había interesado nunca en exceso a Lynes. Y es en esta época en la que se cruza en su camino el doctor Alfred Kinsey, un investigador focalizado en la sexualidad humana que fundó en 1947 el Instituto Kinsey de Sexología. El sexólogo, autor de obras como ‘El comportamiento sexual en el hombre’, se enteró del trabajo clandestino de Lynes y, aunque este había destruido varias de sus fotografías, adquirió para sus estudios la gran parte de ellas que, a día de hoy, siguen siendo propiedad del Instituto Kinsey de Sexología.
El fotógrafo colaboró con Kinsey en sus estudios con la esperanza de modernizar la mentalidad de la sociedad y que su obra algún día pudiera ser bien vista. Lynes falleció prematuramente a los 48 años en 1955 y sus fotografías quedaron ocultas del gran público hasta la década de 1980. “En el mundo de la fotografía se sabía de su trabajo pero es en esta década, en la que la comunidad LGTBQ+ está mucho más reivindicativa, cuando en 1982 se publica un libro que recopila su obra”, explica Millán. Y aunque hayan tenido que pasar casi 70 años desde su muerte parece que, por fin, la obra de Lynes ocupa el lugar que se merece.