El artista gallego Diego Anido, conocido en el mundillo urbano como Diego As (Lugo, 1989), ha visto como en las últimas semanas su popularidad se disparaba gracias a su mural de Julio César en Lugo. El cual, aparte de convertirse en uno de los nuevos reclamos turísticos de la ciudad, ha sido catalogado como el mejor del mundo en 2021, según el portal Street Art Cities.
Un logro digno del César, pero que también esconde algún que otro borrón. Porque aunque el espray corre por las venas de Diego desde que –casi– los romanos dominaban el mundo, lo cierto es que su trabajo había pasado inadvertido para la mayoría de nosotros hasta ahora. Su calidad como artista es incuestionable, a la vista está su reciente galardón, pero no así su visibilidad. En un mundo tan complejo y cuestionado como el del arte urbano no siempre es fácil encontrar un hueco o pared donde demostrar cuánto vales.
Al igual que un gladiador en el Coliseo, el artista gallego ha tenido que ganarse la vida de cualquier forma para salir adelante. Sus obras están presentes en varias ciudades de Galicia y tiene hasta una tienda online donde comercializa postales y camisetas de sus creaciones, sin embargo, no le tiembla la voz al reconocer que ha pasado de pintar habitaciones para particulares a no dar a basto con las peticiones. “Cuando me propuse centrarme en el arte urbano tuve que hacer un poco de todo para sobrevivir. Trabajaba para particulares, pintaba habitaciones, box de CrossFit, lo que fuera. Ahora sigo trabajando para particulares, pero tengo la suerte de hacerlo con mi estilo”, nos cuenta por teléfono mientras hace un break entre obra y obra.
Un reclamo para las miradas
El que ha sido escogido como mejor mural de 2021, es una compleja representación hiperrealista de más de 20 metros de alto ubicado junto a la muralla romana de Lugo. “Yo quería hacer algo con el Lugo romano y a través del proyecto Urban Core –el Festival de Arte Urbano de Lugo– me llegó está oportunidad. Tomé como referencia la estatua de Julio César que realizó el escultor francés Nicolas Coustou y que, actualmente, está expuesta en el Museo Louvre de París. Al ayuntamiento le pareció bien la idea, seleccioné los colores, que van del azul al gris para estar en sintonía con el entorno, y me puse a ello. Tardé 9 días en pintar todo el mural”, nos explica.
Tras más de tres semanas de votación en Street Art Cities , la obra de Diego As, acumuló la friolera de 60.000 votos. Un dato que no debemos desmerecer si tenemos en cuenta que el portal de arte urbano recopila murales de más de 800 ciudades diferentes. No es de extrañar por tanto, que las miradas, ya fueran digitales o de carne y hueso, rápidamente pusieran el foco sobre la silueta del dictador romano. “Sí se nota que ahora la gente se para, hace fotos y viene exclusivamente a ver el mural. Hay más turistas por así decirlo y me alegro de que así sea” bromea el culpable de las nuevas instantáneas.
Un cambio que no solo se ha visto reflejado en el turismo de la ciudad, sino que también ha quedado patente en el caché del propio pintor. Porque, aunque no le guste hablar de cifras concretas, Diego nos reconoce entre risas que su móvil suena algo más que tiempo atrás. “Yo tengo unos precios que considero que están al valor de lo que hago. A raíz de esto mi caché subió, evidentemente, pero porque se valora más lo que soy capaz de hacer y el esfuerzo que eso conlleva. Decir un precio fijo es imposible porque cada obra tiene sus matices. Lo que sí te puedo asegurar es que el trabajo en el estudio ha aumentado y a veces puede ser hasta estresante”, concluye.
No lo llames grafiti, llámalo mural
En este punto, es importante diferenciar entre lo que es la cultura del grafiti y el muralismo. Frente al concepto que nos recuerda la ilegalidad, vivir al margen de la sociedad y un sinfín de estereotipos más, el muralismo se presenta como la profesionalización de todo lo anterior. En palabras del propio Diego As, criado y educado en el mundo del grafiti, obras como su Julio César hacen, pese a los enormes avances de los últimos años, a que la sociedad rompa los estigmas relacionados al arte urbano y el grafiti. “La gente vincula la palabra grafiti con algo ilegal, con un estilo de vida que vive al margen de la sociedad y aprovecha la noche para pintar. El muralismo no es eso, porque nace del grafiti pero necesita de permisos, planificación y ejecutarse en unos plazos acordados previamente”, cuenta.
Una profesionalización que ha hecho que España esté situada entre los países más punteros del street art. Solo hay que darse una vuelta por el ránking elaborado por Street Art Cities y comprobar que, del top 10 de murales de 2021, seis están pintados en nuestro país. Además, del centenar de trabajos escogidos para este ranking, 18 estaban elaborados por artistas españoles. Como diría el propio Julio Cesar, el arte urbano español “vino, miró y conquistó”. Que siga así.