Junio saca a relucir el arcoíris por la igualdad un año más. El próximo 28 de junio se celebra el Día Internacional del Orgullo LGTBI+ y, aunque este año no habrá manifestación ni actos multitudinarios debido al Covid-19, se celebrarán actos online para defender la igualdad de derechos entre todos independientemente de a quién ames.
Si eres de los que aún se pregunta por qué hay un Orgullo LGTBI+ y no un Orgullo heterosexual, la respuesta se reduce a que los heterosexuales y las personas cisgénero (aquellas que se identifican con su sexo de nacimiento, es decir, lo contrario de transexual) no son discriminados, no reciben burlas por su condición sexual, no sufren palizas y no están condenados a muerte en ningún país del mundo. Aunque el camino andado nos lleva a una situación de aparente aceptación, lo cierto es que aún perviven en nuestro día a día prejuicios, comentarios y discriminaciones que hay que denunciar para darnos cuenta de que la homofobia sigue en nuestra sociedad. Juan Peris, psicólogo experto en diversidad sexual y de género del Programa Madrileño de Atención e Información LGTBI, nos recuerda algunas de las situaciones homófobas que muchos homosexuales, bisexuales y transexuales sufren a día de hoy en España.
En casita y en silencio
Sin duda, una de las actitudes homófobas más recurrentes y que muchas veces se camufla en un falso respeto es pretender que las personas LGTBI+ vivan su vida en el armario. Por ejemplo, decir que estás a favor de los gays pero escandalizarte cuando dos hombres o dos mujeres se besan en la calle y verlo como algo lascivo es homófobo. O pretender que una pareja de mujeres deba disimular su relación en público y mantenerlo en el ámbito del hogar, es igual de discriminatorio que posicionarte abiertamente en contra del lesbianismo. Y, aunque pienses que esta mentalidad de secretismo se ha reducido, a día de hoy son muchas las personas LGTBI+ que en el ámbito laboral disimulan o esconden su identidad y orientación sexual por miedo a represalias en su carrera profesional. “Según los últimos datos de un estudio realizado a nivel europeo, el 75% de las personas encuestadas responden que ocultan su identidad y/o orientación en el ámbito laboral”, asegura Peris.
Todos en el mismo saco
Las generalizaciones son odiosas, eso lo sabemos de sobra, pero aun así todavía es frecuente que muchos incurran en ellas pensando que están haciendo halagos al otro. Expresiones del tipo “me encantan los gays porque son muy sensibles y alegres“; “todos los hombres guapos son gays” o “quiero tener un amigo gay para ir de compras“, además de denotar ignorancia al considerar que la inclinación sexual ya otorga una sensibilidad especial o un buen gusto en moda, es homófobo.
Al igual que es tránsfobo decirle a una persona transexual que está muy bien lograda o que no se le nota nada su transexualidad y que aparenta ser una mujer u hombre “normal”.
Controla la pluma
Pero si alguien sufre de manera más cruel la homofobia son todas aquellas personas homosexuales que se salen de los cánones heteronormativos, es decir, hombres que no resultan viriles y mujeres que no son lo suficientemente femeninas atendiendo a los estándares sociales. “La orientación sexual no se nota, lo que la gente señala y discrimina con más frecuencia son las expresiones y roles de género que no se adaptan a la norma”, explica el psicólogo Juan Peris. Una plumofobia que no solo se da fuera del colectivo, sino que dentro del mismo muchos discriminan a los hombres con comportamientos y maneras consideradas femeninas o a las mujeres con un carácter más vinculado a lo masculino, algo que además de homófobo resulta muy machista. “Si las personas LGTBI+ son educadas en los mismos valores heterocisnormativos tendrán las mismas formas de pensar machistas que el resto de la sociedad“, añade.
Mis hijos, ni en broma
Un tema muy polémico y promovido por el partido de ultraderecha Vox es todo ese inventado “adoctrinamiento” que dicen sufrir los niños en las escuelas cuando reciben charlas sobre respeto e igualdad hacia el colectivo LGTBI+ para evitar casos de acoso escolar hacia menores trans u homosexuales. De hecho, no es raro que muchos digan ser abiertos y respetuosos con el colectivo LGTBI+, pero luego no quieran que sus hijos reciban charlas sobre libertad sexual o se estremecen ante la idea de que sus hijos puedan ser transexuales u homosexuales. Una contradicción que evidencia la homofobia arraigada que aún hay en ciertos sectores de la sociedad española.
Y lo mismo ocurre con todas aquellas personas que consideran que un matrimonio del mismo sexo no debería tener hijos o adoptar. “Pensar que si eres un hombre gay no deberían dejarte relacionarte con niños o tener hijos porque van a abusar sexualmente de ellos“, comenta Peris.
Homosexual, no ninfómano
Otro de los prejuicios más extendidos en todo lo vinculado al mundo LGTBI+ es creer que por ser homosexual, transexual o bisexual ya se es promiscuo y que, por ejemplo, una mujer lesbiana es una viciosa y libertina o un hombre gay desea acostarse con cualquier hombre que se cruce en su día a día. “Es homofobia si en un grupo hay una persona homosexual y se le trata de forma distinta en situaciones de convivencia, duchas colectivas o compartir habitación, con la creencia de que por ser homosexual va a intentar algo sexual con cualquier hetero”, recalca el activista.
Así es, sintiéndolo mucho por el ego de todos esos heterosexuales que de forma automática se sienten deseados por la mirada lujuriosa de los homosexuales, no hay ningún estudio que evidencie que ser homosexual otorgue una mayor libido.
Condescendencia discriminatoria
Al igual que ocurre con el racismo, la homofobia a veces es tan sutil que ni siquiera quien la sufre está siendo consciente de ello. Es el caso de la llamada discriminación positiva o de actitudes que tratan a las personas LGTBI+ como si fueran personas incapaces o tuvieran algún tipo de defecto genético. También ocurre en el propio lenguaje cuando una persona heterosexual se muestra, supuestamente, a favor del colectivo y dice tolerar la existencia de homosexuales y bisexuales. “Las personas necesitamos respetarnos unos a otros y empatizar con el otro. Tolerar establece una relación de desigualdad, el tolerante se sitúa en posesión de la verdad y el bien frente al tolerado“, recalca Peris.
Es decir, que cuando usas la palabra tolerar te estás posicionando en un estatus superior y dando permiso de ser así a la persona que toleras. Y si todavía no ves el error, piensa en un hombre diciendo que tolera la existencia de mujeres. Chirría, ¿verdad?
Expresiones como puñales
Y sin duda alguna, el lenguaje juega un papel muy importante a la hora de enfatizar o perpetuar desigualdades. Frases hechas y expresiones que usamos a menudo, aunque sean sin ánimo de ofender, van construyendo una serie de ideas preconcebidas sobre el colectivo LGTBI+. Por ejemplo, expresiones del tipo “tener menos fuerza que el pedo de un marica” o “ser una camionera” fomentan los prejuicios en contra del colectivo y hacen que a todos los gays se les vea como personas débiles y a las lesbianas ordinarias y brutas. “Estas expresiones son dañinas en la medida que fomentan estereotipos negativos hacia todo el colectivo. En el caso de hombres gay asociándolos únicamente con roles de género femenino, como si lo femenino fuera negativo. Ser débil, sensible, histriónico, “corres como las niñas”, “no seas nenaza”, etc.”, precisa Peris. Algo que, además de homófobo, resulta machista al asociar lo femenino con lo negativo y fomentar las masculinidades tóxicas.
Preguntas “sin ofender”
Al igual que las expresiones ofensivas y las generalizaciones, también resultan hirientes todas esas preguntas que, sin apenas confianza con su interlocutor, reciben a diario los homosexuales, bisexuales y transexuales. Cuestiones del tipo “Si te gustan los hombres, ¿por qué estás con un chico que tiene tanta pluma?“, “¿estás segura de que eres lesbiana?” o “¿vosotros los bisexuales ligaréis mucho más, no?” son sumamente homófobas. Al igual que resulta tránsfobo preguntarle a una persona transexual si es chico o chica o si estás operada de todo”.
También, otra de las preguntas más manidas es la de ¿quién es el hombre y quién la mujer en una pareja del mismo sexo?. Una cuestión que la presentadora Ellen DeGeneres supo zanjar con un simple ejemplo: “Preguntar quién es el hombre y quién la mujer en una relación homosexual es como preguntar cual es el tenedor en unos palillos chinos”.
Todos enfermos
Sin duda, homofobia con todas sus letras son todas aquellas actitudes y comentarios que vinculan el ser homosexual o bisexual con el vicio, las drogas y la enfermedad o que asocian al colectivo transexual con la prostitución, por ejemplo. Enfermedades como la hepatitis o el VIH se relacionan con el colectivo LGTBI+ y a este nocivo prejuicio se suma toda la discriminación que sufren los seropositivos, incluso, dentro del colectivo. “Las personas seropositivas ocultan su enfermedad por miedo a ser rechazados y estigmatizados, en el trabajo y por otras personas LGTBI+. En la comunidad LGTBI+ y, en general en la sociedad, todavía existe mucha serofobia o sidofobia“, denuncia el psicólogo.