Iba a ser un momento histórico pero terminó en tragedia. El 2 de julio de 1937 a las 20:14 GMT el avión Electra, pilotado por Amelia Earhart y Fred Noonan, mandaba su ubicación por última vez a los guardacostas estadounidenses. Una hora antes, habían enviado un mensaje informando sobre la baja carga de combustible y, después de enviar su ubicación, se hizo el silencio. El aparato y su tripulación habían desaparecido y nacía así uno de los mayores misterios del siglo XX.
Desde ese 2 de julio de 1937 no se ha vuelto a saber nada de Amelia Earhart, una de las pilotos más importantes de la aviación y una mujer adelantada a su tiempo que quiso hacer historia al dar la vuelta al mundo volando pero terminó desapareciendo sin dejar rastro. Aunque, ahora, todos los interrogantes sobre su trágico accidente podrían resolverse gracias a un reactor nuclear y la radiografía de neutrones.
El día de su desaparición, Amelia Earhart se encontraba en dirección a la isla de Howland en el Pacífico después de 6 semanas de travesía y casi 33.000 kilómetros de viaje alrededor del mundo. Sí, todo apuntaba a que iba a volver a hacer historia y ser la primera persona en completar un viaje aéreo alrededor del mundo sobre la línea ecuatorial, aunque, aún no se sabe por qué, su aventura se truncó.
Las teorías coinciden en que una serie de factores como la falta de combustible y el mal tiempo habrían desviado al avión e imposibilitado que encontrara su destino en la isla de Howland. A partir de ahí, ya surgen varias hipótesis que van desde secuestros japoneses hasta naufragios en islas o cadáveres enterrados en el Pacífico. Y es que, la desaparición de Earhart y Noonan ha llamado durante años la atención de expertos y aficionados que han intentado resolver el caso.
Con tantas personas lanzando sus conjeturas sobre la desaparición de la aviadora, no sorprende que hayan surgido un montón de pruebas y restos que, en muchos casos, han sido descartados después de ser estudiados. Sin embargo, una pieza de metal encontrada en 1991 en Nikumaroro, una pequeña isla del Pacífico a unos 600 km de Howland, parece ser la clave para resolver el rompecabezas. Esta pieza fue encontrada por Ric Gillespie, director del Grupo Internacional para la Recuperación de Aeronaves Históricas (TIGHAR, por sus siglas en inglés), y vendría a avalar su teoría de que la pareja consiguió realizar un aterrizaje de emergencia y vivir hasta su muerte en esta pequeña isla en mitad del océano.
El supuesto de que Amelia Earhart pasó el resto de sus días en esa remota isla no solo se apoya en el parche de aluminio encontrado, sino en varios botones, espejos, un sextante, una crema, el licor favorito de la aviadora, planos, un zapato de hombre y otro de mujer que coincidirían con el equipaje que podría haber llevado la pareja. Además, en 1940 se hallaron 13 fragmentos de hueso enterrados cerca de los restos de una fogata que, tras ser medidos en Fiji, se determinaron que eran de hombre.
Así, la comunidad internacional aceptó que, efectivamente, estos huesos eran de hombre y dejaron de prestar atención a la teoría del islote de Nikumaroro. Pero todo cambió en 2018 cuando varios investigadores de la Universidad de Tennessee hicieron un estudio con las medidas de los huesos y determinaron que podrían pertenecer a una mujer de la complexión y origen étnico de Earhart con una fiabilidad del 99%. A todo ello, se suma el hecho de que, días después de la desaparición y hasta el 13 de julio de 1937, se recibieran más de 50 señales de radio que podrían haber sido emitidas por el Lockheed Electra 10E.
Aunque la teoría tiene muchos puntos a su favor, hasta que se demuestre la genética de esos huesos, solo es eso, una teoría. Pero, ahora, los científicos de la Universidad Estatal de Pensilvania creen poder determinar si el parche de metal pertenece o no al avión de Earhart. ¿Cómo? Pues con el reactor nuclear Breazeale y sus haces de neutrones que funcionan como los rayos X. Gracias a ellos, los estudiosos pueden ver trazas de cosas como la pintura que se hayan desgastado y no se aprecien a simple vista.
Además, con esta técnica se podrían estudiar los bordes del trozo metálico para reconstruir la historia del mismo y determinar si perteneció al avión de Earhart. Esto, sumado a los análisis genéticos que se están realizando con los huesos y que determinarían por fin su autoría, podría confirmar que Amelia Earhart y Fred Noonan aterrizaron y malvivieron en el atolón, ubicado al este de Papúa Nueva Guinea, hasta su muerte.
Ahogada y presa de Japón
Aunque la teoría del aterrizaje en Nikumaroro tiene muchos indicios a favor, la versión oficial del gobierno estadounidense fue, y aún es, que Earhart y Noonan se quedaron sin combustible mientras volaban hacia la isla Howland y terminaron estrellándose en el océano Pacífico. Sin embargo, nunca se hallaron restos del avión estrellado en el área donde se determinó que debía haber caído, pese a que el gobierno de Franklin D. Rooselvelt rápidamente ordenó la búsqueda y gastó 4 millones de dólares en el rescate.
Además del rastreo por parte del gobierno y el ejército, desde la mediática desaparición ha habido múltiples búsquedas que han terminado sin hallazgos. En 2003, Nauticos, una empresa de Maryland que realiza búsquedas en las profundidades de los mares, intentó encontrar los posibles restos del avión pero no tuvieron éxito, al igual que tampoco tuvo la expedición organizada en 2009 por el Waitt Institute for Discovery. La última de las búsquedas estuvo dirigida por Robert Ballard, descubridor de los restos del Titanic, y patrocinada por National Geographic pero fue igual de infructuosa. Por todo ello, muchos consideran que esta teoría es bastante improbable.
Además, como en cualquier gran misterio, no tardaron en surgir teorías conspiratorias, siendo la de las islas Marshall la que más adeptos ha sumado. Según este supuesto basado en varios testimonios de los isleños de la época, la pareja desaparecida se dirigió a las islas Marshall, controladas por los japoneses, y acabaron siendo prisioneros de guerra al ser considerados como espías estadounidenses. Algunos creen que fueron asesinados y otros, que volvieron a Estados Unidos con nombres falsos para empezar una nueva vida.
Teorías de película aparte, lo único cierto es que, pese a la tragedia,Amelia Earhart logró hacer historia al ser la primera mujer en sobrevolar el Atlántico. Al fin y al cabo, ella nació para volar.