El proyecto de Evija Laivina se toma con humor todos los artilugios que las distintas empresas nos ofrecen como una forma de alcanzar unos cánones de belleza poco naturales. “La industria de la belleza nos está vendiendo ideales de belleza, ¡el sueño de la belleza! La psicología se utiliza como parte del proceso publicitario y los algoritmos publicitarios en las redes sociales pueden apuntarnos con gran precisión. ¡Hay mucha presión!”, critica la fotógrafa.
Esta fotógrafa retrata el lado más ridículo de la belleza
Con 'Beauty Warriors', Evija Laivina denuncia la presión constante a la que nos somete la industria de la belleza con artilugios tan surrealistas como estos.
Héctor Anaya | 09.03.2021 | Lectura: 1 min
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Modo Cyrano de Bergerac
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Funambulista de la belleza
El interés de Laivina por retratar todos estos cachivaches comenzó por pura casualidad. “Mientras investigaba para otro proyecto encontré una de estas extrañas piezas de belleza en Internet. Empecé a buscar más artilugios de belleza y encontré productos muy interesantes. Entonces, decidí comprar todo lo que pudiera encontrar y pagar. Quería saber qué está pasando en el mundo de la belleza”, explica la fotógrafa letona.
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Kiss me
La fotógrafa tiene claro que la gran mayoría de estos productos no sirven para nada, pero seguirán comercializándose ya que resulta un negocio muy lucrativo. “Vivimos en una sociedad que glorifica la juventud y la belleza. Esto inevitablemente está ligado a un gran negocio. Siempre que la industria de la belleza pueda sacar dinero de nuestros bolsillos, hará todo lo posible para lograr el éxito”, lamenta.
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¿A qué huele aquí?
Y si este negocio es tan rentable es, en gran parte, porque nos han convencido de que algo está mal en nuestro cuerpo y debemos cambiarlo para alcanzar metas irreales. “La mujer tiene que lucir presentable todo el tiempo y para verse bien tiene que ponerse el vestido, maquillarse, tal vez incluso, ponerse a dieta y mantenerse en forma. Existe esta presión en la sociedad, en las redes sociales y en el lugar de trabajo”, comenta. “Todo esto comienza ya con los cuentos de hadas, está incrustado en nuestro sistema. Es la reproducción, el sexo. Es un concurso por la supervivencia”, añade.
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Como venida del futuro
Si de algo se alegra la fotógrafa es de que tras probarlos ha descubierto que la mayoría sirve para poco pero, al menos, también son inocuos. “La mayoría de los productos de belleza que he usado en mi proyecto son inútiles y no son muy peligrosos físicamente. Eso sí, psicológicamente sí pueden hacer más daño. Aunque podemos reírnos de ello, son cosas divertidas y extrañas”, señala.
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Para las papadas rebeldes
Sin embargo, mientras que estos aparatos no son dañinos, la fotógrafa sí que denuncia el peligro de las cirugías. “Las intervenciones quirúrgicas son aterradoras. Desde los rellenos y el modelado del cuerpo hasta el corte y el ajuste al llamado cuerpo ideal. Los implantes mamarios, por ejemplo, son tóxicos, pero no todos están de acuerdo con esto, ya que eso significaría el fin de la industria. Aquí hay demasiado dinero en juego”, protesta.
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Dientes, dientes
Todo este proyecto fotográfico ha avivado una serie de preguntas en Laivina. “¿Somos felices en nuestros cuerpos? ¿Nos sentimos satisfechos con lo que tenemos? ¿Por qué nos presionan para lucir perfectos? ¿Quién decide qué es perfecto? ¿Por qué son tan importantes las apariencias? Somos una especie inteligente y podemos elegir nuestra forma de responder a toda esta presión”, plantea.
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Los chicos también lloran
Pero toda esta industria de la belleza ya no se centra en el público femenino como antaño. Para la fotógrafa, los hombres son tan acosados y presionados como las mujeres. “Le pregunté a mis amigos varones. Uno de ellos dijo que los hombres probablemente estén más presionados a ser fuertes, ricos, mezquinos, exitosos y amables. Hace poco vi un producto llamado Ball Refresher. Es gracioso, por supuesto, pero si lo piensas en serio, esto es bastante triste”, comenta.
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Unos pómulos de infarto
Con todas estas fotografías lo único que quiere la artista es concienciar a la sociedad para que reflexione sobre el sentido de tanta exigencia absurda. “Espero que mi trabajo haga que la gente se detenga y piense en los estándares de belleza, en qué estamos tratando de lograr y por qué”, ansía la fotógrafa.