Si el ser humano se está tomando muy en serio la posibilidad de colonizar otros planetas, las palabras que pronunció Stephen Hawking en 2007 tienen más sentido que nunca: “Es muy probable que la supervivencia humana dependa de la reproducción en ambientes extremos como el espacio”. Si es así, “Houston, ¡tenemos un problema!”, ya que las organizaciones espaciales no están preparadas para abordar un asunto como los coitos extraterrestres. Tanto la NASA como la ESA y la agencia espacial rusa mantienen que ningún humano ha copulado hasta hoy en el espacio, ¿verdad? Veremos luego que no tanto. Pero antes de revelarlo, veamos por qué es tan importante que las agencias espaciales se pongan las pilas con el coito espacial.
Parece evidente que si agencias nacionales y empresas privadas—como la NASA con su programa Artemis para estancias prolongadas en la Luna en 2028 o la pretensión del multimillonario Elon Musk de convertir a los humanos en una ‘especie interplanetaria’ con el primer asentamiento en Marte—, resulta imperativo ponerse en serio para tratar las necesidades íntimas y sexuales de los astronautas o los futuros habitantes del espacio.
“Esta situación es insostenible y debe cambiar si esperamos colonizar nuevos mundos y continuar nuestra expansión en el cosmos: tendremos que aprender a reproducirnos con seguridad y a construir vidas íntimas placenteras en el espacio. Sin embargo, para tener éxito, también necesitamos que las organizaciones espaciales adopten una nueva perspectiva sobre la exploración espacial: una que considere a los humanos como seres completos con necesidades y deseos. Como investigadores que exploran la psicología de la sexualidad humana y estudian los aspectos psicosociales de los factores humanos en el espacio, proponemos que ya es hora de que los programas espaciales adopten una nueva disciplina: la sexología espacial, el estudio científico exhaustivo de la intimidad y la sexualidad extraterrestres”. Es la petición realizada por un equipo de investigadores multidisciplinario de la Universidad Concordia de Montreal, liderado por Simon Dubé, Maria Santaguida y Dave Anctil, publicado en el portal Space.com y titulado ‘Love and rockets: We need to figure out how to have sex in space for human survival and well-being’ (Amor y cohetes: Tenemos que averiguar cómo tener sexo en el espacio para la supervivencia y el bienestar de la humanidad).
“Necesitamos que las organizaciones espaciales adopten una nueva perspectiva sobre la exploración espacial: una que considere a los humanos como seres completos con necesidades y deseos”
Grupo de investigadores especializado en aspectos psicosociales de los factores humanos en el espacio, de la Universidad Concordia de Montreal
Parece que queda claro que para convertirnos en una especie interplanetaria, el amor y el sexo tienen que ocurrir en el espacio, pero ¿cómo de factible es mantener relaciones sexuales más allá de la Tierra? Mucho se ha hablado de las dificultades experimentadas por los astronautas a la hora de ducharse, comer o ir al baño en el espacio exterior, pero menos de sexología espacial. O de cómo sería practicar sexo en aquellos lares. En Marte, puede que no fuera tan complicado puesto que su gravedad es aproximadamente un tercio de la de la Tierra, pero en la Luna todo se complica más. Algunos lo ven negro, sobre todo, teniendo en cuenta los obstáculos físicos evidentes para darle al coito en semejantes circunstancias. “Lo más difícil en gravedad cero es que la pareja se mantenga unida”, explicó en una entrevista el experto en bioética de la NASA Paul Wolpe. “Hay que estar asegurándose constantemente de que no se separen y de que puedan llegar al clímax sin que se convierta en una auténtica pesadilla. Podría ser mucho más difícil y menos satisfactorio de lo que la gente piensa”. Eso por no hablar de lo poco placentera que podría resultar la experiencia para los amantes de turno al no haber tracción, lo que llevaría a ambos a estar constantemente golpeándose contra las paredes. O el tema de los entornos claustrofóbicos de las naves espaciales, y la consiguiente falta de privacidad. O la pérdida súbita de erección ante la falta de riego sanguíneo en el pene o la exposición a la radiación. Otro de los inconvenientes es que la ingravidez que experimentan los astronautas en el espacio provoca cambios hormonales, como la disminución del estrógeno que está relacionado con la pérdida de deseo sexual. Y, por supuesto, está también el asunto de los fluidos corporales liberados en la eyaculación, que tendrían que ser contenidos para evitar que volasen. A simple vista, demasiados inconvenientes e incomodidades.
“En la práctica, la ciencia de los cohetes puede llevarnos al espacio exterior, pero serán las relaciones humanas las que determinen si sobrevivimos y prosperamos como civilización espacial. En este sentido, sostenemos que limitar la intimidad en el espacio podría poner en peligro la salud mental y sexual de los astronautas, así como el rendimiento de la tripulación y el éxito de la misión. Por otro lado, permitir el erotismo espacial podría ayudar a los humanos a adaptarse a la vida espacial y mejorar el bienestar de los futuros habitantes del espacio”, advierte el panel de expertos del citado artículo.
“Lo más difícil en gravedad cero es que la pareja se mantenga unida”
Experto en bioética de la NASA, Paul Wolpe
Lo de las relaciones humanas y placenteras siempre ha supuesto un quebradero de cabeza a la NASA. La agencia espacial norteamericana tenía terminantemente prohibido enviar a parejas conformadas por astronautas, hasta que un día se la colaron. En 1991, los astronautas Jan Davis y Mark Lee, tras mantener en el más estricto de los secretos su relación, anunciaron que se casaban apenas unos meses antes de que tuviera lugar su misión a bordo del trasbordador ‘Endeavour’. Cuando regresaron a la Tierra fueron preguntados insistentemente por un posible encuentro sexual viendo literalmente las estrellas, pero se negaron a hacer declaraciones. De momento, el currículum espacial del ser humano sigue intacto de cópula alguna.
En el libro ‘Packing for Mars‘, de la escritora e investigadora Mary Roach, sale a relucir el tema de las interacciones humanas en los vuelos espaciales, ya que como todo el mundo sabe cuando los seres humanos están físicamente confinados en espacios reducidos durante periodos de tiempo prolongados, las cosas pueden complicarse bastante en poco tiempo. No hace falta ser científico para eso, con verte una edición de Gran Hermano tienes el resultado empírico del que hablamos. Dicho libro remarca que la próxima misión a Marte con tripulación durará unos siete meses, por lo que más allá del reto tecnológico y de ingeniería que supone crear una nave espacial que realice el viaje y cumpla con los objetivos, no hay que pasar por alto los aspectos “humanos” de la misión. ¿La tripulación será capaz de interactuar de forma cooperativa y armoniosa durante ese vuelo tan largo sin tirarse los trastos—nunca mejor dicho— a la cabeza?
Masturbase en el espacio
Además del coito espacial, los autores del informe ‘¿Sex Tech en el espacio?’, un informe que explora la relevancia de la sexualidad para los viajeros espaciales y que ha sido liderado por los mismos investigadores canadienses que escribieron el artículo ‘Love and rockets’, recuerdan la importancia de una práctica como la masturbación (que puede bajar los niveles de estrés y ayudar a relajarse a las personas). Sobre ello, la NASA pone también de manifiesto su absurda coquetería para abordar asuntos sexuales y son escasas las ocasiones en las que se ha pronunciado al respecto. En este reportaje publicado en Mel Magazine la agencia espacial estodounidense comentó esto sobre la masturbación espacial: “Si no interfiere con su trabajo, está bien”. Lo que parece ser un reconocimiento de que la masturbación en el espacio existe. En una ocasión el ex astraonauta Mike Mullane aseguró en una entrevista a Men’s Health que gracias a la forma en que fluye la sangre en ausencia de gravedad, de vez en cuando “me despertaba de los períodos de sueño y tenía una erección que podría haber perforado a través de la kriptonita“. Pero al ser preguntado qué hacer ante semejante erección, dijo “tienes tantas cosas que te inundan inmediatamente la mente: Dios mío, voy a hacer una operación con un brazo robótico en la que tengo un satélite de mil millones de dólares y será mejor que no la cague. Créeme, si quieres algo que te haga perder la erección, empieza a pensar en eso”.
Sin embargo, sí sabemos gracias a los astronautas rusos—menos recatados a la hora de hablar de sexo— que las naves espaciales rusas incluyen el porno entre sus artículos esenciales para los viajes espaciales. Mientras que la NASA ha guardado silencio sobre este tema y los antiguos astronautas de la NASA sólo han reconocido la existencia de erecciones espaciales, los antiguos cosmonautas soviéticos han sido un poco más reveladores. Por ejemplo, el cosmonauta retirado Valeri Polyakov escribió una vez en su diario: “El Servicio de Apoyo Psicológico nos envió unas bonitas películas “de colores” que ayudan a recuperar nuestra voluntad, a actuar como un hombre adulto normal. No hay nada de qué avergonzarse”. Polyakov también escribió que sus superiores le sugirieron que llevara consigo una muñeca sexual hinchable para su récord de 14 meses en solitario a bordo de la estación espacial Mir, aunque se negó por miedo a preferir a la muñeca y no su mujer a su regreso a la Tierra. El también astronauta ruso Aleksandr Laveykin, que habló sobre el tema de la masturbación de los astronautas en el libro ‘Packing for Mars’, aseguró que todo el mundo lo hace. “Mis amigos me preguntan: ‘¿Cómo haces sexo en el espacio? Yo les digo: ‘Con la mano'”. Por lo tanto, parece claro que lo de sexo en el espacio todavía no se ha abordado en serio, pero lo de masturbarse es tan común como dar volteretas a gravedad cero.
Una solución: los erobots
Hay quien prefiere ver el vaso medio lleno. Sin ir más lejos, el fabricante de juguetes sexuales We-Vibe, que también participó en la primera parte del informe ‘¿Sex Tech en el espacio?‘, tiene claro que “invertir en tecnología sexual, como los juguetes sexuales, sería la solución más eficaz para lograr la satisfacción sexual en órbita“.
“Es necesario saber más sobre la sexualidad en el espacio si nos vamos a tomar en serio los vuelos espaciales de larga duración”
Experto en bioética de la NASA, Paul Wolpe
Según Johanna Rief, directora de Empoderamiento Sexual en We-Vibe, las agencias espaciales nacionales son conservadoras y no suelen abordar el tema de la sexualidad en el espacio, probablemente, “debido al temor a una reacción violenta relacionada con el estigma”. El experto en bioética de la NASA Paul Wolpe defiende igualmente que es necesario “saber más sobre la sexualidad en el espacio si nos vamos a tomar en serio los vuelos espaciales de larga duración. Si consideramos la salud sexual como un componente central de la salud, es importante comprender las condiciones en las que estamos poniendo a las personas cuando viajan al espacio”.
Hasta la fecha, el primer intento serio que trató de remediar la imposibilidad de tener sexo en el espacio vino de la mano de la escritora de ciencia ficción, poeta y diseñadora Vanna Bonta. Bonta, autora del best seller ‘Flight: A quantum fiction novel’, fue invitada en 2004 junto con su marido a su primer vuelo en microgravedad simulada en el G-Force One y fue consciente de la problemática. La escritora reconoció en su momento que si ya era difícil darse un simple beso, no hablemos ya de tener sexo con su pareja. A partir de esa experiencia años después diseñó un traje llamado 2suit, que consiste en un traje espacial con unas tiras de velcro que se convierte en un saco único que, a su vez, se ajusta a un punto de anclaje con el fin de evitar que la falta de gravedad separe los cuerpos. “Se me ocurrió la idea de un traje para dos que se pudiera unir al de otra persona para no tener que esforzarse en mantenerse cerca o estar juntos. Y no solo para mantener relaciones sexuales sino por intimidad, esa sensación de proximidad física, para abrazarse”, aseguraba Bonta en su día. Como vemos en este vídeo, la primera vez que su pareja y ella probaron el ‘traje para dos’ no fue del todo fácil y apenas pasaron de un abrazo y un simple beso. Aunque el prototipo de Bonda prometía, esta visionaria del sexo espacial falleció en 2014 sin que su diseño fuera tomado en cuenta por las agencias espaciales como una solución para abordar el asunto del coito espacial.
Si pensamos en las ideas que nos ha proporcionado la ciencia ficción en lo que a temática sexual futurística se refiere, son varias las experiencias que nos han hecho pensar en cómo sería practicar sexo en el futuro. A todos nos viene a la mente el amor entre Joaquin Phoenix y su asistente virtual que pudimos ver en la ficción ‘Her’ de Spike Jonze o el ‘orgasmatrón‘ de Woody Allen en su película ‘El Dormilón’, una cápsula que te permitía llegar al orgasmo en cuestión de segundos. Y siguiendo con máquinas que te inducen al placer máximo, no hay que olvidar la máquina excesiva en la que la heroína espacial ‘Barbarella’ (de Roger Vadim) lo gozaba a cotas insospechadas.
Pero regresando a la cuestión de soluciones más actuales que abordan esta problemática, los investigadores canadienses Simon Dubé y Dave Anctil apuestan hoy por lo que ellos denominan ‘erobots‘: “todos los agentes eróticos artificiales virtuales, incorporados o aumentados, y las tecnologías que los han producido”. Ahí entrarían desde robots sexuales hasta ‘chatbots’ eróticos, pasando por parejas virtuales o de realidad aumentada. Una solución práctica para permitir que tanto los astronautas como los futuros turistas espaciales puedan acceder al placer sexual de forma segura.
Cambiar mentalidades
A la vista de los recopilado, más allá de las dificultades científicas y gravitacionales de mantener un coito en condiciones, el principal problema de que el ser humano aún no sepa cómo fornicar fuera de la Tierra 52 años después del primer viaje a la Luna es la mentalidad retrógrada de las agencias espaciales. Es decir, no se toman en serio el asunto y no reconocen plenamente la importancia del amor, el sexo y las relaciones íntimas en la vida humana.
“Les animamos a que desarrollen la sexología espacial como un campo científico y un programa de investigación: uno que no sólo tenga como objetivo estudiar el sexo en el espacio, sino también diseñar sistemas, hábitats y programas de formación que permitan que la intimidad tenga lugar más allá de nuestro planeta natal, la Tierra”, advierten los expertos que encabezan esta campaña liderada por investigadores canadienses.
Queda por ver si las agencias espaciales se ponen las pilas para arrojar algo más de luz y de libido a la conquista espacial. Puede que nuestro futuro como especie dependa de ello.