Para sus pacientes es Dios. Cuando la esperanza se ausenta, aparece él. Pedro Cavadas (Valencia, 1965) dota de apariencia humana a aquellos que han tenido la desgracia de perder un brazo, una mano, una pierna o la cara. Es uno de los cirujanos reconstructivos más importantes del mundo y sus cirugías son elevadas a la categoría de ‘milagro’. Lejos de parecer su vida un versículo de la Biblia, Cavadas no cree en Dios. De hecho, es muy terrenal. Directo, circunspecto, serio y a ratos cortante. Pero tremendamente educado. Nos recibe en su despacho rozando las ocho de la noche tras despedir a su último paciente del día, un hombre con un amasijo de hierros en la pierna que le obliga a ir en silla de ruedas. “Tenéis media hora”, dice su secretaria. Nos recibe en su despacho visiblemente cansado, sus ojeras y una lata de bebida energética le delatan. Una montaña de papeles, el esqueleto de una cabeza y algún que otro libro de anatomía pueblan su escritorio. Una enorme foto de sus hijas adoptivas colgada de la pared le custodia. Y decenas de máscaras y ornamentos africanos acaban por convertir a esta clínica de Valencia en un diagrama de su existencia: un habitante de Occidente, civilización de la que no tiene muy buena apreciación, y un apasionado de África, donde desempeña su labor humanitaria a través de la fundación que lleva su nombre.
Te apodan el ‘Doctor milagro’. ¿Te incomoda este apelativo?
Ni me gusta, ni me disgusta. Si es cariñoso lo acepto, porque todo cariño es de agradecer y, si no, pues no. Pero no le doy mucha importancia.
No te gusta llevar la bata blanca, ni siquiera cuando pasas consulta.
No la veo necesaria, la bata es para no mancharse. Si vas a hacer algo en lo que te manchas como en el quirófano, vale. Pero con los pacientes no pasa. Por lo tanto, no veo motivo para disfrazarse de médico, ellos ya saben que lo eres.
¿Por qué decidiste hacerte cirujano?
Me decidí por la cirugía plástica por error, como casi todo. No sabía muy bien lo que era la cirugía plástica, pero desde luego tenía muy claro que no quería hacer cirugía cosmética. Me gustaba la parte reconstructiva. Fue uno de tantos errores en mi vida, que al final resultó ser un acierto.
El lanzamiento de una moneda marcó el devenir de tu carrera profesional. ¿Cómo fue esto?
Al terminar la residencia éramos dos compañeros y solamente había una plaza para poder quedarse en el Hospital La Fe de Valencia. Cuando eres pequeño, parece que, si no te quedas en el hospital en el que te has formado, no hay otra opción. Por currículum, yo tenía mucho más que mi compañero, pero en aquel momento no me pareció correcto hacer valer méritos. Entonces, echamos una moneda al aire para ver quién se quedaba con la plaza. Le tocó a él y yo me fui a la cola del paro.
¿Y después?
Pues me fui al paro con mi maletita y la señorita de la ventanilla se partió de risa cuando me preguntó de qué quería trabajar y le dije que era cirujano plástico. Después, como a la fuerza ahorcan, tuve que abrir una consulta privada. Al principio, operé a todas las amigas de mi madre y, cuando se acabaron las amigas de mi madre, me vi sin trabajo. Las consultas privadas cuestan mucho esfuerzo echar a rodar, pero si haces lo que no quiere hacer nadie cuando no las quiere hacer nadie, una vez más lo que inicialmente parecía un error resultó ser un acierto.
Es entonces cuando comienzas a ganar mucho dinero y aparecen los coches de lujo.
¿Ganar dinero? Bueno, si haces bien tu trabajo, lo lógico es que te lo paguen. ¿El lujo? Es parte del rol. Cuando eres pequeño haces las cosas que más o menos crees que hace la gente, hasta que te haces mayor y haces lo que te parece que debes hacer. Durante una época, lo que tocaba era comprar coches buenos, tonterías de quinceañero. Luego, afortunadamente te haces mayor.
¿Qué fue lo que te hizo cambiar de estilo de vida?
No fue de la noche a la mañana, no iba yo camino de Efeso y caí del caballo como “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Fue un proceso de darme cuenta de la tontería tan grande que era hacer lo que hacía todo el mundo. Tuve la fortuna de poder realizar un sueño que tenía de pequeño que era tener una fundación e ir a África subsahariana a trabajar. A partir de ahí, me empecé a replantear que hay una serie de tonterías muy grandes, prescindibles y de las que decidí prescindir.
¿Y qué vio allí?
La realidad humana, el Homo sapiens. Occidente no es real. Esto es un decorado, por pura estadística la mayoría de la población del planeta no tiene asegurada su supervivencia, su placer y su comodidad. Aquí en España y en Occidente comemos antes de tener hambre, dormimos antes de tener sueño, tenemos tanto placer que no sabemos qué hacer con él. Nos falta tiempo para disfrutar de toda la oferta de placer y de intrascendencia que tenemos. Cuando te das cuenta de eso, relativizas y empiezas a pensar qué es importante y qué no es importante y, desde luego, te das cuenta de la cantidad de idioteces a las que te dicen que tienes que dedicarle atención. Yo simplemente decido no hacerlo.
“Para mis pacientes soy lo más parecido a Dios que van a ver en su vida”
Labor humanitaria
Desde 2003 existe la Fundación Pedro Cavadas, que nace con el objetivo de proporcionar cirugía reconstructiva moderna a pacientes desfavorecidos de países africanos. Ahora están en Tanzania. Cavadas confiesa que el 99% de la financiación proviene de su trabajo y precisa que la labor desempeñada allí es “abnegada”, además de educativa, gracias a la financiación de estudios a niños y niñas, con especial atención a las más pequeñas. “Ser mujer en Occidente es un chollo, ser mujer en África es solo un grado más que ser un burro, un poquito más que ser animal de carga. Una chica es prácticamente imposible que acceda a estudios en áreas remotas”. Esa fuerte vinculación con África le ha llevado en alguna ocasión a acoger en su propia casa a pacientes que no pueden ser tratados allí. “Pero solo los casos complejos, sobre todo si van a tener un beneficio enorme para el paciente que le cambie la vida 180 grados”.
Hablando de casos complejos, le pregunto por aquel que hizo que su nombre apareciera en todos los medios. En el año 2004, dio la vuelta al mundo la imagen de un brazo que estuvo conectado durante nueve días a una pierna. Después de esta cirugía, algunos le empezaron a llamar Doctor Frankenstein. “Una cosa es que un caso tenga repercusión mediática y otra cosa es que el caso sea más o menos difícil. Casos difíciles. para mi desgracia o fortuna, tengo todos los días en los últimos 25 años e, incluso, más difíciles que ese, pero no tienen esa relevancia mediática”.
A tu consulta suelen llegar pacientes después de largos vía crucis donde les han dicho que su caso no tiene solución. ¿Lo imposible no existe para ti?
Sí existe, pero aprendí hace muchos años que la forma de tener trabajo es hacer lo que no quiere hacer nadie, porque las cosas fáciles las quiere hacer todo el mundo. Al final resulta que el 90% de los pacientes que vienen a mi consulta son pacientes multioperados, multivistos, que les han echado de todos los sitios y vienen aquí a ver si en algún sitio les dicen que sí. Mi trabajo es exprimir lo que dice la medicina en ese mismo momento, para ver si es un caso al que se le puede hincar el diente por algún sitio. Sigue habiendo casos que, por desgracia, la medicina no tiene solución para ellos. Mi trabajo en esos casos es decirles que efectivamente no tiene solución, aunque tengo que estar muy seguro porque eres su última oportunidad.
Para muchos de tus pacientes eres como Dios. ¿La gestión de esa presión es la prueba más dura?
Dios no lo sé pero, lo más parecido a Dios que van a ver en su vida, sí. Me refiero a ver físicamente. Sabes que estás manejando material sensible, no es una broma. Más que salvar vidas, en la especialidad de cirugía reconstructiva proporcionas calidades de vida, que a partir de un nivel puede ser equivalente a salvar la vida aunque físicamente no lo haya hecho. Para gestionar eso, tienes que ser consciente de que, aunque para ti sea rutinario, aunque sea el caso 10.000, para el paciente es su vida y su futuro. Con lo cual, eso te lo tienes que recordar todos los días porque, el día que bajes la guardia, puedes tener una complicación o un accidente y eso significa un muerto.
Los ‘milagros’ de Cavadas
2004. Mantiene vivo un brazo amputado al conectarlo con las venas de la pierna del paciente.
2006. Realiza el primer trasplante de antebrazos de España y el primero del mundo a una mujer.
2008. El primer trasplante en España y el segundo en el mundo de los dos brazos por encima del codo.
2009: El primer trasplante de cara de España (octavo del mundo) y el primero en el mundo incluyendo mandíbula y lengua. La intervención duró quince horas.
2011. El primer trasplante bilateral de piernas del mundo.
2016. Logró extirpar un tumor en la base del cráneo a un hombre de Kenia.
2018. El equipo de Cavadas reimplanta con éxito una mano a un marine de Estados Unidos. Fue condecorado por ello.
¿Crees en Dios?
¡No! Dios me libre.
Y el hecho de trabajar con la muerte como elemento posible dentro de la ecuación, ¿te hace tener una percepción más desmitificada de la vida?
La muerte es necesaria, gestionas un préstamo de carbono durante unos años y tienes que devolverlo. Los seres humanos tienen que morir. La labor de la medicina no es impedirlo, si no, no cabríamos en el mundo, lo siento mucho. La labor de la medicina es evitar el sufrimiento derivado de la muerte prematura de la gente, pero toda la gente se tiene que morir. La persona que llega a los 90 años está en tiempo de descuento y en algún momento tendrá que devolver su préstamo de carbono. Eso sí, tiene que morir con dignidad, sin dolor, en condiciones dignas humanas. El problema básico del planeta es la sobrepoblación. No es ni cambio climático ni nada, y eso en algún momento alguien tendrá que gestionarlo.
Llegados a este punto, le pregunto por el caso que marcó un hito en la historia médica. En 2009, realizó el primer trasplante de cara de España y el primero del mundo que incluía mandíbula y lengua. Se trataba de un paciente de 47 años que había perdido el rostro hacía 11, debido a complicaciones con la radioterapia. En 2013, finalmente falleció por causas ajenas al trasplante. Tal vez se trate de una de las peores muertes con las que ha tenido que lidiar, a razón de su reacción. Se le tuerce el gesto. Niega con la cabeza. Cierra los ojos. Titubea. “¿Es necesario hablar de ese caso? Es que me hace mucho daño y me sigue haciendo daño. Murió un amigo y no quiero hablar de ello”.
Se hace el silencio. Mira fijamente al suelo. Traga saliva. Y vuelve a dirigirme la mirada.
“Todos los órganos trasplantados, el 100%, con suficiente tiempo se pierden”
Hablemos entonces de los trasplantes de órganos visibles, ¿es más duro para el paciente el antes o el después?
Hay dos inconvenientes grandes. El primero es que el precio de salud que tiene que pagar es muy elevado, porque la medicación que se usa para evitar el rechazo es una medicación muy venenosa. Todos los trasplantados suelen tener complicaciones y, si tiene mala suerte, puede morir. El otro problema es que todos los órganos trasplantados, el 100%, con suficiente tiempo se pierden. Es una cosa que de momento no está solucionada en trasplantología y estamos muy lejos de tenerla solucionada. Se trata de sopesar entre Guatemala o Guatepeor. En el caso de los órganos visibles es entre no tener apariencia humana o tener apariencia humana durante unos años.
Me surge la curiosidad por conocer más sobre otros ‘milagros’ que han atribuido a la trasplantología. Antes de acudir a esta entrevista, leí sobre el caso de Jérôme Hamon, un francés de 43 años que ha sido sometido a dos trasplantes completos de cara. El primero fue en 2010 y el segundo fue en enero de 2018. La pregunta parece evidente:
¿Hay límites en este tipo de cirugías?
Ese caso es trágico, lo conozco de primerísima mano. Es un paciente que después de un montón de años sufre un rechazo crónico y se le cae la cara, textual. Ha tenido la bendita fortuna de hacerse un segundo trasplante, pero va a tener muchas más complicaciones que el primero.
¿Y es ético?
Mientras haga lo que beneficia a un paciente y no perjudique a un tercero, es ético. Lo siento si el Imam Jomeini, el Papa de Roma o la suegra de Buda piensan lo contrario, pero la lógica y la coherencia dicen que todo lo que beneficie a un paciente, si no genera perjuicio a una tercera persona, absolutamente todo, es ético.
La casuística de los trasplantes de órganos visibles también puede llegar a rozar la ciencia ficción. Sorprendida por un caso que leí hace un tiempo, le pregunto sobre la posibilidad de trasplantar una cabeza, tal como afirma haber logrado el cirujano italiano Sergio Canavero. La respuesta fue acompañada de un rapapolvo. “Pregúntame cosas de mayores, es una payasada y una idiotez. No sé ni quién es, pero es un idiota, y lo digo como diagnóstico no como insulto”.
“Mientras haga lo que beneficia a un paciente y no perjudique a un tercero, es ético”
Casi sin tiempo libre
La organización de este encuentro estuvo precedida de casi una decena de correos. La apretada agenda laboral del Doctor Cavadas hizo harto complicado concretar un día fuera de su horario laboral. Su jornada empieza a las 7 de la mañana y no suele acabar antes de las 7 de la tarde. Presupongo que realizar cerca de 2.000 operaciones al año es bastante incompatible con disfrutar de tiempo libre. Cavadas me lo confirma. Aún así, el poco tiempo de asueto que tiene lo dedica a las únicas pasiones que tiene en la vida: sus hijas y la caza con arco.
Sobre sus hijas –dos niñas chinas adoptivas de 13 y 17 años- hablamos un buen rato. De hecho, el reloj pasaba de la media hora pautada para la entrevista.
¿Conocen bien el trabajo que realizas?
Sí, me han visto operar muchas veces. De hecho, mi hija mayor quiere ser médico, mi hija pequeña no, pero me ayudó a operar a una persona en Tanzania. Viajan conmigo para ver a los pacientes que he operado, quitar escayolas y para asegurarme de que están bien. Como esos viajes no son de estrés quirúrgico, sí que me las llevo porque creo que es bueno para ellas.
“Mi hija mayor quiere ser médico, mi hija pequeña no, pero me ayudó a operar a una persona en Tanzania”
¿Qué valores intentas transmitirles?
Creo que los únicos valores reales que existen son el respeto hacia los demás, que los problemas de otra gente no son menores que los tuyos; y el esfuerzo, que las cosas no las regalan y hay que ganárselas.
¿Qué cosas no soportas en la vida?
No soporto a los farsantes, mentirosos, vagos y cuentistas. Con eso más o menos es el 95% de la población humana, por desgracia.
¿En el mundo de la cirugía hay mucho de esto?
Como en todo.
¿Se podría decir que la cirugía es tu vida?
Porcentualmente en cuanto a horas del día y tiempo que le he dedicado, lo es por goleada. Pero qué le vamos a hacer. Intento sacar tiempo libre todo lo que puedo por salud mental, pero el entusiasmo infantojuvenil pasa con los años y hay muchos días que me arrepiento de ser médico. Pero otros muchos no, y hay que inventarse trucos para sobrevivir. Me hubiera retirado gustosamente hace ya muchos años, pero tengo que seguir trabajando.
Ya es de noche al salir de la clínica. Al día siguiente el Doctor Cavadas tiene una operación a las 7 de la mañana. “Eso no puede esperar”, dice al despedirse.
*Artículo original aparecido en el número 36 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.