Recientemente has decidido reservar Twitter para cosas exclusivamente profesionales. Con todo lo que lees por ahí, ¿te dan ganas de tirar el móvil a la basura?
Muchas veces. Además, es una cosa que me afecta. Me afecta el odio, cuando me dicen barbaridades y dan por supuesto opiniones mías. Me entristece, me asusta personalmente y me desagrada muchísimo. Muchas veces pienso: “Bah, no te expongas, déjalo estar”. Pero también pienso que no tengo motivo, creo que si las redes sociales son un reflejo de lo que somos, somos una mierda.
No hay quien se libre de un zasca.
Es una cosa exagerada y te lo digo yo que los recibo y los doy. Más los doy que los recibo. Quien quiera ver un zasca lo ve en cualquier cosa porque lo que quiere es atacarte o defenderte. Es como cuando en el colegio dos se peleaban y los de atrás incitaban, me parece enfermizo. Además, en redes pasa una cosa muy curiosa porque tú no sabes con quién hablas, no sabes si es un padre de familia con tres hijos o un chico con mil traumas.
En tu libro ‘Futbolistas de izquierdas’ reclamas que los jugadores de fútbol se manifiesten políticamente y tomen parte de la sociedad. ¿Por qué defiendes esto?
Manifestarte políticamente en España es meterse en un lío. A ningún deportista le va a ir mejor haciéndolo. Me parece muy valiente que Roberto Soldado, que es de Ciudadanos, se manifieste y sea aplaudido por ello. Y creo que es fantástico que deportistas con opiniones radicalmente opuestas también lo hagan. Yo valoro mucho al deportista que lo hace, pero entiendo que no gana nada más allá de su satisfacción personal.
Tú, en cambio, nunca has dudado en posicionarte políticamente.
He pensado muchas veces en pronunciarme menos y, al final, me puede que soy muy bocazas. Me sale natural y en cierta manera no lo puedo evitar. Soy optimista con la izquierda del futuro, creo que la derecha y el liberalismo están queriendo librar demasiadas batallas, quieren conquistar demasiadas cosas y eso va a provocar una reacción en la gente. Han ganado en cuestiones relacionadas con la libertad de expresión, económicas, sociales y quieren más. Si no paran acabará perjudicándoles.
¿Has cantando bajo la ducha el himno de Marta Sánchez?
No –ríe–. Creo que hay problemas más serios que la letra al himno. A mí me parece muy bien que la gente sea súper patriota y el sentimiento de patria está muy bien. Yo lo soy a mi manera. Ahora que gano pasta te puedes imaginar la cantidad de impuestos que pago. Lo hago para que otra gente tenga un subsidio o para mejorar la vida de personas que no tienen las oportunidades que tengo yo.
Humorista por sorpresa
De periodista deportivo a referente de la comedia nacional. Vaya cambio que has pegado en estos años.
Yo no soy cómico, aunque sí que tengo una perspectiva cómica. Me parece que la mejor forma de expresarnos es el humor. Soy un periodista con un prisma cómico, pero no soy cómico. Tampoco hago una televisión brillante. Sin embargo, las cosas se van dando y de momento sigue colando –ríe–. Es un proceso que yo no esperaba.
¿Es complicado hacer humor en España?
Sí, es muy difícil. En España siempre que hagas comedia vas a molestar a alguien y no es algo que deba desviarte de tu trabajo. El problema comienza cuando tus jefes, los políticos o los jueces tienden a maximizar a la gente que se ofende. Ahí sí piensas que eso puede tener consecuencias laborales y, ahora, hasta judiciales. No entiendo que la perspectiva cómica esté más penada y más perseguida que la perspectiva seria de las cosas, me parece absolutamente enfermizo y es lo que está pasando. El Gran Wyoming está más en el punto de mira que Eduardo Inda.
No entiendo que la perspectiva cómica esté más penada que la perspectiva seria de las cosas. El Gran Wyoming está más en el punto de mira que Eduardo Inda.
¿Por qué sigue siendo un espacio reservado a unas pocas mujeres?
Se trata de una cuestión de oportunidades. Una mujer tiene menos opciones que un hombre llegado a cierto punto, se la juzga de una manera distinta. Una cómica ya no vale cuando se pega una hostia la primera vez en la televisión. Al hombre se le dan más oportunidades en la comedia y en todos los ámbitos de la vida. Además, existe un discurso hegemónico masculino que hace que la perspectiva femenina del humor tenga menos público.
Afirmas que ‘Radio Gaga’ (Movistar+) es lo mejor que harás nunca. ¿No es un comentario un poco conformista?
Tengo 40 años y no creo que mi carrera en la televisión dure mucho más –ríe–. ‘Radio Gaga’ es muy satisfactorio humanamente y eso es algo muy difícil de conseguir en televisión. Es un trabajo durísimo, en unas condiciones que no siempre son las mejores, pero viendo cómo es el programa y lo que me aporta, no voy a hacer nunca nada tan satisfactorio en mi vida. Detrás hay un equipo que trabaja mucho y está muy comprometido con lo que hace y eso se merece reconocimiento. Yo espero que nos den premios porque nos lo merecemos.
En el programa tratáis temas emocionalmente muy complicados, como la salud mental o la vejez. ¿Cuál dirías qué es el que más te ha impactado?
El que se ha emitido en la segunda temporada sobre el cáncer infantil. Por la historia de mi familia con el cáncer y por la sensibilidad que te aporta un niño. El programa lo hicimos en Xuklis, que es una casa situada en Barcelona en la que conviven familias con niños con cáncer. A mí me costó disgustos personales, acabé muy jodido y muy tocado. Pasado ese, no creo que haya ningún otro programa que me vaya a afectar más.
¿Por qué el formato ‘Radio Gaga’ se emite en la televisión pública belga y aquí resulta tan complicado?
Tal y como está ahora la televisión pública es impensable. No va a ocurrir, ni siquiera en La 2. Además, si el formato lo hubiera comprado la televisión pública, Burque y yo no seríamos los presentadores –ríe–. Ojalá algún día cambien las cosas porque me parece un programa prototípico de televisión pública. No es ni caro.
*Puedes ver el reportaje completo en el número 35 de Mine. Pide tu ejemplar en papel en tienda.ploimedia.com o descarga la edición digital interactiva para iOS o Android.