Seguramente te has acercado a este artículo porque te gustan ‘Los Simpson’ o porque eres fan del trabajo de Ricardo Cavolo. O puede que hayas tenido un crush total al ver que esto va de esas dos cosas. La conjunción perfecta entre estos dos mundos se ha producido porque uno de los ilustradores más icónicos de nuestro tiempo ha decidido convertir una de sus pasiones, los dibujos que habitan Springfield, en un libro ilustrado, que es a su vez un recorrido por las emociones humanas simbolizadas en términos Simpson. “Es un viaje lisérgico a través de la soledad, de la alegría, de la desazón, la apatía, la ilusión, el humor, la tristeza… todo lo que nos pasa por dentro”, confiesa Cavolo sobre ‘Amarillo’ (Lunwerg editores), su último libro.
Descuelga el teléfono mientras está en el estudio trabajando en otro libro del que me hablará al final. “Podría dibujar mientras hablo contigo”, bromea. Aunque la propuesta parece tentadora, sobre todo para analizar el resultado final fruto de dibujar mientras hablamos, prefiere dejar el pincel y prestarme toda la atención. No esperes que esto sea una conversación friki sobre ‘Los Simpson’ (que también), va más bien de cómo un universo aparentemente superficial, como son unos dibujos, pueden 33 temporadas después modelar sentimientos tan complejos como la depresión, el abuso, las miserias humanas, la crítica social y política. Así piensa y dibuja Ricardo Cavolo a este fascinante mundo amarillo.
¿Cuántas ilustraciones podemos encontrar en este libro y cómo ha sido el proceso?
Hay una ilustración por cada página doble, el libro tiene unas 272 páginas, por lo tanto hay unas 270 ilustraciones en total. Con los libros el proceso siempre es como encapsulado en un tiempo concreto. Entonces, ha sido un trabajo de unos tres, cuatro meses.
¿Recuerdas la primera vez que viste ‘Los Simpson’ por televisión y qué capítulo fue?
Fue el año que llegaron aquí a España, en el 89, y lo ponían en la 2, a las nueve y media de la noche. Mi padre y mi madre veían mucho la 2 y vimos la promoción, pero llegaron a España con esa imagen de serie un poco rebelde, que no encaja bien depende en qué familias. Yo tuve la suerte de que mis padres son gente muy liberal y con la mente muy abierta, pero el único problema es que era un poco tarde para mí, así que me tocaba hacer un trato con mi padre, que era jugar dos partidas de ajedrez por la tarde si quería ver ‘Los Simpson’ por la noche. Creo que el primer episodio que vi fue el primero de la primera temporada, que era un especial navideño. No me acuerdo de las sensaciones que tuve, pero sí me acuerdo de querer verlo cada semana.
Dices de ‘Los Simpson’, y coincido totalmente, que siempre puedes encontrar una situación en la serie que sirva para explicar algo que te está sucediendo. ¿Dirías que en tu vida hay un Homer, un Bart, una Lisa, una Marge y una Maggie, por ejemplo?
Sinceramente, y no es por escurrir el bulto, no tengo como esos modelos, afortunadamente. Sobre todo en el caso de Homer, que es un buen tipo en el fondo pero muy tóxico y le corta las alas a Marge desde el principio. Sí puedo decir que me he encontrado con muchos Nelson en mi vida, para lo bueno y para lo malo. Sobre todo para lo bueno, porque, bajo mi punto de vista, hay una lectura positiva de Nelson. Pero si tengo que identificarme con algún personaje, lo hago con Lisa, por muchos motivos. No es que me sienta incomprendido por mi familia, pero sí con esa visión más crítica. Por ejemplo, Bart es demasiado nihilista y punky, pero desastre. Quizá por eso también lo he disfrutado mucho, porque aún encontrando muchas cosas que me atrapan, es una crítica mordaz de un tipo de familia y un tipo de vida. Pero no me he visto metido en ese ambiente.
Dices que te has encontrado con muchos Nelson, ¿lo dices porque te has topado con mucha gente abusadora?
Sí, abusadora. Y sabiendo que son así por otros traumas previos y más complicados. En el caso de Nelson es que su padre desapareció y tiene una vida un poco de mierda con su madre. Fui a un colegio más o menos complicado en el que todos éramos muy pobres, pero había gente más pobre todavía y encontrabas gente así. Pero creo que desde que soy consciente, no es que me ponga del lado de los malos, pero sí trato de ver por qué ha llegado a ser cómo es, a la razón, al origen de eso y empatizo un poco y trato al menos de no enmierdar más.
Dices de este trabajo que es un atlas de las emociones pero plasmado a través de un idioma con el que te identificas, el de ‘Los Simpson’. ¿Qué emociones has querido volcar en este trabajo?
Todos percibimos ‘Los Simpson’ como una serie en la que hay una crítica, pero nos hace reír, y luego tiene unos colores muy atrayentes, son muy divertidos. Hay una parte muy positiva. Pero luego hay una parte que es ácida y amarga, pero no es lo primero que se te queda al ver ‘Los Simpson’, y eso, al mismo tiempo, es la virtud que le da ser una serie tan importante para mucha gente. Es más de verdad porque si vas buscando personaje por personaje cada uno tiene sus miserias y en una serie de dibujos animados no es normal que prácticamente todos los personajes tengan una miseria, a veces, más profunda de lo normal.
Yo pasé hace unos seis años por una depresión, hice un terapia que me vino muy bien y aprendí a abrirme a las emociones y a que no me dieran miedo. Evidentemente las emociones positivas no me dan miedo, a nadie le dan miedo, pero las negativas sí que nos dan repelús, porque no estamos bien en una melancolía, en una tristeza, en una ira, pero forma parte de nosotros y es un terreno en el que me ha gustado desde hace unos años trabajar, no para hacer sentir mal al espectador, pero sí para sacarlo a la palestra y normalizar que hay una parte de las emociones que no nos lo hacen pasar bien, la salud mental… hay muchas cosas que salen de ahí. Este libro no trata de sacar la mierda de cada personaje, pero sí quiero utilizar ‘Los Simpson’, que a priori es un flash divertido, para hablar de cosas que están presentes en la serie pero quizá no son tan evidentes.
Yendo más allá aún, dices que tu nivel de fanatismo por ‘Los Simpson’ te lleva a poder explicar casi cualquier situación de la vida a través de un capítulo o una escena. Vamos a hacer un ejercicio entonces, ¿qué escena o capítulo crees que podría representar el momento actual que estamos viviendo después de una pandemia?
Pfff… —piensa unos segundos— No era la serie, era la película que se hizo, era medio curiosa porque los cauterizan a todos, los metían dentro de la ciudad, como una especie de burbuja, y se generan muchos roces y muchas cosas. Creo que a lo mejor tiene algo de similitud a lo que hemos pasado hace unos meses.
¿Cuál es tu personaje favorito y por qué?
Lisa es con la que quizá más me identifico. Pero mi favorito está entre Nelson y Seymour Skinner, les tengo mucho cariño a los dos, aún no siendo de los que más brillan, pero me gusta mucho la intrahistoria y la complejidad que tienen.
Supongo que eres de los que ha visto las reposiciones en bucle, ¿cuál es tu capítulo favorito?
Sí, por supuesto, no he parado de verlas desde el 89, ni ha habido prácticamente dos semanas que hayan pasado sin que haya visto alguno. Y desde que llegaron a una de estas plataformas que tenemos, justo con el inicio de la pandemia, lo he visto todo ordenado del tirón. No tengo un capítulo favorito, pero reconozco que los que más disfruto y los que más espero cada año son los especiales que hacen de ‘La casa del árbol del terror’. Es lo menos Simpson en realidad, a veces trabajan una ficción muy ficcionada, pero me gusta mucho. Tomaron la buena costumbre de tomar referencias de cine, literatura y música, más a lo bestia de lo que lo hacen más normalmente, y eso me gusta mucho. De hecho, cuando llega octubre y empieza la gente a dar la tabarra con Halloween, a mí lo que me viene a la cabeza es que este mes llega ‘La casa del árbol del terror’. Y es una de las virtudes de ‘Los Simpson’, porque hay veces que estamos en España y no tenemos una cultura popular estadounidense muy metida en la cabeza y nos perdemos alguna cosa, pero han conseguido que entendamos casi todo a lo que hacen referencia.
Tu anterior libro fue una reinterpretación a través de tus dibujos de ‘Romancero gitano’ de Lorca. ¿Te verías capaz de extraer un lugar o un hilo común entre estas dos creaciones aparentemente antagónicas?
La verdad es que no y me siento bien de que no —ríe—. Hace poco me preguntaron cómo hace uno el salto mental para pasar de ‘Romancero gitano’ a Springfield, y para mí es el salto más feliz y agradable del mundo, más que nada porque es un cambio de tercio muy bestia y a mí eso me gusta mucho, porque así no me aburro. Si me hubiera puesto con otro de Lorca me hubiera muerto de pena —ríe—. De hecho, el siguiente libro es otra cosa sobre Lorca. Afortunadamente no encuentro unión y si la encuentro estaría en la unión con ‘Venur’ y con ‘El Señor de los Anillos’. Más allá de la forma, porque es verdad que en ‘Romancero gitano’ aprendí una manera de desarrollar un libro que me ha gustado mucho y en ‘Amarillo’ lo he llevado al extremo más todavía, no hay nexo de unión afortunadamente. Es como quitarme una placa base de la cabeza y ponerme otra.
Te voy a confesar que como buena amante de ‘Los Simpson’ y de tu trabajo, no he podido resistirme y una de tus ilustraciones es actualmente mi nuevo salvapantallas del móvil. ¿Un gesto como este o cuando una persona se tatúa uno de tus dibujos lo sientes como formas diferentes en las que la gente conecta con tu trabajo o te chirría ver tus dibujos personales y que rememoran algo muy tuyo en formatos o superficies para los que no fueron concebidos?
A mí me encanta que la gente lo utilice, es que está para eso. Del mismo modo que yo utilizo el arte, la literatura, el cine para mi vida diaria de una manera determinada, me hace mucha ilusión que lo hagan con mi trabajo y cuando sucede me hace una ilusión enorme, porque básicamente significa que esa persona, en el nivel que sea, ha conectado con mi trabajo, por la misma razón por la que yo lo he hecho o por otra diferente, pero le ha dicho algo en ese momento. Para mí es una de las virtudes del arte, sino yo guardaría mi trabajo como si fuera un hobby y me lo guardaría en casa. Si lo saco hacia fuera es porque me gusta conectar con gente de una manera que es mi idioma, que es el arte.
Otros libros tuyos, como ‘100 artistas sin los que no podría vivir’ o ‘100 películas sin las que no podría vivir’ y ahora con ‘Amarillo’, demuestran que tu manera de hablar de tus emociones es a través de lo que te ha emocionado, ¿sientes que cada de uno de tus libros es una especie de terapia que te ayuda a verbalizar miedos, inseguridades y alegrías también?
Sí, al menos para mí el trabajo artístico no es solo generar un discurso, sino también es un ejercicio para mí de sacar algo que tengo dentro, sea bueno, malo, una obsesión o un sentimiento. De hecho, después de pasar por la depresión decidí escribir una especie de autobiografía que se llama ‘Jamfry’, explicando todo esto, aunque hay ilustraciones pero hay mucho texto. Luego también hice una exposición con superhéroes que lo estaban pasando mal.
Digamos que a mí el trabajo no me cura, en el sentido de que si tengo una pena la saco a un cuadro y ya no tengo esa pena, pero sí es un terreno que me gusta como subrayar o repasar lo que ya he aprendido a través de mi trabajo. Digamos que cuando plasmo mi trabajo es porque de alguna manera lo he curado, lo he asumido o lo he trabajado, entonces voy a intentar sacar algo sobre ello.
Precisamente otra de las vertientes de tu trabajo ha sido visibilizar a través de él un asunto que ha sido tabú, aunque ahora cada vez menos gracias a artistas como tú que hablan de ello, y es el de la depresión. En muchas ocasiones has animado a tus seguidores a expresar la depresión a través del dibujo. Sabes de lo que hablas porque tú la has sufrido, ¿por qué crees que es tan importante expresar cuando estás pasando por una fase de depresión?
Es el primer paso, una cosa que aprendí es que está empezando a curar y a ponerse mejor en el momento en el que lo dices. De la forma que sea, a lo mejor lo dices hablando con alguien, yendo a terapia, haciendo un dibujo, escribiendo algo, haciendo una canción, lo que sea… El hecho de exteriorizarlo, de sacarlo hacia fuera, es el primer paso para ponerte bien. Hice una campaña una vez con Cruz Roja sobre todo esto (#Dexpresionismo), en la que se animaba a la gente a que pintara. Yo defendía el tema de pintar, a parte de porque es mi terreno, porque es un ejercicio privado que puedes hacer si al principio te da como más vergüenza, más reparo o no eres capaz de hablarlo con la gente, pero sí eres capaz de sacarlo en un papel haciendo lo que quieras hacer. Si ciertos bichos que tienes dentro los dejas en un papel, ya no están tan dentro y es como una fase beta para empezar a ponerte bien, es la primera fase para empezar a sacarlo y hablarlo.
La última vez que te entrevisté hace tres años te pregunté qué reto artístico te gustaría cumplir y me dijiste que antes de morir tenías dos: “pintar una montaña y pintar una iglesia pequeñita por dentro y por fuera”. ¿En este tiempo has cumplido alguno de ellos o te has planteado nuevos retos?
No los he cumplido, entre otras cosas porque hay una pandemia de por medio que me destrozó todos los viajes de murales del mundo, pero sí que he podido pintar una cosa gigante de unos 2.000-3.000 metros cuadrados que me hizo mucha ilusión.
Pero sigo ahí, sobre todo porque esos dos retos son un poco del mismo tipo de trabajo de mural, que es un tipo de trabajo que siempre me ha gustado mucho y me da mucha satisfacción. Los libros que es una cosa que he amado toda la vida me parece como el top de los tops, ya lo he conseguido y pretendo seguir en ello. Obviamente sigo con esos retos pero con cero agobios, como si lo hago con 80 años o como si no lo hago, pero habré estado cerca o habré hecho otras cosas que me han gustado mucho. En realidad, a veces, te generas esas metas justamente porque te lo preguntan y juegas a ver lo que te haría más ilusión, pero en realidad ya estoy súper ilusionado con todo lo que he hecho hasta ahora.
Antes de acabar, ¿qué nos puedes contar de tu próximo trabajo en formato libro?
Voy a intentar hacer lo que hice con el ‘Romancero gitano’, pero con ‘Poeta en Nueva York’, de Federico García Lorca. Es un reto porque es un texto más complicado, hay un surrealismo de por medio, una cosa más personal y más subjetiva. ‘Poeta en Nueva York’ es algo más introspectivo, de cuando Lorca estaba un poco fastidiado por desamores, y estaba en una fase como de surrealismo. Es mucho más inmaterial, etéreo, intangible y estoy estudiando de qué manera poder plantearlo, pero algo saldrá.