Lucas Vidal: “Lo que más me gustaba de pequeño era jugar a Lego escuchando música clásica de Bach y Wagner”

Lucas Vidal es uno de los compositores de bandas sonoras más solicitados del cine y no tuvo una infancia común. Pero ser un genio le ha permitido trabajar en Hollywood y con los mejores directores de nuestro país con apenas 37 años. Ahora prepara el proyecto musical más personal de su carrera.

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Lucas Vidal (Madrid, 1984) tiene en su currículum dos Goya, un Emmy y decenas de bandas sonoras de películas, anuncios y empresas. Su música llena los silencios y acrecienta las emociones de ficciones como ‘Palmeras en la nieve’ o ‘Élite’, pero también marca el compás del nuevo himno de LaLiga de fútbol. Y, pese a ser un genio para muchos, ni excentricidades ni aires de grandeza cuando nos recibe en el estudio que tiene en casa de sus padres. Un pequeño espacio donde conviven desde un piano Yamaha y sus premios hasta el skate que le regalaron en el rodaje de ‘Fast & Furious 6’, taquillazo al que puso música y sensaciones. Tras triunfar en Hollywood, ahora le toca ser profeta en España, donde ya se ha convertido en el compositor más solicitado del momento y presenta nuevo proyecto musical con el que decide romper los límites entre estilos aparentemente contrapuestos, como puede ser la música clásica y la electrónica.

¿Lucas Vidal piensa en música desde que se levanta hasta que se acuesta?
No, antes sí. Ahora tengo otras pasiones y voy al gimnasio, me gusta el padel y trato de tener tiempo para mí.

¿Qué te gustaba hacer de pequeño?
Era un niño un poco raro. Tenía amigos, hacía deporte, pero lo que más me gustaba era jugar a Lego escuchando música clásica de Bach, Wagner… Me fulminaba los discos y decía: “Este mes me voy a meter con Stravinsky o con Schubert“. También iba a muchos conciertos de música clásica en el Auditorio Nacional de Madrid.

¿Te gusta u odias el silencio?
Joder, qué pregunta tan buena. Pues, fíjate, me gusta el silencio porque forma parte de la música pero, al mismo tiempo, lo odio porque no puedo estar callado en las conversaciones. Soy una persona demasiado activa.

Viendo tu currículum es comprensible que se te considere un genio. ¿Si tu mente fuera el salón de una casa cómo estaría amueblada?
Ordenada. Soy muy organizado a la hora de trabajar y, luego, en mi vida normal soy más desordenado, pero tengo las cosas claras. Sería una casa minimalista y con los muebles donde tienen que estar.

“Me gusta el silencio porque forma parte de la música pero, al mismo tiempo, lo odio porque no puedo estar callado en las conversaciones”

Fuiste el estudiante más joven del Berklee College of Music de Boston en poner música a un largometraje. ¿Despertabas envidias?
No lo sé. Iba a mi bola y quería hacer un montón de proyectos. Realmente, lo que tenía era una pasión, eso y nada más. La gente que conocía iba a fiestas y yo fui a pocas.

¿Para dedicarte a la música tienes que tener dinero?
No, por ejemplo, ahora hay organizaciones como Acción Social por la Música que se encargan de incentivar a niños con inquietudes musicales. Esta ONG apuesta por la igualdad de oportunidades allá donde existen situaciones de riesgo de exclusión y pobreza.

¿Y tienes que ir a buenos colegios?
Cada vez hay menos música en los colegios. La cultura y, en especial, la música son algo básico porque conecta con un lado muy puro del ser humano y considero que eso siempre va a ser bueno. Al final, la vida es algo que va de sensibilidades.

Su sueño americano

¿Trabajar en Estados Unidos estresa?
Sí, porque hay más filtros y, al final, a la hora de aceptar los cortes musicales que voy haciendo hay más gente que opina. Aquí, en España, el trabajo es más cercano con el director.

¿Las bandas sonoras en Hollywood están mejor pagadas?
Sí, pero ahora hay un boom a nivel audiovisual en España muy interesante y se está produciendo mucho. Es un momento bastante dulce.

¿Con qué director de cine te ha costado trabajar más a la hora de conseguir la banda sonora de su película?
He tenido mucha suerte con todos, de verdad, y he conectado rápido. Con Julio Medem, Isabel Coixet, Fernando González Molina… No ha habido una película que me haya costado y, en general, me dan mucha libertad. Aunque tuve una película, que no voy a nombrar, en la que el director se fue en la postproducción y fue un poco más complicada.

“Estoy muy contento con la identidad sonora de LaLiga, no sé si es porque la he oído mucho. Aunque no me gusta oír todos los trabajos que hago, paso página y no me quedo en el pasado”

¿Cuántas veces has podido ver una película para poder acabar su banda sonora?
Mucho. Puede pasar que, a lo mejor, estoy dos meses viéndola constantemente, así que imagínate.

¿Y has hecho la banda sonora de algún film o serie que no te haya gustado o que no sigas?
No, porque siempre me leo los guiones y los proyectos los hago porque me gusta el guión.

¿De qué banda sonora estás más orgulloso?
Sinceramente, estoy muy contento con la identidad sonora de LaLiga, no sé si es porque la he oído mucho. De todas formas, no me gusta oír todos los trabajos que hago, paso página y no me quedo en el pasado.

Tener un Emmy y dos Goya, ¿te ha cambiado?
No, lo importante es el día a día, trabajar, tomarte las cosas en serio y no pensar que, de repente, estás en lo más alto porque no es así. Es una profesión muy oscilante.

Mucha música, pero pocos bailes

¿El trabajo de compositor es tan solitario como parece?
La composición sí es un trabajo muy solitario e íntimo, pero luego tengo un equipo de gente que necesito para que me ayude a hacer bien las cosas.

Te dedicas a poner banda sonora a casi todo. Cuando estás de vacaciones ¿qué haces, utilizas tapones?
—Ríe—. En mis vacaciones, lo que hago es dormir mucho y no estar estresado. Andar, estar tirado, leer y hacer cosas para las que, normalmente, no tengo tiempo.

Habiendo estado en Hollywood, ¿eras mucho de codearte con la crémè de la crémè de allí?
No, nunca me ha gustado ese mundillo. Me ha tocado ir a fiestas, claro, pero prefiero estar tranquilo en mi casa haciendo mis cosas.

“Hay que adaptarse. Ahora se consume muchos tipos de música, cada vez más rápido, y la gente no está tan concentrada como antes. Ahí la música clásica no encaja y hay que tratar de hacer otros proyectos”

Y, ¿cuándo fue la última juerga que recuerdas?
Bueno… en los premios Forqué.

¿Solo sales si celebras algún premio?
En los Forqué fui entregador, pero probablemente sí —ríe—.

En 2016, te llevaste dos Goya en cinco minutos, ¿ha habido otra noche épica desde entonces como para acabar en el Tony 2, otra vez?
La verdad es que no —ríe—. Eso no suele pasar todos los días.

En tu próximo disco ‘Karma’, que estará disponible el 25 de septiembre, fusionas música electrónica con elementos orquestales, ¿meter un violonchelo en una discoteca puede funcionar o cabrearía a algún purista?
Hay que adaptarse. Ahora se consume muchos tipos de música, cada vez más rápido, y la gente no está tan concentrada como antes. Todo es de muy fácil acceso y de un placer muy corto. Entonces, ahí la música clásica no encaja y hay que tratar de hacer otros proyectos. Haciéndolo con gusto, con elegancia y no sonando cliché puede ser muy interesante. Y sería bueno que lo criticaran los puristas porque eso implica que es la evolución.

Su disco Karma verá la luz el 25 de septiembre


Lucas Vidal cuenta que ha decidido titular Karma a este disco porque lo percibe “como el resultado positivo de una buena acción previa, la recompensa feliz tras haber tomado la decisión de abandonar sus rutinas y su estabilidad en el trabajo para reinventarse como compositor”. Para Lucas Vidal Karma es el primer intento serio de entrar en ese mundo que parece expresamente hecho para él.

Tras varios años en la industria del audiovisual, la revelación le llegó, como a tantos otros compositores, a partir de un fogonazo de sentido común: “Hay una manera de prolongar la tradición clásica occidental con la herramienta más potente de la música presente, ya sean sintetizadores analógicos o programas de edición de audio. Es una opción tan instintiva como lógica, y que permite a los creadores escapar temporalmente, o para siempre, de componer al servicio de una imagen predeterminada –y, por extensión, sujeto al capricho de directores o estudios de cine– para trabajar con sentimientos propios, referencias privadas y ambiciones personales.

*Artículo original aparecido en el número 38 de Mine. Descarga la edición digital interactiva para iOS o Android o el PDF de #Mine38. 

Fotos: David Mairena