Enrique Arce: “Estuve a punto de rechazar mi personaje en ‘La Casa de Papel'”

El actor valenciano, inmerso en el rodaje de la cuarta temporada de la serie y la nueva parte de 'Terminator', se estrena en la literatura con una historia sobre estar en la mierda y cómo salir de ella.

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A sus 46 años, Enrique Arce (Valencia, 1972) está viviendo su mejor etapa como actor. El personaje de Arturito en 'La casa de papel' le llegó en un momento crucial y supuso un motor para revitalizar su carrera. Antes de todo eso, el artista se había trasladado a Londres para buscar unas oportunidades que aquí no surgían. Aunque asegura que pasó por momentos duros de soledad y de replantearse ciertas cosas, su periplo londinense le proporcionó una nueva motivación que hasta ahora no había desarrollado: la literatura. Su primera novela, 'La grandeza de las cosas sin nombre', reflexiona sobre el éxito y el fracaso, el amor y la muerte o el perdón y la amistad. Una historia sanadora para el propio actor, pero también para cualquier lector que se adentre en ella.

¿Cómo surgió la novela?
La novela surgió en un momento de mi vida en el que me había ido a Londres. Veníamos de un 2013, que fue el peor año para la producción en España. Había hecho una peli inglesa con Pierce Brosnan y Aaron Paul y cuando fui al estreno, me dijo la directora de casting: “¿Por qué no te vienes aquí?”. Así que me fui, pero los inicios siempre son duros. No tenía nada que hacer y me pasaron una serie de cosas que hicieron que fueran todavía más difíciles para mí. De repente me encontré haciendo una vida prácticamente monacal, no conocía a nadie, tenía sólo un amigo. Un día paseando por Londres me vino una idea y dije: “esto lo dejo en la recámara para ver si algún día escribo la peli”. De repente se me manifestó de una manera muy potente, una sensación de conexión con algo que, conceptualmente, me dijo: “Tienes que escribir, es lo que has venido a hacer”. El personaje de la novela va por ahí, aunque no tiene nada que ver conmigo, es un actor, pero en realidad podría ser otras cosas.

¿Qué hecho te ocurrió en Londres que desencadenó toda esta aventura literaria? 
Fue cuando la vida me paró. Me metí en una discusión estúpida por un partido de fútbol y allí las cosas no son como aquí. Me pegaron una paliza que me obligó a parar porque tuve un derrame ocular. Si eso me volviera a ocurrir, seguramente volvería a hacer lo mismo, no tenía otra manera de pasar mis días, salvo que me fuera a conocer Londres. No podía ir con esa cara a que me vieran en pruebas, sentía que era un mero escribano de una historia que estaba ahí. Simplemente pones el receptor y la historia se escribe a través de ti. Cuando estás relajado el acto creativo es mucho más puro, fue maravilloso. Creo que va a ser la manera en la que elija escribir a partir de ahora, cuando esté con la calma, con el tiempo y con la serenidad suficiente como para ponerme a escuchar las señales.

¿Por qué en este momento?
Después de mucho trabajo durante los últimos años, me sentía un poco frustrado. Por cómo estaba yendo todo y ese parón hace que te plantees muchas cosas. Te das cuenta de que tienes 3.000 euros en el banco, estás en una ciudad extranjera, tienes 41 años y no tienes amigos. Haces una especie de reflexión diciendo: “Hostia, qué mal he llevado este coche, ¿no? En algo me he equivocado”. Empecé a meterme en temas de expansión de la conciencia y de espiritualidad, la novela está plagada de eso. Comienzo a contar esta historia como un envoltorio para ese camino en el que yo empezaba a transitar. La novela al final me costó tres años y en este tiempo me pasaron muchísimas cosas, mi vida se recolocó al mismo tiempo que lo hacía la de Samuel Palacios –protagonista de la novela–. Es un viaje paralelo que hemos hecho del que estoy absolutamente orgulloso porque ha sido muy catártico para mí. De todos los actos creativos de mi vida, es del que más orgulloso me siento.

Dices que empezaste escribiéndola como un guión de cine. ¿Trasladarías la novela al cine?
Empecé con un compañero, le pasé la novela antigua, la de sin editar, y nos pusimos a trabajar porque creo que la película será sobre esa otra novela. Me he dado cuenta de que el cine y la novela son lenguajes muy distintos, lo que para la novela no sirve, para la otra es el pilar fundamental.

¿Por qué has elegido que el protagonista de la novela sea actor como tú?
Porque me apetecía un viaje de vuelta. He vivido mucho tiempo en Nueva York y es una ciudad que conozco, te da mucho juego también a nivel visual. Elegí que él fuera actor porque necesitaba una persona que tuviera mucho éxito, pero éxito profesional vacío, en un campo que yo conociera y que pudiera ser interesante para el lector. Para qué me voy a meter a buscar en Wikipedia, si lo puedo escribir desde mi conocimiento. El personaje de Larry es clavado a mi agente en Los Ángeles, por ejemplo. Quería escribir sobre un mundo que se desconoce, pero que siempre ha llamado la atención, en un país que conozco y en un viaje de vuelta.

“Me pegaron una paliza en Londres que me obligó a parar porque tuve un derrame ocular”

En la novela se confrontan el éxito y el fracaso; la vida y muerte; el amor y el odio. ¿Tú eres de extremos o de relativizar?
Antes yo me proyectaba en esos extremos. Cuando estaba en un momento de éxito, me creía el rey del mambo; y si estaba en un momento de fracaso, me sentía la última mierda. Luego he descubierto que son todo manifestaciones de la misma polaridad. Ahora estoy en un momento maravilloso, no tocaría nada, practico la gratitud cada mañana, doy gracias por todo lo que tengo a nivel profesional, en lo personal mis relaciones están saneadas. Pero sé que es una ola que en algún momento tiene que caer. El problema está cuando tú crees que eres la ola, no el que la monta. Yo toco madera y disfruto mucho más de estos momentos que de otros, pero he llegado al punto en el que no voy a verme a través del éxito o del trabajo, de la salud o la enfermedad, de la riqueza o la pobreza. Creo que estoy muy cerca de blindarme a todas esas cosas y de verlas por lo que son, que son vibraciones energéticas que tienen que cambiar por fuerza en un momento dado. Estoy en una vibración energética muy alta ahora, pero mañana puede ser muy baja.

¿Éxito=felicidad?

¿Cómo pasaste de estudiar Derecho a marcharte a Nueva York a hacer Arte Dramático?
Era un chaval de Valencia y empecé a estudiar Derecho y Empresariales. Sacaba muy buenas notas y me iba todo muy bien. Me gustaba estudiar la carrera, pero creo que nos obligan a elegir demasiado pronto, los 18 años creo que es una edad muy temprana. De repente en tercero de carrera tenía una novia que era modelo y se apuntó a unas clases de teatro y fui con ella. Me eligieron a mí en vez de a ella, cosa que ha pasado cientos de veces. Me acuerdo la primera vez que salí al escenario, era una obra amateur, la sensación era una combinación entre miedo, nervios, excitación y ansiedad. De repente, sentí que ese era mi sitio, fue una catarsis total, una sensación de placer y de estar realizado. Mis notas empezaron a caer y a hacer no solo esa obra sino otra. Perdí el interés total por el Derecho, gané un concurso de televisión que se llamaba ‘Uno para todas’ y gané un millón y medio de pesetas. Al acabar cuarto año dije: “Papá, no voy a acabar la carrera, me voy a Nueva York a estudiar”. Y tuve la bendición de que dijeran: “Ah, vale, ¿es lo que quieres? Perfecto”. Yo pensé que me podía comprar Nueva York y me duró tres meses –ríe–. Si algo le debo a la vida, es a mis padres, siempre me lo han puesto todo muy fácil y me han ayudado económicamente cuando era jovencito.

Siempre se describe a los actores como inconformistas, en una búsqueda constante de esa felicidad que en teoría proporcionan los trabajos.
Es que no lo proporcionan los trabajos. Ahora estoy rodando ‘Terminator 6’, que es una película que yo vi con 13 años, y si alguien me hubiera dicho que iba a estar trabajando algún día con esos señores me hubiera vuelto loco, sobre todo, en la época que yo comencé. Para mí conseguir eso habría sido como tocar el cielo, y ahora, sin embargo, es una película más. O ‘La casa de papel’. Pero eso ya no me identifica, ya no es Enrique Arce. Mi inconformismo ya no va por el de mi profesión. Mi profesión es una partida que yo juego, donde me lo paso bien, pero de donde necesito levantarme de vez en cuando, estirarme, salir a la calle y volver a jugar la partida. Todo lo que sea que está fuera de ti, para mí está en un segundo plano, y te hablo hasta de la familia.

“Todo lo que sea que está fuera de ti, para mí está en un segundo plano, y te hablo hasta de la familia”

Muchas veces los grandes referentes artísticos son los peores referentes, ¿no?
¿Sabes por qué? Porque es gente que se ha identificado con la imagen que proyecta. Si te das cuenta, mucha de la gente que ha tenido mucho éxito acaba con vidas completamente desestructuradas, porque tienen una falta de conexión absoluta con los demás que les miran a través de un filtro, que es el del estrellato. Cuando la gente deja de comunicarse contigo como un ser humano, para verte como un nombre, una marca, te alienas, te alejas. Y lo peor que le puede pasar a un ser humano es alejarse de su entorno, porque se queda sólo, se convierte en una isla. Todos los Michael Jackson, Amy Winehouse o Marlon Brando no han sabido llevar que la gente los viera a través de ese filtro, y eso te lleva a la depresión, al alcoholismo, a buscar en las relaciones sexuales muy promiscuas toda esa conexión que no tienes a nivel espiritual. A mí me podía haber pasado eso si me pilla con 20 años, y más ahora que tienes a millones de personas siguiendo cada cosa que cuelgas. Me alegro de que todo eso me haya pillado ya con 40 y pico.

¿El entorno de un actor también se ve arrastrado por toda esa vorágine?
Creo que son diferentes estreses. Ahora mi estrés es una incapacidad natural para organizarme, soy muy caótico. Como siempre he tenido bastante tiempo, las cosas iban un poco a cuentagotas. Ahora, por primera vez en mi vida, tengo muchísima demanda de cosas que hacer. Entonces, no me manejo bien, se junta la película, la serie, la novela. Si me dices qué llevo peor, si el éxito o que no te llame ni Dios, lo segundo lo llevo infinitamente peor. La base de la moral es la producción, da igual lo cansado que estés, cuantas más cosas hagas, más feliz serás; y viceversa.

¿Un momento de gloria en la carrera de un actor hace olvidar todos los momentos grises?
No. El día que yo me olvide por donde he pasado, tendría que hacer un ejercicio de disociación muy grande. Estaba rodando ahora ‘Terminator’ con Diego Boneta, que fue protagonista de ‘Rock of ages’ y ha hecho la serie de Luís Miguel. Nos hemos hecho muy amigos y veo en él muchas partes de mí, y le decía: “Es que tú te has perdido lo que es arrastrarte por el lodo, has tenido el éxito desde siempre, y es difícil valorar el éxito así, porque es a lo que estás acostumbrado”. Cuando te llega a una edad más madura se valora desde otro lado, desde la gratitud. Y, sobre todo, desde ese lado de que puede ser flor de un día. Entonces, por pura supervivencia, tienes que trabajar otras cosas.

“Si me dices qué llevo peor, si el éxito o que no te llame ni Dios, lo segundo lo llevo infinitamente peor”

¿Estás viviendo el mejor momento de tu carrera profesional?
A nivel profesional, sin duda. Ya no solo por la calidad de los proyectos en los que estoy, la contraprestación económica y cómo te perciben los demás, es que ahora te llaman para cosas que no tienes que hacer casting y te ofrecen las películas directamente. Para mí es un momento muy bueno que lo llevo con la mayor de las gratitudes. Espero que dure mucho tiempo, lo que el universo quiera.

¿Cómo se gestiona un boom como el de ‘La casa de papel’?
Me acuerdo que estaba viviendo en Los Ángeles durante seis meses y había visto la serie en Antena 3, pero tampoco le di mucho. Recuerdo que el share iba bajando con respecto al estreno y nos olvidamos un poco de la serie. Se estrenó en Netflix en diciembre de 2017, y me di cuenta de lo que estaba pasando porque tenía una cuenta de Instagram con 2.000 seguidores, colgaba una foto de uvas a peras, y, de repente, un día la miré y empecé a ver que me iban subiendo por miles los seguidores. Tenemos un chat y Úrsula decía: “Joder, que me han subido un millón los seguidores”. Lo que estaba pasando es que el mundo había descubierto ‘La casa de papel’ y se había hecho viral, nos escribían de Turquía, Brasil, Argentina, Holanda… Hasta el punto que, a día de hoy, es difícil caminar por ciudades de esos países. Un día en Argentina para un actor de la serie es agotador. Es una bendición, por supuesto, que ahora además vamos a seguir capitalizando porque está Netflix detrás con mejores condiciones. Es todo muy loco, ser parte de este proyecto para mí es fantástico. Yo estuve a punto de decirle que no, quería irme a Estados Unidos otra vez y me convenció mi agente. Me alegro de no haberlo hecho porque nos ha cambiado un poco la vida a todos.

Te estás acostumbrando a firmar contratos de confidencialidad, ¿no?
En ‘Terminator’ tuve que firmar ocho páginas, no puedo decir ni el nombre de mi personaje. Para ‘La casa de papel’ es que tampoco nos habían contado nada –ríe–.

¿Arnold Swarzenegger sigue imponiendo igual que antaño?
No sé si es porque lo hemos visto en tantas películas, pero tiene una energía alrededor de él que impone mucho. Evidentemente no es el tío que ganó el Mister Universo y siete veces el Mister Olympia de culturismo, pero sigue teniendo esa presencia que impone mucho y es una estrella de verdad.

Gajes del oficio

Enrique Arce lleva más de 20 años encima de los escenarios, colándose en los televisores de muchos españoles y ahora en las pantallas de medio mundo. Hacemos balance de comienzos, fracasos y algún que otro golpe de suerte.

¿Cómo fue tu primer casting?
Mi primer casting de teatro fue el que hice para una compañía de la universidad. Me pidieron que preparara un monólogo, aunque no lo hice. Pero en aquella época me sabía –y todos los de mi generación también–, el monólogo de Segismundo de ‘La vida es sueño’. Curiosamente cuando me voy a Nueva York, una día estaba yendo desde mi escuela, la American Academy of Dramatics Arts, hasta unas pruebas para trabajar de camarero, y pasé por delante de un teatro, Repertorio Español, me quedé mirándolo y estaban haciendo pruebas para ‘La vida es sueño’. Entré antes de ir a trabajar, me hicieron la prueba y me dieron el personaje de Segismundo, que fue mi primer trabajo profesional. Y eso es lo más cerca que he estado de trabajar de otra cosa, a tres calles.

¿Tu primer sueldo como actor?
Mi primer sueldo fue el 5 de diciembre de 1994, 10 dólares por los ensayos, que se los mandé a mi padre en un sobre para decirle: “Ya soy un actor profesional” –ríe–.

La primera vez que estuviste a punto de obtener un papel, pero en el último momento eligieron a otro.
Con Ridley Scott dos veces. Durante mucho tiempo iba a hacer de hermano de Christian Bale en ‘Exodus’, pero al final dijeron que por edad y como era un personaje histórico, tenía que ser mayor que él –yo soy de la misma edad–. Al final me lo quitaron, me llevé un palo tremendo. Y luego me volvió a pasar otra vez con Ridley Scott en ‘The Counselor’.

¿Algún papel que hayas rechazado y te hayas arrepentido después?
Pues estuve a punto de hacerlo con ‘La casa de papel’, pero no lo rechacé. Pero papel que he hecho y luego me haya arrepentido, me acuerdo un tipo absolutamente indeseable en ‘Amar en tiempos revueltos’ que, si llego a saber que era eso no lo hubiera hecho. Tenía momentos absolutamente desagradables de abuso y acoso.

La escena más difícil que recuerdas.
Para mí la escena con Esther Acebo del capítulo 7 de ‘La casa de papel’ en la que nos volvemos a ver y hay una situación entre cómica y desagradable, aunque más lo segundo. Hubo gente que se salió a vomitar. Fue la escena que me froto y todo eso, está muy bien rodada, no parece tan asquerosa como lo que fue si la ves a nivel teatral. Nos tiramos ella y yo al rollo, pero ella acabó llorando y yo acabé con una angustia, porque fue muy larga. Fue una cosa bastante desagradable.

¿Alguna vez te han reconocido y has dicho que no eras Enrique Arce?
No.

¿Y te han confundido con otro actor?
Cuando estaba estudiando en Nueva York, un tío que se puso muy pesado y acabó insultándome, decía que yo era Robert Downey Junior y que no quería decir que era yo.

Un golpe de suerte.
Que me pegaran una paliza en Londres dos tíos.

 

Fotos: David Mairena